SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

miércoles, 18 de junio de 2014

TARDE TE AMÉ (SAN AGUSTÍN)



 
Unas cajas de cartón dan el contraste al espacio del siglo XVI de la capilla alcalaína de San Ildefonso. Un saxofón ofrece el contrapunto a las voces infantiles de la Escolanía del Real Monasterio del Escorial. Unos versos de comedias del Siglo de Oro suplementan ese maravilloso y único soliloquio de las Confesiones de San Agustín. En el imponente sepulcro vacío del cardenal Cisneros, las figuras en mármol de los cuatro grandes doctores de la Iglesia: San Gregorio, San Ambrosio, San Jerónimo y San Agustín. Y un actor grande como Ramón Barea, acerca e interpreta a un Agustín humano en el monólogo bordado con mimo por Juan Carlos Pérez de la Fuente. El poeta Luis Alberto de Cuenca ha hilvanado todo ese quehacer literario en una versión magnífica, incrustándola con textos de la Eneida, de Virgilio, y de comedias que firmaron Lope de Vega (El divino africano) y Calderón de la Barca (No hay instante sin milagro).
La puesta en escena es eficaz, en el sencillo laberinto de esas cajas de embalar, en cuyas paredes están pegados los folios de la confesión agustiniana. El actor los va arrancando, leyéndolos lleno de fuerza y de emoción.  Suenan las palabras del santo de manera natural, conversando consigo mismo porque el primer lector de las Confesiones sería el propio Agustín. Cuando Ramón Barea toma en sus labios los versos clásicos, el tono es otro, declamatorio y actoral. La iluminación también cambia según el instante. La búsqueda de la verdad, de la belleza, de lo absoluto de aquel hombre perdido, que dio bandazos carnales e intelectuales hasta encontrarla en Dios, suena en este espectáculo original y único. Un hombre en crisis (el Agustín del siglo IV) para un tiempo en crisis vivido por seres humanos (los de ahora), desorientados entre tantos espejismos que ofrece nuestro mundo. Se ha estrenado esta singular obra en el marco del festival de Alcalá de Henares y va a recorrer otros festivales y escenarios españoles. Esperemos que TARDE TE AMÉ. LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN recale pronto en Madrid allá para el otoño. La Orden de San Agustín en España tiene ahora la oportunidad de servir como cauce de esta representación, cooperando de varios modos a que los españoles (y si fuera posible los iberoamericanos) contemplen y se acerquen a San Agustín, despojado del hieratismo y la lejanía de las estatuas. Un Agustín de carne y hueso. Como nosotros.

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