SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

viernes, 15 de julio de 2011

BIENHECHOR DESCONOCIDO



El pueblo español, a diferencia de otros pueblos europeos, ha sido poco dado a investigar, conservar, estudiar, incluso a leer, su propia historia. Al español, más que conocer su pasado para interpretar su presente y prevenir su futuro, le interesa protagonizar su presente (aunque sea a mamporrazos con el vecino de al lado), reescribiendo su pasado para construir un futuro incierto. Salvo honrosas excepciones, la biografía ha sido una "cenicienta" dentro de la ciencia de la Historia. Aún recuerdo los años de mi adolescencia cuando devoraba biografías (algunas inolvidables) prácticamente siempre escritas por ingleses o franceses. Cuando tiempo después me interesé por las revistas de Historia que divulgaban sucesos y personajes, Historia y Vida era una isla de publicaciones (luego vinieron otras, como Historia 16), mientras en Inglaterra Francia llevaban muchísimos años de rodaje colecciones enteras de biografías y revistas como History o Miroir de l'Histoire, respectivamente. También en esto llevamos un retraso abismal con el resto del continente.
Por unas razones o por otras, la biografía ha sido entre nosotros como la "cenicienta" del cuento. En los últimos años han proliferado, eso sí, biografías y memorias de personajes políticos de la democracia, incluso biografías noveladas. Y es de desear que nuevos historiadores nos recuerden, de forma sosegada, quiénes fueron nuestros antepasados.

Por ello, cuando me hice cargo de la Dirección del Colegio Mayor Elías Ahuja de Madrid, por nombramiento del Rector D. Gustavo Villapalos, sabía de Elías Ahuja lo mismo que bastantes de mis predecesores: nada. Durante un viaje a Cádiz y El Puerto de Santa María, anduve curioseando sobre su figura y encontré muy poco que aprender. Tomé fotos en las fachadas de sus casas en Cádiz (en la que nació y también en la que ocuparía a su regreso de América) y en la de El Puerto, por entonces en restauración. Más tarde, con motivo de participar invitado en un encuentro de poetas en la Fundación Rafael Alberti, de la ciudad de El Puerto, conocí al joven Manuel Martínez Cordero, quien me mostró cómo ya llevaba adelantado un boceto de biografía bien fundada en documentos preliminares y dispuesto a caminar con paso firme hacia una meta desconocida. Por tanto, al saber recientemente que tenía en imprenta el libro sobre Don Elías Ahuja y Andria, el prócer gaditano al que su propia tierra sólo le había dedicado una enorme plaza en El Puerto, sentí una curiosidad ilusionada. El libro abarca 133 páginas, en un alto porcentaje de documentación reproducida, avalada con bastantes fotografías. Estas últimas, por ser antiguas y reproducidas a veces en gran tamaño (la doble página) aparecen con una retícula que les resta nitidez. Pero a través de la información textual y gráfica, Elias Ahuja durante la lectura, iba pasando de ser una sombra a convertirse en una figura muy atractiva por su carrera, su carácter emprendedor, su altruismo generoso, discreto, prudente, magnánimo, responsable en aquella España mísera tan diferente a los Estados Unidos donde él había crecido en su juventud. Sus fotografías, con ese pelo blanco, siempre bien trajeado, me lo acercaban más a la imagen de un lord inglés que a la de un "señorón" español de su tiempo.

El libro podría haberse completado describiendo con mayor amplitud el panorama social de la provincia, incluso de Andalucía entera. Pero eso habría retrasado y encarecido la edición de la obra.

Elías Ahuja vive en una España empobrecida pero que, bajo la aparente paz, cuece una olla a presión que explotará bien pronto y le obligará a volver de inmediato a los Estados Unidos para morir allí. Su persona había recibido honores y distinciones, pero también la maledicencia, incluso la calumnia, y se preparaba su persecución. Hizo bien en volverse a América, su segunda patria.

Con EL BUEN SAMARITANO. ELÍAS AHUJA, Manuel Martínez Cordero ha puesto la primera piedra, el sillar básico, para quienes deseen conocer en el futuro, investigar o redactar tesis doctorales, sobre un gaditano singular, generosísimo con su provincia. Muchos de los jóvenes que han pasado por el Colegio Mayor Elías Ahuja tendrán en él bastante que aprender: en la dedicación al trabajo pero igualmente en la imprescindible integración donde siguen existiendo desfavorecidos. Ningún directivo, ningún universitario podrá excusarse en la ignorancia cuando resida en ese centro universitario. Como decían los faraones del Antiguo Egipto, "que así se escriba y así se cumpla".