
El problema es que
la “espectacularidad” se está convirtiendo en el pasaporte de lo también
efímero, en la autopista sin peaje de la banalidad. Hoy puedes construir una
urbanización con materiales de la mejor calidad. Los posibles compradores
buscarán, antes que nada, si hay pista de tenis, piscina, gimnasio (con o sin
sauna)… Lo importante es que resulten unas viviendas “espectaculares” más que
sólidas. Lo mismo puede decirse de un nuevo coche o de una relación.
¿Qué pasa en los
partidos políticos? Tres cuartos de lo mismo. Las ideas y, lo que es peor aún,
las acciones, no satisfacen. Se nutren de eslóganes y consignas en las
tertulias y en los twitter. Y ese virtuosismo de ambigüedad, de eslogan, de
frase hecha y de dominio del aparato publicitario de la red y de las tertulias
(aparte de los errores de gobierno y de oposición) han colocado al partido
PODEMOS en una expectativa de voto considerable. Hoy tenemos un catálogo “espectacular”
de etiquetas como “facha”, “machista”, “peronismo”, “casta”, que muy bien
manejan algunos líderes. En este mundo donde el partido gobernante aparece
desgastado, con una estética desfasada y rancia y el mayoritario partido de la
oposición no sabe muy bien por dónde anda ni quién lo dirige ni hacia dónde, la
liturgia que exhibe el emergente PODEMOS,
especialmente en su líder (con gestos y ritos sospechosamente mesiánicos
y hasta cristianos), resulta llamativamente “espectacular”.