lunes, 25 de abril de 2016

RETABLO DE MARAVILLAS



Agustín de Rojas tuvo una vida muy similar a la de Cervantes, con participaciones bélicas, episodios sórdidos y dedicación literaria, especialmente como autor y actor de teatro. En su libro Viaje entretenido (1603), ya enumeró las diferentes clases de compañías teatrales existentes: desde el bululú (un solo actor) hasta la compañía (un número mucho mayor). La formada por dos actores es nombrada ñaque. Y la tarde del 24 de abril me planté a ver un ñaque en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español, titulado Quijote. Femenino plural. Se trata de un texto elaborado por Ainhoa Amestoy, interpretado por ella misma y Lidia Navarro, dirigidas por Pedro Víllora. Sanchica, hija de Sancho Panza, obedece las órdenes de su madre para seguir al patriarca de la familia, quien se ha ido de casa acompañando al señor Alonso Quijano. Van en busca de la señora Dulcinea pero Teresa teme las posibles infidelidades, sin retorno al hogar, de su apacible marido. Las dos actrices interpretan a dos juglaresas de Lavapiés, ambas coincidentes en el nombre de María, quienes declaman, gesticulan, saltan, cantan, danzan y sacan muñecas de un baúl, en un vertiginoso ritmo actoral. Las muñecas (diseñadas por el difunto Andrea D’Odorico, autor también de escenografía y vestuario), representan a los diversos personajes femeninos del Quijote. No solo a Sanchica, sino a Maritornes, Marcela, la hermosa Quiteria, Claudia Jerónima, la duquesa… en un desfile constante al que no deja de acudir la propia Dulcinea. La ausente enamorada de don Quijote se aparece a Sanchica cuando esta baja a la cueva de Montesinos (monólogo obra de Fanny Rubio). La revelación fantasmal dará fuerzas a la muchacha para decidir su propio destino muy al margen del proyecto principesco al que su febril padre va encaminado a la ínsula Barataria.
   El Teatro Español, antigua sede del Corral de comedias del Príncipe, al que tantas veces acudiría Miguel de Cervantes, ayer se mostraba como un símbolo-homenaje cervantino cien por cien: en la sala grande se representaba grandiosamente Numancia y, en la sala pequeña se escenificaba, también grandiosamente, este nuevo “retablo de maravillas”. Dos mujeres nos hacían ver en ellas, redivivas, a Chanfalla y la Chirinos, dispuestas a hacernos ver las aventuras de un don Quijote al fondo. Doble felicitación, pues, a la Dirección del Teatro Español. (A las actrices ya se lo expresé con abrazos al final).


   No me duelen prendas en definir a esta función como uno de los mejores homenajes que se han representado con ocasión del centenario de Cervantes, contraste bellísimo en una programación paupérrima de las instituciones oficiales. Sería importante que pudieran verlo tantos escolares, universitarios y profesores que tienen al Quijote por un libro aburrido. Ojalá la productora pueda llevar el espectáculo por toda España.