SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

lunes, 30 de marzo de 2015

RUEDA DE MOLINO



La Historia de España está repleta de episodios suficientes para inspirar dramas, películas y series de televisión. Especialmente, el siglo XIX y, más en concreto, el reinado de Fernando VII, al que denominaron “el deseado” cuando luego resultó ser todo lo contrario. Por tanto, es perfectamente comprensible usar este “material” en cualquiera de las artes. Es lo que ha hecho Iñigo Ramírez de Haro en su obra TRÁGALA, TRÁGALA, estrenada en el Teatro Español el 25 de marzo. La obra mezcla hechos históricos con otros verosímiles y algunos impensables, del reinado de Fernando VII: el valimiento de Godoy con su presunta relación con la reina, la ajetreada sucesión de Carlos IV, el motín de Aranjuez, la revolución del general Riego, etc. Todo ello se sirve en clave de sainete burlesco, aderezado de números musicales que refuerzan el tono jocoso de la obra. En la última parte de ella, sin abandonar la intención esperpéntica, pretende un paralelismo de aquel reinado con la situación actual. La proyección de un video de Su Majestad el Rey Felipe VI, así como el personaje de una periodista imitadora de Doña Letizia, reforzado por el mensaje explícito en favor de Podemos y su líder Pablo Iglesias, acaban por desvelar la intencionalidad política de la obra. Si estaba programada hace tiempo, antes de la ascensión del partido político Podemos, es de sospechar que el texto se haya retocado durante los ensayos previos al estreno. Era lógico en el caso de poner a punto el discurso y la moraleja buscados por el autor. Pero comparar a Fernando VII con Felipe VI y al general Riego con Pablo Iglesias, es insultante e injusto para el actual monarca y para la memoria del glorioso general.

El montaje, sin ser nada del otro mundo, resulta aceptable en su escenografía, su vestuario, su “atrezzo”, sus músicas. Donde más se sostiene es en el trabajo de los actores: con Fernando Albizu (un Fernando VII convincente en su físico y en su caricatura), Balbino Lacosta, versátil en cuatro papeles (sus escenas como reina María Luisa resultan eficaces) y todos ellos bajo la batuta de Juan Ramos Toro, director que habrá debido lidiar lo suyo con este encargo. Unos y otros cumplen sus cometidos de forma notable.

Al final de la función, la compañía saludó a un público heterogéneo y predispuesto al aplauso. Salió el autor, agradeció efusivamente a Natalio Grueso que haya hecho realidad su sueño de estrenar en el Español y dejara programada la obra antes de su salida del cargo y reivindicó que este teatro municipal, como era tradición según él, sólo debía estrenar a autores españoles vivos. Lo cual es incierto. El Teatro Español siempre ha representado obras señeras del teatro nacional y extranjero (Shakespeare, Moliérè, Zorrilla, García Lorca, Jardiel Poncela... por citar algunos). Como institución sufragada con dinero público, ha de seleccionar muy mucho su programación. Obras como la del señor Ramírez de Haro son propias de otro tipo de espacio: el teatro privado y alternativo. Y al elegir esta obra para programarla, el señor Natalio Grueso ha negado la oportunidad a otros jóvenes y buenos autores españoles.

El señor Ramírez de Haro es un hombre muy cultivado, marqués y diplomático de carrera, que goza de una formación elitista y una situación económica desahogada. Ambas le permiten exhibir actitudes provocadoras, de las que retan para obtener si no un beneficio económico, sí la notoriedad del “escándalo”. Se vio en su obra ME CAGO EN DIOS, título anunciado en su propia web como “comedia divertida alrededor del estreñimiento, la educación y la experiencia religiosa. Escatología en el doble sentido del término: excrementos y ultratumba”. Creó polémica quien entonces era cónsul cultural de España en Nueva York. Un comportamiento sorprendente en un funcionario del Estado. El señor Ramírez de Haro es marqués por gracia de la Reina María Cristina, viuda de Alfonso XII, abuelo del monarca ahora escarnecido. El señor Ramírez de Haro se ha quejado pública y amargamente de que ni el gobierno socialista ni el del PP lo hayan nombrado embajador. Y a raíz de declararse víctima de la Inquisición (comentario que saltó a la primera página en el diario de mayor circulación de Serbia), el ministro de Asuntos Exteriores, su superior, lo cesó en el cargo de “número dos” en la embajada de Belgrado. Se tiene por un mártir. Es lo que tiene vivir en una democracia: que en ella caben las opiniones más peregrinas y extravagantes. De los autores, pero también de los espectadores con idénticdo derecho. Nuestras tragaderas ya están hechas a las ruedas de molino.

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