SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

viernes, 2 de noviembre de 2018

NUNCA ES TARDE PARA ÁNGEL MARQUÉS


Cuando al cabo de los años, uno se reencuentra con un antiguo alumno que, además ha publicado dos novelas, se siente alegría y satisfacción. No todos mis antiguos estudiantes son ingenieros o abogados. A Ángel Marqués Valverde no lo había vuelto a ver desde que él terminaba sus estudios en la RESAD, una tarde en que me presentó a otro joven aspirante a actor: Carmelo Gómez. Si el segundo ha seguido su carrera escénica, Ángel ha desempeñado trabajos que le han permitido vivir en varios países, acumular experiencias y, al fin, poder dedicarse a su última y más gratificante vocación: la escritura. Me ha regalado con sendas dedicatorias cariñosas sus dos primeras novelas: NUNCA ES TARDE (2014) y EL BALNEARIO DE TOZEUR (2018).


   Al día siguiente comencé la primera de ellas con bastantes precauciones. Más aún cuando su autor la había calificado de “modernista”, sin más aclaración. Y di por sentado que me encontraría ante una novela “primeriza”, tal vez con ecos del Modernismo, tal vez con aires de experimentación narrativa. Pero al cabo de diez o doce páginas ya me había olvidado de sus consideraciones y me hallaba atrapado en la trama. Las peripecias de Jon Sinkar, su protagonista, hijo natural y huérfano de la actriz Raquel Sinkar, desde sus doce años de picardía infantil hasta su madurez anarquista coinciden en el tiempo con el reinado de Alfonso XIII en una España que estaba hirviendo y que saltaría por los aires, después, en República, guerra civil y franquismo. Esa España que vamos conociendo a través de personajes inconformistas, misteriosos, revolucionarios, conspiradores… todos ellos cercanos de un protagonista que va recorriendo ambientes cosmopolitas o rurales en búsqueda de un ideal aunque vaya, paralelamente, arrastrando la mochila de un pasado desconocido que tardará en descifrar: desde Mateo Morral, el anarquista que arrojó la bomba al paso de la comitiva nupcial del rey, convertido en tutor-protector del huérfano Jon. Una protección que heredará Paulina, la maestra libertaria que lo cuidará en adelante, personaje importante de la novela pues ella lo introduce en el amor por la literatura y el teatro, también depositaria, testigo y partícipe en el pasado biográfico del muchacho. El admirado y misterioso Francisco, Honorio, el compañero de juegos infantiles camarada que reaparece en las páginas finales. Blanche, la muchacha que pudo significar un futuro sentimental interrumpido. Karim Al Brahim, un personaje siniestro que para mal o para peor interfiere en su vida y decide en el útimo instante. Angustias, la vieja del carromato como una “madre coraje” de todos los desfavorecidos, la mujer “que se alejó de la vida para poder permanecer en ella”. Todos los personajes son los “auxiliares del héroe” (en el sentido de Vladimir Propp) en una típica “novela de aprendizaje” de Jon. Sus dotes teatrales aprendidas junto a Paulina le permitirán sobrevivir gracias al transformismo desde el cabaret del Arab Bazar, debutando como la “china Manolita” hasta sus camuflajes como perfecto soldado, pasando por su sincera interpretación en el proyecto de una revolución bolchevique comarcal, pues la capacidad camaleónica de Jon es inagotable: sabe desenvolverse por igual en un palacio que en una alquería de Jaén. Un héroe que va teniendo cierta suerte en la vida (“nunca es tarde” será su lema) hasta que llegue su treinta y dos de diciembre. Jon y los demás personajes se encuadran en la “intrahistoria”, aquella cuyos nombres no han pasado a los manuales ni las enciclopedias. Mimbres de una España en ebullición: la guerra de África, la Gran Guerra Europea, la Dictadura de Primo de Rivera, cuyo atentado fallido viene a cerrar una obra abierta con otro magnicidio (también frustrado) contra Alfonso XIII.


    ¿Novela modernista? La definición que el autor me hizo al dármela, yo la puedo atribuir a los rasgos de familia que tiene su escritura con los autores de principios de siglo, quienes sin abandonar un estilo brillante y cosmopolita, reflejaron también un compromiso social, a veces en sus entrelíneas: Eduardo Zamacois, el primer Felipe Trigo o el decadente y sagaz Álvaro Retana. En la búsqueda de la plástica descriptiva, el autor se permite músicas literarias: “el cigüeño campanario aledaño”, “almohadillada barandilla”, en la concreción periodística como una ametralladora de palabras (las movilizaciones en las calles de Barcelona por la guerra de África), en inopinadas greguerías: “En la barra las almas solo cabían de lado. Más de una copa derramó su alegría en alguna pechera”, “se pegó a la pared como un cartel”. En la composición narrativa, el autor no deja ningún hilo suelto como tampoco deja que se le escape el nuevo amigo en que se convierte el lector, con toda seguridad, desde la primera página hasta el epílogo, una reflexión de nuestros días.

2 comentarios:

  1. Maravillosa valoración de mi novela. La recibo como un regalo deseado, como una vuelta a casa por sorpresa, como una calificación agradecida del profesor de lengua y literatura que fue tan exigente (fui alumno de José María en COU) al tiempo que autor curtido y sensible. Un fuerte abrazo de Ángel Marqués Valverde.

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