SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

sábado, 30 de marzo de 2013

SEMANA SANTA INCOMPLETA

En la mayor parte de las ciudades, las procesiones de Semana Santa concluyen con la del Santo Entierro. Después de ella, volverán a sus altares las imágenes de Vírgenes Dolorosas, de Jesús Nazareno, Crucificados y Cristos yacentes. Los tronos, palios, mantos, túnicas... regresan a sus armarios, hasta el año próximo. Por eso, la Semana Santa, así contemplada, refiere en las calles de modo iconográfico la historia de un fracaso. Un rebelde que paga con su vida un mensaje de salvación. No hay más horizonte. Por mucha imaginación que le pongamos, por todas las saetas, lágrimas conmovedoras y penitencias que añadamos, no tiene vuelta de hoja. Y, sin embargo, religiosamente, evangélicamente, no es así. Sin la Resurrección, la Semana Santa no tiene sentido. Nos pasa como a los discípulos que, desde Getsemaní hasta el Calvario, lloran, se esconden, temen, se conmueven por su Maestro. Será a partir del tercer día cuando comiencen a comprender, cuando el Resucitado dé un giro de ciento ochenta grados a todo lo que creyeron y entonces, ellos mismos estén dispuestos a predicar y dar testimonio con sus propias vidas.
Por ello, bastantes cofradías se han creado ya y sacan sus imágenes el Domingo de Resurrección, con o sin la compañía de imágenes de la Virgen vestida con un manto blanco o azul. Porque Jesús, ya sin sangre ni escupitajos, sin corona de espinas, sin clavos, sin vendajes y sudarios de muerto, debe manifestarse ante los fieles desnudo, en su plenitud hermosa, inocente, liberada, exultante de vida de quien ha triunfado sobre la muerte y el pecado. Como un héroe olímpico de aquellos que sublimaban los griegos en sus estatuas. "¿Dónde está, muerte, tu victoria?", pregunta San Pablo a los Corintios en su primera carta. Jesús ha vencido en combate a la muerte perpetua,  a la que todos estábamos condenados. Jesús ha resucitado ¡Aleluya!.

martes, 26 de marzo de 2013

SOLEDAD SONORA

No soporto a esos músicos que invaden los vagones del Metro interpretando músicas de salsa o boleros a todo volumen que salen de unos aparatos rodantes a modo de karaoke. Impiden al viajero pensar, leer o conversar si viaja en compañía. Sin embargo, siento una admiración llena de ternura por esos músicos que, en las galerías del mismo Metro o en las calles, tocan sus instrumentos sin molestar, a veces con su violín desgastado o su acordeón superviviente de países y lenguas lejanas. Me da igual si interpretan las CZARDAS de Monti con su modesto instrumento de cuerda, una melodía parisina con su nostálgico acordeón, o un jazz de poca monta al saxo. A todos ellos suelo dejarles monedas lo más generosa que permita mi maltrecha economía. Echo de menos en las calles de Madrid, los famosos organillos que, a veces, se pueden escuchar en verbenas veraniegas del Madrid castizo. El ayuntamiento debería fomentar la música callejera de organilleros en el centro como una atracción turística más, sin duda, atractiva. No deberíamos dejar morir al chotis, un ritmo tan chulapón y pinturero. En ocasiones, me quedo con la curiosidad de saber qué hay detrás de esos maduros intérpretes (bastantes de ellos muy buenos), con rasgos de la Europa del Este. De qué filarmónica habrán descendido hasta los sótanos metropolitanos de Madrid. Pero la interrogación se me queda siempre en el aire por timidez, por no molestarles y, cómo no, para no herirles en su dignidad. Detrás de cada instrumento musical, existe una persona con su propio pentagrama. Quizás ese violín o ese acordeón sean su confidente, su paño de lágrimas, la sola compañía en una soledad sonora.

jueves, 21 de marzo de 2013

TERMITAS


Según ciertas crónicas, hubo un tiempo en que una ardilla podía cruzar la Península Ibérica sin necesidad de tocar suelo, saltando de árbol en árbol. Una hipérbole que me permito lanzar es que, hoy día, nadie puede atravesar España, desde Cadaqués hasta las marismas del Guadalquivir sin dejar de oler basura moral por todos los territorios. Políticos, sindicalistas, empresarios, banqueros, gobernantes de casi todos los partidos y niveles en esta red compleja, innecesaria e inexplicable que se ha convertido el Estado… llenan de estiércol los tribunales donde no todos los jueces están libres de sospecha. En mayor o menor medida, desde algún miembro de la Familia Real hasta el último y humilde Guardia Civil, la sospecha se ha extendido como epidemia por todas partes. Evasiones de capital, “tapabocas” en forma de billetes, sobres bajo cuerda. Bolsas negras llenas de dinero tan negro como sus conciencias, procesos judiciales que se alargan hasta su inmediata caducidad, como los yogures. Sentencias, testimonios, perjurios, indultos como ejercicios de prestidigitación… Y, mientras tanto, las cifras del paro, las familias deshauciadas, los ancianos, niños y urgencias faltos de rápida asistencia… El informe anual de CARITAS pone los pelos de punta. Los pobres (cada día más) son más pobres. Los ricos (cada día menos) son más ricos.
A los ciudadanos nos convencieron de que podíamos vivir, por un módico alquiler, en una enorme casa llamada España, donde todo era bucólicamente perfecto. Con apretar unos botones del cajero automático, con echar unas firmitas en un papel de la entidad bancaria te salía el dinero para un piso, un crucero de verano, un cursillo en Irlanda para los niños, unos teléfonos móviles de última generación, un televisor de plasma, incluso para una segunda vivienda en la playa o en la montaña,... un subsidio de dinerito público para completar el trabajo privado “en negro”. Lo que a nadie dijeron es que bajo los suelos de maderas finas de la “casa España”, cubiertos de mullidas alfombras clásicas y moquetas de diseño, trabajaban unas voraces termitas en la oscuridad, que se iban comiendo la madera. Unos suelos de nogal, terebinto, ébano, boj, cedro, naranjo,… Los ciudadanos residentes de la casa, todos ellos “españolitos” de a pie, no podían escuchar el ruido de las termitas porque atronadores equipos de música y enormes pantallas de televisión ofrecían bailes incesantes, imágenes de ligas y campeonatos sin cesar, programas de “realismo sucio” donde se vendían intimidades, cuerpos y almas sin descanso.
Poco a poco los suelos comenzaron a crujir. Las primeras inquietudes de los residentes fueron rápidamente soslayadas por los medios informativos: “esto es cosa de cuatro días, de cuatro gotas de agua, todo está seguro”. Pero las tarimas siguieron crujiendo y ya nadie se creyó el cuento. La mansión se hundía. Los dueños de la casa echaron la culpa a los usufructuarios y éstos a la gestoría del contrato, que, a su vez, señaló a la agencia de alquiler. Estos reaccionaron a tiempo acusando a la compañía de seguros, que había desaparecido del mapa. El caso es que los inquilinos se hundieron en un socavón inmenso, como un volcán al revés, que engullía muebles, televisores, documentos y, finalmente, a ellos mismos. En una playa lejana del Caribe, donde los bancos saben guardar los secretos de las cuentas bancarias, unos miles de golfos y golfas pasaban sus días de esplendor en la hierba. También las erupciones del Vesubio pillaron de sorpresa, plácidamente dormidos, a los habitantes de Pompeya.

lunes, 18 de marzo de 2013

PAPA FRANCISCO

Una vez más, la elección del nuevo Papa me pilló de sorpresa. Una sorpresa muy agradable al tratarse del primer no europeo de la Historia, de habla hispana y jesuita, por más señas. Los primeros gestos del nuevo Pontífice han sido acogidos con entusiasmo: su gesto afable, su humildad, sus espontáneos abandonos del protocolo, etc. han creado una imagen de persona asequible, decidida, cariñosa... una personalidad muy diferente a Juan Pablo II y a Benedicto XVI, aunque en ciertos gestos me recuerda al efímero Juan Pablo I. Cada papa aporta su "carisma", su sello personal, como suele decirse.
No obstante, yo espero de él mucho más que una cruz pectoral de hierro, en vez de oro, sobre su pecho. Espero un retorno al Concilio Vaticano II en muchos temas que han sido "sepultados", como potenciar de nuevo las Conferencias Episcopales, unos nombramientos episcopales más selectos y menos "sumisos", un abrir ventanas a la investigación teológica y bíblica, y un auténtico diálogo con el mundo de hoy. Revisar temas como el uso de la píldora, la adecuación de la liturgia a un mundo en cambios rapidísimos, etc. En cuanto a la mujer, abrir espacios para su real colaboración. Por hacer una propuesta, no creo que fuera un disparate que accediera al diaconado, por lo menos. La Iglesia jerárquica no debería hablar de libertad a muchos regímenes políticos, cuando dentro de ella no existe ninguna libertad de opinión, sin que te venga rápidamente un emisario del señor obispo.
En cuanto a los gestos del Papa Francisco, pronto tendrá que asumir que algunos de ellos no sólo ponen en peligro su vida (los Papas últimos han sufrido atentados) sin necesidad, sino que el gesto de ver al Papa un día sí y otro también por las calles de Roma o por las del Vaticano, trivializaría su figura, un desgaste de imagen que tampoco sería muy positivo. Le guste o no, es el Papa de todos los católicos del mundo (no el arzobispo de Buenos Aires) y, por si fuera poco, un Jefe de Estado.
Dejemos, por tanto, un tiempo prudencial para que se informe de asuntos graves y urgentes, como parece ser el estado de la Curia y qué cambios realiza. Y, si fuese necesario, que convocara un Concilio. Porque tengo para mí que los cambios que necesita el Vaticano no los puede hacer él solo ni siquiera con la ayuda de un puñado de buenos colaboradores.
De momento, le deseo larga vida y fortaleza al Papa Francisco.