SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

miércoles, 3 de julio de 2013

SEÑORA URDANGARIN



Muy (poco) señora mía:
Las primeras lecturas de mi infancia fueron ejemplares de revistas antiguas de NUEVO MUNDO, donde se veía a la Familia Real, en tiempos en que ser monárquico era peor que ser comunista. Ya desde joven estudié y comprendí que una monarquía, o es constitucional o no es permisible. Por ello, recibí con emoción, esperanza y adhesión la llegada de Su Majestad el Rey a la Jefatura del Estado, y para mayor suerte, acompañado de su esposa Doña Sofía, de la que he tenido desde mucho antes (gracias a mis amistades en Grecia), las mejores referencias e informaciones. También vi con simpatía cómo usted se hacía con un suculento jugador de balonmano (imponiendo al Rey esa boda, ante la amenaza de irse a vivir con el mozo, en público concubinato), el joven que tuvo el detalle de dejar plantada a una novia formal para casarse con una Infanta de España.
Al cabo de los años, vine a saber que ustedes se habían comprado y reformado un caserón en el exclusivo barrio de Pedralbes, a un precio enorme. Por lo que veo ahora, a mí y a otros españoles nos sorprendió mucho más que a usted esa disponibilidad de una fortuna que no nos constaba que ustedes, señores de Urdangarín, tuvieran disponible. El precipitado viaje y opípara colocación de su esposo me inquietaron aún más. "¿Cómo es posible que, una vez acabada la obra de la casa, salgan inmediatamente destinados a Washington?", era la pregunta que yo me hacía, pero usted, no.
Los siguientes capítulos de la historia los hemos ido conociendo. Resumido en pocas palabras, su marido chantajeó y robó dinero que iba destinado a obras "sin ánimo de lucro". Digo bien "chantajeó" porque he conocido de primera mano los términos en que forzaba a autoridades municipales y autonómicas a "colaborar" en sus proyectos, amenazando con contárselo al Rey si no aceptaban. Pero usted seguía enamorada de los ojos azules de su marido, con una venda en los ojos, ignorante absoluta de lo que estaba sucediendo en su propia casa.
Su Majestad el Rey dijo públicamente que "la justicia es igual para todos". Su Alteza Real el Príncipe de Asturias se llevó las manos a la cabeza y todavía no las ha bajado. Por lo que se ve, usted ha decidido seguir casada con su marido, manteniendo la fidelidad que le prometió el día en que se otorgaron mutuamente el sacramento del matrimonio. Esto la honra y no seré yo quien la culpe de seguir a su lado. También está muy bien que usted piense en sus hijos, que no saldrían emocionalmente bien parados de un divorcio. Ya están pasando lo suyo. Otra mujer con menos principios religiosos o amor a su esposo, pero con más sentido del deber, ya habría tomado las medidas más oportunas, a la vista de su especial situación y asesorada por las personas más competentes..
El caso que nos ocupa actualmente es el siguiente: el pueblo español (y yo formo parte de ese pueblo), comienza a sospechar que hay manos "meciendo la cuna" para que su marido salga lo menos quebrantado posible y que usted no se siente (ni siquiera como imputada) en el banquillo para algo tan simple como declarar. Se extiende la sospecha de que usted ha vuelto a coaccionar a sus padres con un chantaje emocional, usando a Su Majestad la Reina como brazo invisible: "Mamá, ¿váis a permitir que vuestra hija, Infanta de España, se vea ante un tribunal?" Y entonces, los papás, contratan a un carísimo bufete de abogados para que la defienda a usted. Y los movimientos ejercidos por la Fiscalía General del Estado, la Agencia Tributaria y otros organismos, como cortafuegos, desmienten que la justicia sea igual para todos.
El papel de usted es complicado. Quiere mezclar el agua con el aceite, mantener su estatuto privilegiado y conservar al marido. Una mujer con sentido común y responsabilidad histórica, tomaría algunas decisiones como las siguientes: renunciar a sus derechos dinásticos, renunciar al título de duquesa de Palma (título que su marido ha usado como chanza de mal gusto), no aparecer junto a la Familia Real en ningún acto ni oficial ni familiar, al menos con imágenes ante el público (puede ir privadamente a la Zarzuela a visitar a sus padres, derecho que nadie le disputa). Es verdad que usted no puede dejar de ser, oficialmente, Infanta y Alteza Real por ser hija legítima del Rey, aunque para mí es señora Urdangarín, porque ni merece ser  tratada como "Alteza" ni como "Real". Si usted pretende conservar todo lo demás ("después de mí, el diluvio"), es dañar a la Familia Real y, de refilón a su propio hermano, sucesor de su padre. Le está haciendo un flaco favor a él y a la Corona.
Es casi imposible que este escrito llegue a sus manos. Lo escribo como desahogo. Rezo para que usted recupere el sentido común y que su marido acabe donde merece: en la cárcel. Y no se puede imaginar cuánto me gustaría equivocarme pero me temo que el tiempo va a ser inexorable, aunque no lo fuese la justicia. Tenga presente que el pueblo español ni va a perdonar ni va a olvidar. Y como le decía antes, yo soy parte de ese pueblo.