SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

viernes, 26 de abril de 2013

SALUD ANTE TODO

 La abadesa mitrada me había hecho llamar para pedirme consejo, y allí estaba yo, en la penumbra del locutorio dispuesto a escucharla:
- Como sabes- me dijo-, Sor Tránsito de la Madre de Dios ha estado muy pachucha. Salió del hospital de Madrid tan débil que, por su avanzada edad y los cuidados que precisaba, no podíamos atenderla aquí con los medios adecuados. Así que recurrimos a tu amiga, la baronesa, y ella nos condujo a  Dª ... (aquí mencionó el nombre de una señora muy conocida por su belleza, su filantropía y su fortuna), quien hace años montó una residencia para monjas ancianas que están en la misma situación que Sor Tránsito. Una residencia gratuita para nosotras y perfectamente equipada.
- ¿Y cuál es el problema?
- Pues que está curada y no quiere salir ni a tiros de la residencia.
- ¿Y eso? ¿se ha hecho a las comodidades?
- ¡Nooo!, afrmó la superiora. Es que en la sala de estar tienen un televisor de plasma con pantalla grande y está siguiendo un serial. Y dice que está en vilo para ver el final y que mientras no acabe la serie, que no deja la residencia ni muerta. ¡¡A sus ochenta y seis años!! Y para mayor inri, Dª.... me dice que la deje en paz si está contenta y que esperemos a que acabe la dichosa serie.
- Pues no es mala idea. Total, la serie acabará un día.
- El problema -añadió la abadesa-, es que, efectivamente, parece que va a acabar. Pero ya han anunciado la segunda parte. Y así, nos puede llegar el apocalipsis, porque Sor Tránsito ha descubierto Internet y se pasa las horas muertas viendo videos en YouTube en la sala de estar de aquella casa. El último día que la visité en su habitación, observé que la foto de Juan Pablo II que tenía en un marquito sobre la mesilla, la había cambiado por una de David Bisbal. Le pregunté la causa del cambio y me dijo: "Al Papa ya lo tenemos en el monasterio en fotos por todas partes y pronto estará en los altares. Pero si usted viera, Reverenda Madre, cómo canta David Bisbal el avemaría..... Ave María, pronto serás mía.... qué arte, qué arteeee". Y me quedé de piedra.
Aquí emitió un suspiro de compunción, rebulléndose en el sillón castellano.
- ¡Ay, Señor, qué cruz me ha caído encima. Ya solo falta que se enteren otras hermanas de aquí, que tienen su misma edad poco más o menos, y se arme una revolución pidiendo la televisión en la clausura.
- Bueno, en los conventos de frailes, el fútbol televisado se ha convertido en el tema principal (prácticamente único) de las conversaciones. Cambiando circunstancias, una dependencia similar a la de Sor Tránsito.
La monja soltó una carcajada:
- No compares, hombre. El fútbol es un deporte que subyuga a todos los hombres, sean frailes o no, con tele o sin tele. Y no creo que los monjes de clausura tengan televisores.
- Sí, madre. El problema no es ese espectáculo (yo no lo llamaría deporte) del fútbol televisado, que arrastra millones de personas y de euros en los cinco continentes, sino la televisión en sí. Este medio ha acabado con las conversaciones de familia mientras comen o cenan. Yo he vivido almuerzos como invitado en domicilios donde los miembros de la familia no me hacían ni caso en la mesa, mirando todos como bobos a la pantalla. Y en los conventos masculinos, la televisión es tan imprescindible como la capilla. O más. Deje tranquila a Sor Tránsito. Después de más de sesenta años de vida de clausura ejemplar, de privaciones voluntarias, que pase sus últimos tiempos con algo que la ilusiona, no va a significar nada en su salvación eterna. Y las demás monjas, que recen por ella y den gracias a Dios por seguir sanas en su vida monástica. Tampoco estaría de más que ustedes tuvieran un televisor en la clausura para ver programas culturales o religiosos, que los hay.
La Madre abadesa se puso en pie, lo cual significaba que mi visita había concluido. Salí solo, caminando por el claustro mientras escuchaba la campana llamando a Vísperas. Fuera del recinto monacal, el sol dorado del atardecer castellano era como una sonrisa, un guiño de complicidad por parte de Dios.

3 comentarios:

  1. Muy bueno. Son cosas de la modernidad, para lo bueno y para lo malo.

    Saludos de un fumador convencido


    M.A.
    Selimco

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  2. Hay que bueno,algo asi me pasa a mi como a Sor Tránsito.

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  3. Jajajajaja!!!!! casi se me abren los puntos de la apendicitis, buenísimo.
    Javier

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