SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

lunes, 9 de agosto de 2010

ADIÓS, MUCHACHOS


Así comenzaba un antiguo y conocido tango que Carlos Gardel popularizó en su día. Así se titulaba el último texto que escribí en el anuario del Colegio Valdeluz, antes de tomar mis maletas camino del Colegio Mayor Elías Ahúja. Ahora, veinte años después (nadie podía imaginar entonces ni tan prolongado período ni el billete de vuelta al mismo espacio), titulo igual esta despedida.
Muchos de aquellos jóvenes universitarios que encontré en mi nuevo destino o que admití en los primeros años, ya están suficientemente instalados, casados, prolongados en sus nuevos hijos, incluso alguno, también, suficientemente divorciado. Si calculo en una media de 50 nuevos admitidos cada curso, resulta que he conocido a más de mil. Una experiencia versátil y gratificante en la mayoría de los casos.
Cuando pasa el tiempo y uno ve que sus fuerzas y energías menguan, que la distancia de edad se abre entre las nuevas promociones y uno mismo, que el trabajo se puede convertir en una rutina; que los antiguos deseos de crear, leer, estudiar, investigar, viajar, se estrellan con la dura realidad de encontrarse prácticamente solo en la proa del barco, prácticamente atado a un mástil de la nave, como Ulises, sin que el barco avance hacia ninguna Ítaca; cuando uno ve que no llegan los elementos humanos ni las ayudas para realizar con cierto decoro la tarea directiva, o si llegan resultan ineficaces, lo más honesto es pedir “que paren, que me apeo”. Sin mimbres, no se puede confeccionar un cesto. Todo lo más, una simple trencilla. Y pudo hacerse no una cesta pero sí un sombrero carioca gracias a todos vosotros: empleados y jóvenes, que, como costaleros de Semana Santa, no sólo acompañábais llevando el “paso”, sino haciéndolo “bailar” con estilo, talante y talento. Para ellos, mi brindis con lo que más me gusta: un vino dulce de Pedro Ximénez.
Y a todos vosotros, “adiós, muchachos”. Vivid en plenitud esa etapa maravillosa de ser colegiales, de la cual he sido testigo entre bastidores. O sea, universitarios y ciudadanos en una capital que guarda tesoros de toda índole. Y seguid queriéndoos como os he visto quereros, pero sin fanatismos ni exclusiones. Llegar a ser mejores que otros no consiste en agitar bandera alguna (ni tan siquiera color naranja) ni debe ser un grito de guerra contra nadie desde dentro, sino que se comenta desde fuera. Por eso, los verdaderos “ahújos” somos muy valorados en el campus y fuera del campus: en toda España. Y, por ello, ahora que estoy más allá de la verja, más allá del barrio, más allá del protocolo, puedo escribirlo muy orgulloso: los ahújos sois los mejores. ¡Viva el Colegio Mayor Elías Ahúja! Un abrazo en cada casillero de recepción.