SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

viernes, 23 de diciembre de 2011

JESÚS: CON ÉL LLEGÓ EL ESCÁNDALO


Jesús de Nazaret aparece en la historia de la humanidad en un momento muy interesante de la civilización europea. La República Romana lleva aún poco tiempo convertida en un Imperio cuyas conquistas se extienden por todo el mundo conocido. Las conquistas se han convertido en colonias o en protectorados que tanto da una cosa como la otra. Directa o indirectamente, es el gran emperador quien manda. Las religiones se han multiplicado, los dioses del Olimpo funcionan como clones de los hombres, con todas sus debilidades. Los dioses de Oriente compiten con ellos en sus propios excesos y ritos. El poder político en Palestina está encarnado en diversos "tetrarcas" de postín, que sólo son como "gobernadores civiles" del César Augusto. La religión judía tradicional se fragmenta en diferentes sectas: desde sus propios talibanes (los esenios) hasta sus jerarcas, pontífices, levitas, etc., ritualizados hasta la exasperación. Pero como sucede siempre, el pueblo sigue pobre, ignorante, machacado a impuestos, como si ellos no contaran en la tarta imperial ni en la "pastelería" palestina más que para pagar impuestos. Los dioses no reciben sus plegarias, sólo sus magros óbolos, donativos y sacrificios. Había profetas, falsos mesías que ponían el dedo en todas las llagas (no olvidemos a Juan el Bautista y cómo acabó). Pero nadie fue capaz de traducir en palabras y en hechos una actitud nueva: el amor de Dios justamente por aquellos olvidados del festín. Hasta que aparece Jesús, que sólo habla de AMOR. De un amor nunca escuchado hasta entonces porque iguala a todos los hombres. Un amor que debe luchar por la justicia, por el desarrollo de la persona, por la emancipación de la mujer. Quienes luego lo condenarán a muerte no saben aún que esa sangre se convertirá en catarata liberadora durante siglos y siglos. Nadie podía imaginar que ese niño, hijo de padres tan humildes, al que algunos tomaron por loco al principio, iba a contagiar esa locura comenzando por sus seguidores, que llegarían hasta el martirio por defender ese mensaje. Por eso, al celebrar el nacimiento de Jesús, debemos mirar lo más importante: su mensaje. El resto (los "belenes", las cabalgatas de Reyes Magos, las comidas y cenas de estos días, las compras desaforadas, las uvas de Nochevieja...) son únicamente un "envoltorio" del verdadero regalo: el Amor de Dios a sus criaturas, sobre todo a las más débiles. Y el más débil de todos es ese niño en un pesebre.

sábado, 19 de noviembre de 2011

MARÍA JESÚS VALDÉS EN EL ALBA



Conocí a María Jesús Valdés mediada la década de los años noventa, a través de Juan Carlos Pérez de la Fuente, durante algún ensayo que no logro recordar. Aunque yo nunca la había visto en escena, pues ella estaba retirada desde su matrimonio con Vicente Gil, el médico personal de Franco, no ignoraba encontrarme ante la que había sido primerísima figura del teatro español. Me llamó mucho la atención aquella mujer más bien menuda, con aire tímido, coqueta dentro de la educación más exquisita, prudente, con una mirada llena de ternura. Había regresado a los escenarios, convencida por el productor Juanjo Seoane, para interpretar el papel de la “dama” (la muerte) en La dama del alba, de Alejandro Casona, bajo la dirección del jovencito Juan Carlos Pérez de la Fuente, reposición que yo no alcancé a ver. Volvía con el miedo de no estar en condiciones, de haber sido olvidada. Pero aquello se le pasó pues, la noche del estreno, su primera salida al escenario fue recibida con una ovación. Tiempo después me contaría lo agradecida que estaba a Seoane y cuánto quería a esa especie de “hijo” en que se convertiría Juan Carlos. Lo adoraba, sencillamente. Ahora que ha muerto, algunos pretenden ponerse medallas de haber sido quienes consiguieron su vuelta. Yo conozco bien la verdad verdadera, incluso algunas opiniones personales de María Jesús sobre ciertos nombres conocidos que se jactan de su amistad. Ella admiró profundamente a dos directores teatrales: a José Luis Alonso y a Juan Carlos Pérez de la Fuente. Así, con todas las letras.
Por aquellos primeros años noventa, además de dirigir el Colegio Mayor Elías Ahúja, yo era coordinador de la Muestra de Teatro de los Colegios Mayores. Y, en 1992, organicé un cursillo para estudiantes (uno o dos de cada Colegio), aficionados a dirigir obras, con el fin de que mejoraran sus conocimientos, y que impartió Juan Carlos, con la colaboración de Rosario Calleja, su brazo derecho como persona, como actriz y, más tarde, como jefa de producción (yo opino que también es su brazo izquierdo). Recuerdo que se tomó como base de trabajo Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, de Lorca. Para la clausura y entrega de diplomas, Juan Carlos acudió acompañado de María Jesús Valdés y de María Kosty. Ellas dos trabajaban en La viuda es sueño, de Tono, con otras actrices, como Pilar Bardem (buena actriz secundaria que, entonces, aún no iba de “madre de…”, ni “militante de…”). La foto que ilustra este texto es, justamente a aquella entrega de diplomas. Poco después, fallecía la madre de María Kosty y acudimos varios amigos leales (más bien pocos) a la capilla del cementerio de la Almudena, donde se rezó un responso. Para ir hasta la sepultura, María Jesús subió a mi coche. Pero nos perdimos por los vericuetos de tumbas y cipreses y, tras dar vueltas y vueltas infructuosas, nos volvimos desconsolados al centro. La dejé en su casa de la calle Raimundo Fernández Villaverde y yo seguí hasta la Ciudad Universitaria. En ese trayecto, le conté que su casa estaba edificada sobre unos antiguos chalets, y en uno de ellos (edificado por el arquitecto Fisac), convertido en pequeña residencia de veintitantos estudiantes, yo había pasado mis años más jóvenes. Allí interpreté un papel en Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre.
Con el nombramiento de Juan Carlos como Director del Centro Dramático Nacional, la colaboración con María Jesús se volvió constante, de modo indirecto (por ejemplo, él mismo encargó a Calixto Bieito que dirigiera a la actriz como protagonista de un espléndido montaje de La casa de Bernarda Alba) o de forma directa (La visita de la vieja dama, de Dürrenmatt, Muerte de un viajante, de Miller, Carta de amor, monólogo de Arrabal), todas ellas grandes éxitos, pues a la batuta de Juan Carlos se unía la versatilidad, la clase, la profesionalidad, la categoría de una actriz que se adaptaba a cada papel pero dándole un estilo personalísimo. La recuerdo, también, en obras dirigidas por otros, como El cerco de Leningrado, de Sanchís Sinisterra, un dúo inolvidable con Nuria Espert.
En todos esos años, nunca me faltó su felicitación navideña, escrita con elegante caligrafía. Y vienen a mi mente algunas anécdotas esporádicas. Una mañana en que tomábamos un café en el bar del Colegio Mayor, le señalé discretamente a un colegial al otro lado de la barra, que pocos días antes había perdido a su madre. Ni corta ni perezosa fue hasta él, le dio un par de besos y le dedicó un cariñoso rato de consuelo. Uno de mis colaboradores en el equipo directivo, un palentino alto, delgado, de cabellos blancos, puntualísimo en sus horarios, que paseaba por el jardín de entrada leyendo el periódico siempre a la misma hora, para María Jesús era “alemán”. Estaba convencida de ello. No pocas veces comentó lo educados y cariñosos que eran los colegiales del Colegio Mayor Elías Ahúja. Y se le ocurrió traer a un nieto como residente, idea que Juan Carlos le quitó de la cabeza, pues viviendo el chico en Madrid, era absolutamente innecesario pagar un internado. Del paso de esta gran dama por el Colegio Mayor queda constancia en una foto dedicada por ella en el vestíbulo del teatro, junto a otras figuras de la escena. Espero que la conserven como oro en paño.
Otro día estaba yo en EL CORTE INGLÉS del Paseo de la Castellana, en la sección de perfumería probando el spray de un perfume bastante caro. Una mano tocó mi hombro. Me volví. Era ella. Nos dimos un par de besos. Tomó el frasco probador en su mano y le dijo a la dependienta: “Señorita, un frasco grande para el señor”. Yo me resistí inútilmente. Se empeñó y me lo regaló (desde entonces utilizo ese perfume y siempre me acuerdo de ella). Como iba al supermercado, la acompañé empujando el carrito de compra que luego le enviarían a su casa. Agarrada a mi brazo fue contándome confidencias de la profesión teatral, de la familia Franco y cómo se portaron con su marido, especialmente el marqués de Villaverde. Despidieron al doctor que había adorado y dedicado muchos días a Franco, regalándole un televisor en blanco y negro. Pero ella lo contaba sin rencor alguno. Con la misma naturalidad con que podía
recitar un poema de García Lorca.
Tras el rotundo éxito que Juan Carlos y ella alcanzaron con el monólogo de Arrabal, al primero se le ocurrió que podría encargarle otro monólogo, esta vez de una duración algo mayor. Se trataba de Oscar o la felicidad de existir, de Eric-Emmanuel Schmitt, el mismo autor de El señor Ibrahim o las flores del Corán. Yo no veía muy claro el proyecto, entre otras razones porque su duración era bastante más que la obrita de Arrabal y por María Jesús pasaban, como es lógico, los años. Efectivamente, tras los primeros ensayos en el escenario del Elías Ahúja, hubo que desistir (la obra sería estrenada por Ana Diosdado).
Ya no volví a verla. Me llegaban noticias sobre su estado de salud. Se iba apagando como una candela. Se iba llevando su luz a otros mundos, donde, con ella habrá llegado el alba. Y estará enseñando a los ángeles a recitar el GLORIA IN EXCELSIS DEO para la próxima Navidad.

lunes, 14 de noviembre de 2011

VIAJE



A Purina


Dame tu mano, hermana, para entrar en la góndola.
No temas. Luz de luna amiga alumbrará
cuando el crepúsculo se llene de violines.
No mires a las aguas oscuras del canal
donde rostros de ayer flotaban como cadáveres,
ahogado su dolor de almas en pena.
Yo tengo preparado para ti
un cortejo de damas y galanes
ataviados de seda, terciopelo, encajes.
Podrás reconocer figuras del misterio
bajo sonrisas de porcelana.
Pero no te detengas a mirar
la negra sombra de tricornio y manto.
Seduce a los arcángeles. Los lleva
de quimera en quimera eternamente.
Ya es tiempo de partir. La reina aguarda
con sus lazos azules, al final del trayecto,
donde serás la estrella incandescente
que soñaste cuando niña.

lunes, 17 de octubre de 2011

RELACIÓN ESOTÉRICA CON PÉREZ-REVERTE

Desde hoy, comienza a preocuparme la lectura de los artículos de Pérez-Reverte en su sección "Patente de corso", de XL SEMANAL. Me ha sucedido varias veces que, leído uno el domingo, a los pocos días me sucede exactamente lo mismo. Referiré sólo los dos últimos. En una de sus colaboraciones, fustigaba esos nuevos "servicios" de hostelería, modernísimos lavabos, donde mientras haces tus necesidades, una luz encendida automáticamente tocando un pulsador de la entrada, se te apaga en plena "faena", resultando muy difícil alcanzar de nuevo el puñetero botón, para terminar tus necesidades con cierto decoro. Pues bien: a los dos días fui a la Puerta del Sol a comprar varias cosas y entré a tomar un café en cierta cafetería de reconocido prestigio. Mientras me lo servían fui al urinario, que estaba vacío, toqué la llave mágica de la entrada y, cuando estaba en plena micción, se apagó la luz. Me vi negro para culminar la peripecia y salir de allí airosamente, sin mancharme o chocarme contra alguna de las paredes. Por azar (¿sería realmente el azar?), encontré al brillante escritor en la puerta de EL CORTE INGLÉS, junto a la Puerta del Sol y se lo comenté. Los dos nos reimos a gusto. El domingo pasado, él echaba sapos y culebras en lo que le había parecido muy sencillo de llevar a cabo: aparcar su coche en la puerta de una floristería y entrar para el encargo de unas flores que serían servidas ese mismo día a una amiga residente en otra ciudad importante. Algo aparentemente muy simple, que todos hemos hecho alguna vez, gracias a esas redes de floristería. Había dejado el coche aparcado en forma indebida por tratarse de dos minutos en día festivo y calle sin apenas tránsito. Relataba Pérez-Reverte la "odisea" de la dependienta con el ordenador averiguando si esas flores concretas existían o no en la ciudad de destino. Y lo que parecía un encargo de un instante se prolongó bastante más y Don Arturo, que salió echando "humo" de la tienda, encontró una multa en el parabrisas de su coche. Bien. Esta lectura la hice ayer, domingo. Y hoy yo tenía que sacar un billete de AVE. En vez de ir a la estación de Chamartín, como yo había programado, se me aconsejó hacerlo en EL CORTE INGLÉS de LA VAGUADA, centro comercial junto a mi casa. La agencia de viajes de dicho centro tenía tres filas de pensionistas del INSERSO, dispuestos a solicitar excursiones y viajes. En mi fila, un viejecito insistía en saber si el hotel de Ibiza ofrecía menú para celíacos; en la de al lado, una señora muy mayor refunfuñaba que si el hotel asignado en Benidorm no tenía "karaoke", prefería viajar a La Manga del Mar Menor, pues el hotel de esta playa sí lo tenía, por haberlo disfrutado en una ocasión anterior. Pasaron más de treinta minutos hasta que me llegó el turno. La empleada, muy amablemente me pidió todos los datos del billete de ida y vuelta en AVE. Pero el ordenador no le hacía ni caso a la joven, que tecleaba cada vez más nerviosa inútilmente. "Renfe está colgada", me decía con desconsuelo. Sus mandíbulas mascaban chicle al ritmo que sus dedos (de uñas pintadas con un rojo próximo al negro) tecleaban con desesperación. Se cambió varias veces de ordenador. Nada. Al fin, Renfe se dignó "descolgarse" y apareció en pantalla. Una vez obtenido el billete, le di mi tarjeta de banco. Nuevos nervios de la dependienta. "Nuestro sistema de cobro no responde". Total, que tras quince minutos, estábamos como al principio y sugerí irme a un cajero, sacar yo el dinero y volver allí a pagar en efectivo, como así tuve que hacer. Una gestión de cinco minutos se había convertido en más de cuarenta y cinco minutos entre unas cosas y otras. Mejor me hubiera ido si me hubiese desplazado a la estación de Chamartín, leyendo tranquilamente en el metro. Y me pregunto: "¿cuál será la próxima aventura que leeré al autor de Alatriste antes de que me suceda a mí?" "¿deberé seguir leyéndolo y dejar que actúe solo el destino?" "¿es el azar o es don Arturo que, como un mago, me ha lanzado un sortilegio?". No lo sé, pero parece cosa de encantamiento. Y, como dijo un anciano de mi pueblo, de los que se sientan al sol de los bancos de la plaza sin salir de casa con el INSERSO, "más vale creer, que ir a averiguar".

viernes, 15 de julio de 2011

BIENHECHOR DESCONOCIDO



El pueblo español, a diferencia de otros pueblos europeos, ha sido poco dado a investigar, conservar, estudiar, incluso a leer, su propia historia. Al español, más que conocer su pasado para interpretar su presente y prevenir su futuro, le interesa protagonizar su presente (aunque sea a mamporrazos con el vecino de al lado), reescribiendo su pasado para construir un futuro incierto. Salvo honrosas excepciones, la biografía ha sido una "cenicienta" dentro de la ciencia de la Historia. Aún recuerdo los años de mi adolescencia cuando devoraba biografías (algunas inolvidables) prácticamente siempre escritas por ingleses o franceses. Cuando tiempo después me interesé por las revistas de Historia que divulgaban sucesos y personajes, Historia y Vida era una isla de publicaciones (luego vinieron otras, como Historia 16), mientras en Inglaterra Francia llevaban muchísimos años de rodaje colecciones enteras de biografías y revistas como History o Miroir de l'Histoire, respectivamente. También en esto llevamos un retraso abismal con el resto del continente.
Por unas razones o por otras, la biografía ha sido entre nosotros como la "cenicienta" del cuento. En los últimos años han proliferado, eso sí, biografías y memorias de personajes políticos de la democracia, incluso biografías noveladas. Y es de desear que nuevos historiadores nos recuerden, de forma sosegada, quiénes fueron nuestros antepasados.

Por ello, cuando me hice cargo de la Dirección del Colegio Mayor Elías Ahuja de Madrid, por nombramiento del Rector D. Gustavo Villapalos, sabía de Elías Ahuja lo mismo que bastantes de mis predecesores: nada. Durante un viaje a Cádiz y El Puerto de Santa María, anduve curioseando sobre su figura y encontré muy poco que aprender. Tomé fotos en las fachadas de sus casas en Cádiz (en la que nació y también en la que ocuparía a su regreso de América) y en la de El Puerto, por entonces en restauración. Más tarde, con motivo de participar invitado en un encuentro de poetas en la Fundación Rafael Alberti, de la ciudad de El Puerto, conocí al joven Manuel Martínez Cordero, quien me mostró cómo ya llevaba adelantado un boceto de biografía bien fundada en documentos preliminares y dispuesto a caminar con paso firme hacia una meta desconocida. Por tanto, al saber recientemente que tenía en imprenta el libro sobre Don Elías Ahuja y Andria, el prócer gaditano al que su propia tierra sólo le había dedicado una enorme plaza en El Puerto, sentí una curiosidad ilusionada. El libro abarca 133 páginas, en un alto porcentaje de documentación reproducida, avalada con bastantes fotografías. Estas últimas, por ser antiguas y reproducidas a veces en gran tamaño (la doble página) aparecen con una retícula que les resta nitidez. Pero a través de la información textual y gráfica, Elias Ahuja durante la lectura, iba pasando de ser una sombra a convertirse en una figura muy atractiva por su carrera, su carácter emprendedor, su altruismo generoso, discreto, prudente, magnánimo, responsable en aquella España mísera tan diferente a los Estados Unidos donde él había crecido en su juventud. Sus fotografías, con ese pelo blanco, siempre bien trajeado, me lo acercaban más a la imagen de un lord inglés que a la de un "señorón" español de su tiempo.

El libro podría haberse completado describiendo con mayor amplitud el panorama social de la provincia, incluso de Andalucía entera. Pero eso habría retrasado y encarecido la edición de la obra.

Elías Ahuja vive en una España empobrecida pero que, bajo la aparente paz, cuece una olla a presión que explotará bien pronto y le obligará a volver de inmediato a los Estados Unidos para morir allí. Su persona había recibido honores y distinciones, pero también la maledicencia, incluso la calumnia, y se preparaba su persecución. Hizo bien en volverse a América, su segunda patria.

Con EL BUEN SAMARITANO. ELÍAS AHUJA, Manuel Martínez Cordero ha puesto la primera piedra, el sillar básico, para quienes deseen conocer en el futuro, investigar o redactar tesis doctorales, sobre un gaditano singular, generosísimo con su provincia. Muchos de los jóvenes que han pasado por el Colegio Mayor Elías Ahuja tendrán en él bastante que aprender: en la dedicación al trabajo pero igualmente en la imprescindible integración donde siguen existiendo desfavorecidos. Ningún directivo, ningún universitario podrá excusarse en la ignorancia cuando resida en ese centro universitario. Como decían los faraones del Antiguo Egipto, "que así se escriba y así se cumpla".

sábado, 25 de junio de 2011

CORPUS CHRISTI EN TOLEDO






En Toledo, "la fiesta", por excelencia, no es la Navidad, ni el Año Nuevo, ni la Pascua de Resurrección. Es el Corpus Christi. Toda la ciudad se echa a la calle formando una multitud que aumenta porque llegan de la provincia, de toda España y del extranjero muchos curiosos, turistas y fieles para contemplar este acontecimiento. La "fiesta" comienza en la víspera porque, ya adornada como una novia que mostrara su ajuar, la ciudad luce sus galas por todo el trayecto procesional del día siguiente: arcos de flores, romero y tomillo, faroles, balcones cubiertos con reposteros, mantones de Manila, banderas españolas y de la ciudad... Y, al atardecer, desfila un cortejo de músicos, gigantes, cabezudos y tarasca, para alegría de transeúntes, especialmente de niños que miran embobados su paso lleno de colorido, alegría y ritmo. Recorrer esa noche un Toledo tan iluminado, "que reluce más que el sol", es un privilegio, pero un privilegio doble, como fue mi caso, en compañía del joven Héctor, cultísimo, educadísimo arquitecto, que parece salido de una novela de Mujica Laínez. Tuve un guía y un anfitrión de lujo.


Al amanecer, se saca la impresionante colección de tapices de la catedral (propiedad de Patrimonio Nacional), para garantizar que no les suceda nada, y se cuelga sobre los muros de piedra del enorme templo, decorando más aún si cabe, el trayecto más noble.


Desde que la iglesia instauró la fiesta del Corpus Christi, allá en 1208, difundida por teólogos y Papas, por milagros en torno a la Forma Sagrada, fue la propia Iglesia quien se esmeró en cuidar su rito, su liturgia y hasta su boato. La mejor forma de hacer visible al pueblo (ya que no comprensible) el misterio de la presencia de Cristo en la Eucaristía, era publicitar su adoración, convenientemente acompañada de un culto externo aparatoso y solemnísimo en la procesión. Los autos sacramentales, representaciones de teatro en torno a la procesión, explicarían al pueblo el misterio eucarístico de un modo plástico. Y los cánticos ("Cantemos al amor de los amores/cantemos al Señor/gloria a Cristo Jesús....") han pervivido en la memoria colectiva del pueblo fiel.


La festividad del Corpus Christi en Toledo es la más aparatosa de todo el mundo. Su archiconocida Custodia, en la cual se exhibe la Sagrada Forma, desfila por las sinuosas calles de esa ciudad ya de por sí hermosísima, acompañada de autoridades civiles y militares, de clero secular y regular, de Órdenes religiosas y militares, de cofradías, de miembros del ejército, constituyendo un espectáculo grandioso e impresionante. No sólo por el variadísimo colorido y fulgor de los ornamentos del cardenal-arzobispo, de sacerdotes, diáconos, subdiáconos, seminaristas, monaguillos... (casullas, dalmáticas, sobrepellices), sino por la variedad tan vistosa de capas blancas, cogullas rojas, verdes o marrones, gorros, birretes, mantillas negras, estandartes escarlatas, uniformes militares de gala de todas las armas, alabarderos que parecen escapados de la Historia, con sus terciopelos y gorros, pero también por los perfumes mezclados del tomillo y el romero con el incienso quemado en incensarios de movimiento pendular, que hacen ver los bordados en oro, los encajes y los terciopelos a través del humo perfumado, como algo de otro mundo, escapado de un lienzo antiguo o tal vez de un sueño. Voltean las campanas, se escuchan salvas de cañones, llueven miles de pétalos blancos arrojados desde los balcones... Para el mero turista, el paso de la Custodia, largamente esperado al final del cortejo, puede ser el desfile en torno a un emperador. Para el creyente, la contemplación de la Eucaristía en su apoteósis es un golpetazo a sus creencias más profundas. Y el vello, a pesar del calor, se le eriza. Porque llega en su trono el nexo entre Dios y los hombres, el misterio de los misterios, y pasa por delante de él: "amor por siempre a ti, Dios del Amor".

martes, 14 de junio de 2011

VACACIONES EN DONGA






Voy a pensar seriamente en pasar mis próximas vacaciones en Donga, país africano del que no tenía la menor idea pero tras leer el nuevo libro de Alfonso Vázquez Livingstone nunca llegó a Donga (Ediciones Rey Lear, 2011), siento una enorme curiosidad. (Esta obra ha sido dedicada por su autor al Colegio Mayor Elías Ahuja, donde afirma haber aprendido mucho de humor y de teatro, lo que nos hace suponer también cualquier otra asignatura inconfesable). Por si fueran poco sus 133 páginas en formato de bolsillo, aptas para solazarse mientras se viaja en metro, la obra viene precedida por un prólogo de Luis Alberto de Cuenca, viajero impenitente como todo el mundo sabe, quien ya visitó la ex-colonia británica en los años 70 del pasado siglo. Un reino tan sabiamente regido en forma de matriarcado, que ha sabido conservar muy diversos tesoros de sus civilizaciones pasadas, como la Estela de los agachados; un lugar donde la tolerancia religiosa admite que la iglesia anglicana local sea la única en el mundo que celebra la Semana Santa con suntuosas procesiones (cuya cofradía más famosa es la conocida como El regateo que escenifica cómo Judas pide cien talentos por traicionar a los suyos y un sargento romano se echa las manos a la cabeza). Será cosa de organizar mi viaje para no perderme este desfile y, más aún, si coincidiera con el espectáculo nocturno de la danza de los escrotos fluorescentes. Con esta guía tan completa, cuya lectura aún no he concluído, me apresto a buscar en google un billete de Donga Airways, con destino a New Strawberry Fields, la capital de esta antigua colonia británica, comprarme un taparrabos para no llamar la atención allí y una lata de nivea en tamaño familiar.
Para que Cervantes llegase a escribir la espléndida parodia de las novelas de caballería (creando el nuevo género de la novela moderna), tuvo que leer previamente muchas narraciones de dicho género. Más aún, gustaba de las buenas novelas con protagonistas caballeros andantes por tierras ignotas, enfrentados a misiones casi imposibles, para rescatar a princesas de belleza y virtud casi ideales. Más tarde se extendió por Europa la sed de los viajeros buscando lugares exóticos. Franceses, ingleses, alemanes, algunos italianos y poquísimos españoles, se lanzaron a diligencias y barcos hacia países o mundos desconocidos, bien pertrechados de cuadernos donde anotar sus descubrimientos. Y así nació la "literatura de viajes". Alfonso Vázquez, viajero y lector compulsivo, aporta mucho más que un granito de arena a un género aún en mantillas entre nosotros, sino toda una duna movediza y resbaladiza con este libro ilustre e ilustrado (en todos sentidos) y que aún no sé si colocar entre mis guías turísticas o junto al Quijote. Tengo que llamar a Luis Alberto para que me ayude a situarlo. De momento lo tengo muy cerca de La Codorniz.

domingo, 12 de junio de 2011

HAZVERSIDADES








He tenido que acceder a la reiterada invitación del escritor Jaime Alejandre (ex-alumno y sin embargo, amigo) para leer unos poemas míos en su ciclo de recitales en el café Libertad 8 de Madrid. Había aplazado mi compromiso, pero los aplazamientos traen consigo que el tiempo corre y llega la nueva fecha. Así que me dije: "adelante con los faroles y que sea lo que Dios quiera". También me daba cierto apuro que se editara el librito que va adjunto al recital para que los fieles del ciclo "HAZVERSIDADES" (un título muy de Jaime Alejandre) me tengan a mí como un estrambote de bisutería entre tanto oro y platino. El día 8 de junio, a las 8 de la tarde, en el café Libertad 8, de la calle y número como su nombre indica, acudí con mi carpetilla y leí como pude en un estrado ante un montón de personas, varios poetas que admiro y algún joven del que, pasado el tiempo, oireis hablar si no se malogra: Agustín Ostos. Espero que no sea abducido por otras seducciones y siga formándose, viajando y escribiendo. Allí leí en último lugar el poema "CUATRO COMETAS", que estrené esa tarde aunque ya había aparecido en el comentario anterior de este blog.


Jaime Alejandre, vestido de beduino como puede percibirse en la foto, hizo una entrañable y desmesurada presentación mía. Ya se sabe que Jaime es así. Como dicen ahora, "se pasó tres pueblos" en elogios y en tiempo. Me había comentado que tardaría tres minutos y se entretuvo por lo menos quince en mi exaltación.
Sentí una sensación extraña. Nunca me ha gustado releer lo que escribo. Y menos aún en público. Mis propios textos me producen enorme aburrimiento. Todavía más cuando se trata de versos escritos hace tiempo y, para mayor inri, delante de un público. Pero, aparte de varios poetas de prestigio (algunos me felicitaron después, supongo que sinceramente y no obligados por la cortesía), el público era "adicto", o sea, amigo. Y aplaudieron con cariño. Después firmé ejemplares, nos tomamos en pequeño grupo unas tapas con varios jóvenes amigos y me volví a casa. Juan Carlos Pérez de la Fuente, que había estado al principio, no pudo quedarse porque participaba a esa hora en la sección de un programa de la COPE que lleva Luis Alberto de Cuenca. Y uno y otro tuvieron la gentileza de dedicarme varias "flores" en las ondas. Quienes me animan a publicar el libro inédito Interior bodega ignoran que yo quiero dejarlo inédito. Por el momento me interesa más la prosa. Mi autocrítica me dice que es mejor así.

miércoles, 8 de junio de 2011

CUATRO COMETAS







El día 8 de junio, a las 8 de la tarde, he realizado la lectura de una selección de mis poemas, en el Café Libertad 8, situado en la calle y número del mismo nombre, en Madrid. Jaime Alejandre, escritor y coordinador del ciclo hizo una cariñosa y desmesurada presentación de mí, con esa generosidad y talento que él pone siempre en aquello que quiere. A la misma hora, en la COPE, Luis Alberto de Cuenca leía un soneto mío en el programa "La linterna". Entre los poemas seleccionados, leí en último lugar el más reciente, Cuatro cometas, en recuerdo de esos cuatro jóvenes que, en distintos lugares y tiempos, nos fueron arrebatados en accidentes. Eran cuatro soles del universo universitario del Colegio Mayor Elías Ahuja, donde yo los había admitido, los traté, los quise... y su ida ha dejó un hueco irrellenable en mi corazón. Transcribo en este blog el poema para ver si mi desconsuelo se mitiga al compartirlo.







CUATRO COMETAS






In memoriam







Qué le respondo al sol si me pregunta


por sus cuatro cometas de parchís,


aquellas cuatro risas voladoras:


glauca, turquesa, verde y escarlata.


Le puedo responder que un dios jupiterino


precisaba coperos,


pero no sé si admite mentiras de trabajo temporal.



Hoy la verdad es un espejo roto


y el mío me devuelve cuatro ausencias.


Le diré que el narciso


pereció sobre nieve,


dejando su chaqueta colgada de un carámbano.


Le puedo argumentar


que a un río lo llamaban Carlos


pero también a la amapola humilde


que dejó sangre entre los surcos secos.


Tal vez, con disimulo,


resuelva la cuestión sobre los tréboles


con que Javier vestía de esperanza el mundo


o los silencios de Daniel, azules


pensamientos,


mientras corre veloz camino de su muerte.


Habré de responder al sol si me pregunta


que mis labios quedaron cosidos para siempre


y mis ojos contemplan


cómo tiran del carro de la luna cuatro alazanes blancos


en las noches anónimas.








domingo, 1 de mayo de 2011

HOMENAJE




Desde que recibí la tarjeta-programa de invitación, me comenzó el desasosiego. Ver una foto mía con una breve biografía, llenando la tercera hoja del tríptico, me ruborizó. Días antes del evento, hilos sueltos de conversaciones me producían desasosiego. Pero nadie soltaba prenda. Desde la víspera me comencé a poner nervioso pues por azar descubrí la posibilidad de que mi hermana, residente en Sanlúcar de Barrameda (que había estado en Madrid diez días antes) se hubiera vuelto a desplazar a la capital. Cuando el sábado, día 30 de abril, una hora antes del comienzo de la ceremonia la encontré en el Elías Ahúja, con Isabel (ex-gobernanta y amiga común), también desplazada, la inquietud pasó a nerviosismo. Pero era tarde: Don Antonio Garrigues Walker, con su esposa, el Provincial, Directores de Colegios Mayores amigos, ex-subdirectores (José Jaime, Miguel Ángel, Abel, Pedro...), ex-colegiales con su Junta Directiva (entre ellos, el que fue primer Presidente de la Asociación, Manolo Fornos, que vino desde su Galicia), amigos leales (Cristina Ferreiro llegada desde Córdoba), colegiales y familias venidas a la imposición de becas de sus hijos... impedían que me volviera al coche y saliera corriendo. Entramos al salón de actos. Me sentaron junto a la promoción que iba a tomar la beca, con chicos a los que tengo mucho cariño pues los admití yo hace cuatro años. En el centro del escenario, el piano de cola tapado de blanco. Y en las paredes laterales del teatro, dos enormes pantallas. Comencé a sudar. El Director hizo un breve y estupendo discurso, con claridad de ideas sobre lo que es ser colegial de ese centro, aunque se le fue la mano generosamente sobre mi persona. Después, don Antonio Garrigues Walker, Presidente de la Fundación Elías Ahuja, hizo otro discurso (también excesivo en elogios hacia mí) del que me gustó mucho cómo vio la perspectiva futura del joven universitario. Y, apagadas todas las luces... ¡Dios mío! una proyección inició un recorrido por textos en prosa y en verso de mi obra, recitados, leídos, a modo de ensayos en diferentes puntos del Colegio, por personas que carecen de experiencia teatral pero maravillosamente interpretados: la administradora, un cocinero, un antiguo subidirector, mi amiga Rosario, colegiales, el subdirector actual, un grupo de improvisados y voluntarios actores, técnicos, iluminadores... dirigidos por uno de los mejores directores teatrales de España: Juan Carlos Pérez de la Fuente. Lo más asombroso es que éste último, durante los días anteriores, estuvo ensayando LA REVOLTOSA en el Teatro del Canal y acababa sus trabajos por la noche, con lo cual ensayaban mi homenaje en distintos rincones del Elías Ahúja a altas horas de la noche. Algo impresionante, impagable e inmerecido por mí. Al no poder asistir al estreno de mi homenaje en persona (pues LA REVOLTOSA se estrenaba el mismo día y a la misma hora que el acto del Colegio Mayor), Juan Carlos decidió hacerlo en proyección. Un recorrido por mis textos acompañado por el colegial-pianista Daniel Rivera, espectáculo proyectado que acababa con elogios hacia mi persona de todos los participantes en el espectáculo, incluidos Rosario Calleja y el propio Juan Carlos Pérez de la Fuente.

Después, el Director me impuso la beca, con todo el salón aplaudiendo de pie y me invitó a pronunciar unas palabras, que yo tenía previstas, por si la emoción me impedía improvisar:



"Cuando el Director me comunicó que se me había concedido la Beca de Honor, me sentí muy honrado, pues una cosa es lucirla institucionalmente y otra, tener derecho a llevarla en el futuro, espero que con la mayor dignidad posible. Inmediatamente pensé que, en buena lógica, debería cortar esta beca en trocitos y repartirla entre las personas que tanto me han ayudado, enseñado y colaborado durante veinte años. En primer lugar, los diferentes Provinciales que confiaron en mí; en segundo lugar, a Don Antonio Garrigues Walker, Presidente del Patronato, que me ha venido distinguiendo con afecto y amistad. En tercer lugar, a muchos compañeros Directores experimentados o incorporados más tarde, quienes con su veteranía o su juventud, me enseñaron tantas experiencias.
De puertas adentro, no puedo olvidar a varios hermanos agustinos, que han arrimado el hombro generosamente, sobre todo, a quienes formaron parte de los sucesivos Consejos de Dirección. También llevo en mi corazón a la administradora, gobernantas, empleados, que me han hecho llevadero el trabajo con tanta generosidad en sus diferentes labores.
Pero comprenderán que la mitad de mi corazón esté con los muchísimos colegiales que he conocido: atentos, serviciales, cooperadores, simpáticos, que como tales colegiales o como delegados hicieron posible que nuestro Colegio Mayor sea conocido en la Ciudad Universitaria por la calidad de sus actividades, por su corrección y comportamiento con todo el mundo, por su hospitalidad incluso con los desconocidos. Y también todos comprenderán que de esos muchos cientos de jóvenes, declare mi cariño casi paternal por seis de ellos, que asumieron ser subdirectores, en una tarea ingrata, incómoda y no siempre comprendida por algunos de sus compañeros. Ser subdirector de nuestro Colegio Mayor es una cruz más que un premio. Y como no podía traer aquí a los seis como padrinos (hubiera parecido una guardia pretoriana), le pedí esa función a Abel Jiménez, no sólo por la brillante trayectoria de sus servicios al Colegio, sino porque encarna fielmente la condición de “ahújo” y porque, todo hay que decirlo, fue el subdirector con quien más me peleaba.
En fin, me siento conmovido y puedo decirles que estoy disfrutando mucho, entre otras cosas, porque después de veinte años viendo la ceremonia desde el estrado, al fin la contemplo desde el público. Muchas gracias."




Terminada la ceremonia, entonado el "Gaudeamus" y después de posar con la promoción, pasamos a la cena, que resultó exquisita. Es un momento que siempre organizan muy bien la administradora, la gobernanta y el jefe de cocina. Don Antonio Garrigues y su mujer se quedaron a compartir la mesa (hecho muy infrecuente) y les gustó tanto el menú que él no creía que se realizara en la cocina del Colegio Mayor y pasó a la cocina a saludar a los cocineros. Mientras tanto, cayó el telón de LA REVOLTOSA en el Teatro del Canal y Juan Carlos con Rosario se vinieron rápidamente a compartir mesa, risas y brindis con nosotros. Fue una noche inolvidable donde pude disfrutar dando y recibiendo el cariño de tantas personas que siguen formando parte de lo mejor de mi vida.



(En cuanto tenga una foto actualizadade ese día, la pondré en el artículo; mientras tanto, valga esta de hace años, con la beca del Colegio Mayor)














































































































jueves, 28 de abril de 2011

ATENTADO EN MARRAKECH







Los periódicos han dado cuenta de que el atentado sucedido casi al medio día de hoy, 28 de mayo, en el café Argana, de la famosa plaza Yemaa el Fná, ha producido hasta ahora, la muerte de 14 personas (11 de ellas turistas) y 23 heridos. A la espera de nuevos datos, se imponen varias reflexiones. La primera de ellas, por obvia, es que parece realizado por alguna fuerza que quiere impedir el proceso democratizador del régimen, empujado a iniciar reformas que han venido reclamando las manifestaciones de estos últimos meses, en paralelo con las ocurridas en diversos países árabes. Dichas manifestaciones, a día de hoy, han sido pacíficas y autorizadas o permitidas por el propio gobierno.

Cuando se menciona la palabra "régimen" aplicada a Marruecos, se incluye un complejo sistema que va mucho más allá de la jefatura del Estado, del gobierno y del Parlamento. Las dos últimas instituciones, elegidas por votación popular, se constituyen mediante complicadas "maniobras" por parte de los propios partidos (aún existe muchísima compra de votos), partidos donde abunda la gerontocracia y, tras las votaciones, la larga mano del rey, que puede nombrar al jefe del gobierno y a varios ministros completamente "a dedo". Por eso, se dice que los partidos políticos apenas tienen peso en la sociedad y sí lo tienen en cambio las ONGs religiosas (evito la palabra islamista a propósito), que son las que, a la postre, ayudan a los ciudadanos en sus necesidades.

Paralelamente a este sistema que parece democrático, existe el makhzén (pronunciado majzén), compuesto por miembros de la familia real, militares de alto rango, oligarcas de poder económico y asesores y consejeros nombrados directamente por el monarca. Los consejeros vienen a constituir un "gabinete en la sombra" con poder real, nunca mejor dicho. Parece ser que el propio makhzén fue quien frenó los impulsos de Mohamed VI al principio de su reinado, pretendiendo "modernizar" la monarquía. El poder del makhzén está presente en todo: agricultura, industria, banca, pesca...

Las recientes revoluciones en los países árabes han estallado en repúblicas gobernadas por presidentes que antes o después han sido sucedidos por alguno de sus hijos. En cambio, no ha sido así en Jordania y en Marruecos (obsérvese al respecto que el presidente de Argelia no tiene hijos). Pero a mayor abundamiento, el malik (=rey) de Marruecos es emir-al-mamounin (príncipe de los creyentes), algo parecido a la reina de Inglaterra al frente de la Iglesia anglicana. De modo, que una revuelta contra el rey sería una revuelta contra la autoridad religiosa. Y hoy por hoy, la jefatura del Estado no está cuestionada en nuestro vecino del sur, aunque sí se cuestionen los modos de gobernar según la última Constitución, que necesita un evidente cambio.

Sigamos con el atentado. Ha sucedido en un café situado en el mejor sitio de la plaza, pero a una hora muy temprana en que había pocas personas. Una bomba a las 5 de la tarde habría matado a cientos de turistas, ya que su clientela es mayoritariamente de extranjeros. Los organizadores del atentado no han querido hacer una matanza, sino dar un aviso. Pero curiosamente ese café se encuentra a tan escasos metros de la gendarmería de la ciudad, que raro es si no saltaron por los aires algunos cristales de sus ventanas. Y también me resulta raro que estando la plaza y el zoco vecino de la ciudad tan llenos de policías de paisano y de confidentes, ni ellos ni los servicios secretos (entre los mejores del mundo) hayan detectado nada previamente. Los organizadores del atentado han querido dar solamente un aviso pero llamando la atención del mundo entero en estas fechas de sensibilización hacia cuanto viene del mundo árabe.

¿Beneficia este atentado a los manifestantes que reclaman cambios? No. En absoluto. Estamos ante reclamaciones que nacen entre los jóvenes descontentos, como ha sucedido en sus países vecinos y en un país mayoritariamente joven aunque sin futuro. De momento, me temo que el régimen marroquí se va a sentir legitimado para actuar con mano más dura en la previsibles manifestaciones venideras, con el pretexto del supuesto "islamismo" causante de esta matanza. Es posible que con ese pretexto, se acaben incluso las manifestaciones. Y si hay que preguntarse, como en las novelas policíacas después de un asesinato: "¿a quién beneficia?", la respuesta es doble o triple: a los que no quieren los cambios, ya sea de fuera del régimen (Al-Qaeda y su franquicia) o dentro del propio régimen. Si elegimos esta segunda opción, nos encontramos una estrategia también doble: la persecución indiscriminada de movimientos islamistas dentro del país (como pasó tras el atentado de Casablanca) y justificar así una mayor represión, lanzando un mensaje al mundo: "esto es obra de islamistas y por tanto, nos vemos obligados a reprimirlos para guardar las espaldas a Europa". La política del Reino de Marruecos es tan laberíntica, opaca y astuta (recordemos el incidente de Perejil y los réditos publicitarios que obtuvo) que a mí no me sorprende nada de nada. Un amigo marroquí me definió a su país diciendo: "es la cultura del simulacro" y un cónsul español en Casablanca, me comentó: "aquí nada es probable, pero todo es posible".

Finalmente, he querido acompañar el texto con una foto de la plaza, aunque lamentablemente una sombrilla tapa al café Argana, pero sí puede verse el edificio de la gendarmería, justo al lado a la izquierda.

sábado, 5 de marzo de 2011

A LOS PIES DE ALFONSO VÁZQUEZ


Algunos autores de comedias, guionistas de cine y televisión opinan que hacer llorar es más fácil que hacer reir. Quizá por ello, en las series televisivas cómicas se ha impuesto la intermitencia de unas risas enlatadas que ayuden al espectador a reir. Si la risa es difícil de obtener, la sonrisa (por paradójico que parezca) es todavía más difícil. La risa es provocada por el chiste, la burla, la parodia y viene del vientre (a veces, del bajo vientre). Y no digamos la risa del español, que se dispara muchas veces ante la desgracia ajena. La sonrisa es provocada por el humor. Y el humor no nace en el corazón ni en el estómago, sino en el cerebro. Cuando Miguel Mihura afirmaba que el humor es la pluma que adorna el sombrero, decía verdad. El sombrero es la realidad. La pluma, en él, le otorga esa "desviación", ese toque de diversidad que nos sitúa en que algo es posible pero inverosímil, "al filo de lo imposible" como López Rubio tituló una serie televisiva firmada por él. No recuerdo si era Edgar Neville quien aseguraba que el humor parte de la base de que "las cosas sucedan de otra manera". Jardiel Poncela, enciclopedia del humor, aunque el suyo sea descoyuntado por absurdo, a veces se fijó en personajes históricos para colocarlos en situaciones insólitas. De novelas mucho más recientes, me acuden a la memoria dos narraciones del humor sutil al que me refiero: la novela Pantaleón y las visitadoras (1973), de Mario Vargas Llosa, y El asombroso viaje de Pomponio Flato (2008), de Eduardo Mendoza, esta última un cruce de novela histórica, policíaca, hagiografía y parodia de todas ellas. Pues bien: en esa línea se desenvuelve la novela Viena a sus pies, del malagueño Alfonso Vázquez, que ha merecido justamente el PREMIO BOMBÍN DE NOVELA CORTA DE HUMOR, concedido por unanimidad de un prestigioso jurado.

Estamos acostumbrados a imaginar al emperador Francisco José de Austria como alguien imponente, casado con Elisabeth, la Sissi que el cine nos dio almibarada en el cuerpo de Romy Schneider, figuras desdichadas de la Historia (el suicidio de su hijo y heredero, el asesinato de la emperatriz, las tensiones con Hungría), la proximidad del primo Luis II de Baviera (otro rey de fatal destino), etc. etc. Pero nos cuesta pensar que aquel emperador sufriera unos callos "dignos de la Exposición Universal de París". O que el autor nos zarandee con la alusión a María Vetsera como la "pelandusca" que se ligó al heredero. Los nombres propios de aquella corte evocan grandes palacios, músicos de peso en Europa (Wagner, Mahler, Verdi...) o valses románticos (Strauss). Por ello, la narración de Alfonso Vázquez da una vuelta de tuerca y se fija en la misteriosa muerte, entre homicidio casual y asesinato bien planificado, del doctor Carl Joseph Oltman, podólogo de Su Majestad Imperial y, por ende, un largo etcétera de cortesanos, altos militares, quizá prelados y alguna abadesa.
Desde el 16 de junio de 1904 fecha de la muerte del ilustre podólogo, atropellado por un Rolls Royce que circula a la vertiginosa velocidad de treinta kilómetros por hora, en la céntrica avenida Ringsrtasse de Viena, Antón Kraus, discípulo del difunto, emprende una investigación en la que irá atando cabos, desvelando trapos más o menos sucios, que captan la atención y la sonrisa sostenida del lector. Alfonso Vázquez sabe dosificar los ingredientes, describir ciudad, campo, personajes, situaciones, de modo que tiene al lector en vilo hasta la última página. El buen conocimiento del terreno (de la Historia, de la ciudad, de los ambientes) no impide la licencia de alguna inexactitud histórica (raro es que un Rolls estuviera suficientemente comercializado en 1904, año de la creación de la marca, para que el músico Mahler ya hubiera adquirido uno). O que, en vez de "Majestad", como manda un protocolo imperial, se use el tratamiento de "Excelencia". Con dominio, pues, del territorio narrativo y del lenjuaje, Alfonso Vázquez va levantando alfombras en el pasado del difunto y en el de los demás personajes, llevándolos y trayéndolos, como una especie de "danza de la muerte" o racimo de cerezas humanas para solaz del lector. Tuve la fortuna de descubrir las dotes literarias de Alfonso Vázquez tempranamente, cuando, siendo un joven recién terminada su carrera, me envió el relato de un huracán en las playas del Caribe, que le pilló en plenas vacaciones. Años después me envió su libro Teoría del majarón malagueño (2007), que yo recomiendo a todos los andaluces, y me convenció de que llegaría muy lejos. Pues bien: ya ha llegado. Esta es la novela para regalar y quedar bien con todo el mundo (yo se la he regalado a mi podóloga). No acabo de escribir este comentario y me llega la noticia de una nueva obra en la misma editorial. Me quito el sombrero. O, mejor, me quito el zapato.

domingo, 6 de febrero de 2011

FLORES CORTADAS


Cuando llegué como nuevo Director al Colegio Mayor Elías Ahúja, justo durante la madrugada en que íbamos a celebrar la Fiesta de Apertura del curso, falleció repentinamente un colegial, víctima de edema pulmonar fulminante. Este hecho imprevisto y luctuoso me afectó tanto, que siempre temía la llegada de las fiestas. Luego vinieron otras muertes trágicas de jóvenes colegiales: José Luis Sanz, mientras intentaba salvar a un niño en peligro sobre las blancuras de Sierra Nevada, Daniel Freire, atropellado por un taxi cuando cruzaba una calle madrileña haciendo footing, y así varios ex-colegiales, hasta la muerte trágica de Javier Zurita, fallecido a sus 36 años en un accidente de aviación lejos de España. Deja una joven viuda, tres niños pequeños, una madre desconsolada (que perdió trágicamente hace tres años a otro de sus hijos y el año pasado al marido víctima del cáncer), pero, sobre todo, Javier nos ha impactado a todos los que conocimos su nobleza, su deportividad, su optimismo, su buen compañerismo. Ocupaba un cargo de relevancia en una banca londinense, donde trabajaba y se veía con otros compañeros del Colegio Mayor. Todos hemos quedado consternados por una pérdida tan inesperada de una persona tan querida.



Quienes hemos conocido de cerca la convivencia en un Colegio Mayor, especialmente en el Elías Ahúja, sabemos los lazos apretados de cariño y fraternidad que se tejen entre jóvenes tan llenos de vida, que hacen esperar de ellos una larga y fecunda existencia. Pero olvidamos que la vida no es otra cosa que un jardín donde las flores no sólo se mustian por el paso del tiempo sobre el mismo tallo, sino por el tijeretazo implacable de la muerte, que a veces corta sin misericordia cuando menos lo esperamos. Todos ascendemos por unas escaleras mecánicas (cada uno la suya) pensando que el piso al que subimos aún está lejos. Cada flor aporta poco o mucho al jardín, según su naturaleza: diferente color, diverso perfume y, también, dispares condiciones de suelo, riego, orientación, humedad. Cada uno de nosotros tenemos nuestro propio ciclo vital que dejamos cumplido o medio vacío, según hayamos sabido llenar, como decía Kipling, "el minuto incierto de sesenta segundos que llevan al cielo". Nuestros nombres (Ángel, José Luis, Dani, Javier...) ya no son más que el nombre frío en una placa mortuoria, como sus cuerpos (aquellos cuerpos que vimos correr en una cancha de baloncesto o de rugby o estudiando en un aula o tomando unas cañas en el bar) ya son simplemente restos orgánicos. Nuestros jóvenes ya no están ahí. No los busquemos. Sobreviven en nuestro recuerdo doloroso. Sobreviven en la dolorosa vida de sus más próximos, pero realmente sobreviven allá en los campos de Dios donde brillan con la luz que el mismo Señor les ha dado a compartir. Allí estáis, todos ya flores blancas, cortadas y adornando las estancias del Señor. Que Dios os bendiga a todos vosotros, allá donde estéis, porque vuestro paso por la tierra nos ayudó a ser mejores. Descansad en paz.

viernes, 28 de enero de 2011

SEÑAS DE IDENTIDAD



Las Ordenes religiosas fueron pioneras en lo que hoy se conoce como "identidad corporativa". Creadas o estructuradas durante la Edad Media, Órdenes monásticas y mendicantes destacaron en mostrar a la sociedad su identidad corporativa a través de escudos, imágenes, arquitecturas, siglas, diseño y color de sus hábitos. Cualquiera que viese un monasterio, convento, hospital, portada de libro, imagen de retablo, fraile o monja por la calle, podía identificar de inmediato si era benedictino, cisterciense, agustino, dominico, carmelita o franciscano. Bien es verdad que, en sus emblemas y escudos, los institutos religiosos no hicieron otra cosa que obispados y abadías, incluso que el propio Vaticano, en cuyas sedes se sentaron prelados y pontífices de origen familiar noble (los Médicis, Orsini, Borgia, sin ir más lejos), con sus escudos, lemas y emblemas bien visibles. Leer detrás de un nombre las siglas O. S. B., O. S. A., O. P., O. F. M., S. J., equivalía a conocer a qué Orden pertenecía el autor de un libro. Posteriormente, otros institutos religiosos como jesuitas, claretianos, escolapios y un larguísimo etcétera siguieron el mismo camino.
Con el final del Concilio Vaticano II, la liturgia, la arquitectura de los templos y su ornato, las Constituciones y normas de cada congregación fueron revisadas en una línea que, en general, buscaba la sencillez, el abandono de todo signo heráldico, de toda señal identificadora. Los clérigos optaron por la paulatina supresión de habitos y sotanas. Las monjas, por la sustitución de complejos vestidos y tocas por unos guardapolvos y rebecas bastante comunes y vulgares.
Al mismo tiempo que toda esa depuración, los institutos religiosos querían fomentar y difundir su "carisma" fundacional o vocacional. Pero en bastantes casos todo quedó en un carisma difuso consistente en acudir a cualquier frente de la Iglesia, como si cada congregación quisiera apagar todos los fuegos a la vez. No sé si atreverme a llamar "epidemia de la acción" y "vocación iconoclasta" a los dos ejes que se cruzaron, de forma que pocos son ya capaces de distinguir a un dominico de un claretiano o a un franciscano de un agustino. Todos están en todas partes y viene a dar igual una cosa que otra. Las religiosas han ido por un camino paralelo, si cabe peor aún, dado el extraordinario número de congregaciones femeninas (muchas de ellas con poquísimos miembros), que abundan en los cinco continentes. Podría añadirse que el Concilio urgió a la unión de congregaciones pequeñas, con escaso éxito.
Me han regalado un DVD que se llama "Silos por dentro", donde la Comunidad benedictina de dicho famoso convento muestra su forma de vivir la vocación religiosa. Es un documental muy loaable de una Comunidad que sabe cuál es su función dentro de la Iglesia, es fiel a sus normas y sabe lo que significa vivir en un monasterio de tan alto valor histórico y artístico. Así es cómo se difunde "esa" vida religiosa y así es cómo, posiblemente, se pueden despertar vocaciones para integrarse allí. Lo deseo vivamente.