SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

viernes, 28 de enero de 2011

SEÑAS DE IDENTIDAD



Las Ordenes religiosas fueron pioneras en lo que hoy se conoce como "identidad corporativa". Creadas o estructuradas durante la Edad Media, Órdenes monásticas y mendicantes destacaron en mostrar a la sociedad su identidad corporativa a través de escudos, imágenes, arquitecturas, siglas, diseño y color de sus hábitos. Cualquiera que viese un monasterio, convento, hospital, portada de libro, imagen de retablo, fraile o monja por la calle, podía identificar de inmediato si era benedictino, cisterciense, agustino, dominico, carmelita o franciscano. Bien es verdad que, en sus emblemas y escudos, los institutos religiosos no hicieron otra cosa que obispados y abadías, incluso que el propio Vaticano, en cuyas sedes se sentaron prelados y pontífices de origen familiar noble (los Médicis, Orsini, Borgia, sin ir más lejos), con sus escudos, lemas y emblemas bien visibles. Leer detrás de un nombre las siglas O. S. B., O. S. A., O. P., O. F. M., S. J., equivalía a conocer a qué Orden pertenecía el autor de un libro. Posteriormente, otros institutos religiosos como jesuitas, claretianos, escolapios y un larguísimo etcétera siguieron el mismo camino.
Con el final del Concilio Vaticano II, la liturgia, la arquitectura de los templos y su ornato, las Constituciones y normas de cada congregación fueron revisadas en una línea que, en general, buscaba la sencillez, el abandono de todo signo heráldico, de toda señal identificadora. Los clérigos optaron por la paulatina supresión de habitos y sotanas. Las monjas, por la sustitución de complejos vestidos y tocas por unos guardapolvos y rebecas bastante comunes y vulgares.
Al mismo tiempo que toda esa depuración, los institutos religiosos querían fomentar y difundir su "carisma" fundacional o vocacional. Pero en bastantes casos todo quedó en un carisma difuso consistente en acudir a cualquier frente de la Iglesia, como si cada congregación quisiera apagar todos los fuegos a la vez. No sé si atreverme a llamar "epidemia de la acción" y "vocación iconoclasta" a los dos ejes que se cruzaron, de forma que pocos son ya capaces de distinguir a un dominico de un claretiano o a un franciscano de un agustino. Todos están en todas partes y viene a dar igual una cosa que otra. Las religiosas han ido por un camino paralelo, si cabe peor aún, dado el extraordinario número de congregaciones femeninas (muchas de ellas con poquísimos miembros), que abundan en los cinco continentes. Podría añadirse que el Concilio urgió a la unión de congregaciones pequeñas, con escaso éxito.
Me han regalado un DVD que se llama "Silos por dentro", donde la Comunidad benedictina de dicho famoso convento muestra su forma de vivir la vocación religiosa. Es un documental muy loaable de una Comunidad que sabe cuál es su función dentro de la Iglesia, es fiel a sus normas y sabe lo que significa vivir en un monasterio de tan alto valor histórico y artístico. Así es cómo se difunde "esa" vida religiosa y así es cómo, posiblemente, se pueden despertar vocaciones para integrarse allí. Lo deseo vivamente.

2 comentarios:

  1. Creo sintonizar con tus manifestaciones acerca de las "señas de identidad" que otrora distinguían a las Órdenes Religiosas. Echo de menos alguna de esas señas y, en mi opinión,no creo que siempre haya hecho bien a las comunidades (a sus miembros) prescindir de ellas.¿Qué mal puede atribuirse al uso del hábito? (al menos en ciertas circunstancias) Ya sabemos que "el hábito no hace al monje", pero le rodea de cierta característica (¿carisma?; y el echo de que se le reconozca o se manifieste en cualquier lugar me parece señal de fortaleza. No tiene por qué esconder su valiente y generosa vocación en ninguna situación. Tal vez resultara ejemplarizante su comportamiento y fuera con total propiedad la lámpara que no se pone bajo el celemín. En fin, "doctores tiene..." Y, en última instancia, ¿cómo iba, si no, a advertir Sancho a su señor D. Quijote "Mire, Señor, que aquellos son frailes de San Benito..." en la aventura del carro en que llevaban presas a las damas que el caballero andante consideraba de alta alcurnia?

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  2. Te ruego me des la oportunidad de sacarme la espina (como esas de los higos chumbos) que se me ha clavado en los ojos al releer el comentario anterior.
    Debe ser la "h" que se desprendió de la palabra hecho "echo"(...el hecho de que se le reconozca bla, bla, bla...)

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