Los periódicos han dado cuenta de que el atentado sucedido casi al medio día de hoy, 28 de mayo, en el café Argana, de la famosa plaza Yemaa el Fná, ha producido hasta ahora, la muerte de 14 personas (11 de ellas turistas) y 23 heridos. A la espera de nuevos datos, se imponen varias reflexiones. La primera de ellas, por obvia, es que parece realizado por alguna fuerza que quiere impedir el proceso democratizador del régimen, empujado a iniciar reformas que han venido reclamando las manifestaciones de estos últimos meses, en paralelo con las ocurridas en diversos países árabes. Dichas manifestaciones, a día de hoy, han sido pacíficas y autorizadas o permitidas por el propio gobierno.
Cuando se menciona la palabra "régimen" aplicada a Marruecos, se incluye un complejo sistema que va mucho más allá de la jefatura del Estado, del gobierno y del Parlamento. Las dos últimas instituciones, elegidas por votación popular, se constituyen mediante complicadas "maniobras" por parte de los propios partidos (aún existe muchísima compra de votos), partidos donde abunda la gerontocracia y, tras las votaciones, la larga mano del rey, que puede nombrar al jefe del gobierno y a varios ministros completamente "a dedo". Por eso, se dice que los partidos políticos apenas tienen peso en la sociedad y sí lo tienen en cambio las ONGs religiosas (evito la palabra islamista a propósito), que son las que, a la postre, ayudan a los ciudadanos en sus necesidades.
Paralelamente a este sistema que parece democrático, existe el makhzén (pronunciado majzén), compuesto por miembros de la familia real, militares de alto rango, oligarcas de poder económico y asesores y consejeros nombrados directamente por el monarca. Los consejeros vienen a constituir un "gabinete en la sombra" con poder real, nunca mejor dicho. Parece ser que el propio makhzén fue quien frenó los impulsos de Mohamed VI al principio de su reinado, pretendiendo "modernizar" la monarquía. El poder del makhzén está presente en todo: agricultura, industria, banca, pesca...
Las recientes revoluciones en los países árabes han estallado en repúblicas gobernadas por presidentes que antes o después han sido sucedidos por alguno de sus hijos. En cambio, no ha sido así en Jordania y en Marruecos (obsérvese al respecto que el presidente de Argelia no tiene hijos). Pero a mayor abundamiento, el malik (=rey) de Marruecos es emir-al-mamounin (príncipe de los creyentes), algo parecido a la reina de Inglaterra al frente de la Iglesia anglicana. De modo, que una revuelta contra el rey sería una revuelta contra la autoridad religiosa. Y hoy por hoy, la jefatura del Estado no está cuestionada en nuestro vecino del sur, aunque sí se cuestionen los modos de gobernar según la última Constitución, que necesita un evidente cambio.
Sigamos con el atentado. Ha sucedido en un café situado en el mejor sitio de la plaza, pero a una hora muy temprana en que había pocas personas. Una bomba a las 5 de la tarde habría matado a cientos de turistas, ya que su clientela es mayoritariamente de extranjeros. Los organizadores del atentado no han querido hacer una matanza, sino dar un aviso. Pero curiosamente ese café se encuentra a tan escasos metros de la gendarmería de la ciudad, que raro es si no saltaron por los aires algunos cristales de sus ventanas. Y también me resulta raro que estando la plaza y el zoco vecino de la ciudad tan llenos de policías de paisano y de confidentes, ni ellos ni los servicios secretos (entre los mejores del mundo) hayan detectado nada previamente. Los organizadores del atentado han querido dar solamente un aviso pero llamando la atención del mundo entero en estas fechas de sensibilización hacia cuanto viene del mundo árabe.
¿Beneficia este atentado a los manifestantes que reclaman cambios? No. En absoluto. Estamos ante reclamaciones que nacen entre los jóvenes descontentos, como ha sucedido en sus países vecinos y en un país mayoritariamente joven aunque sin futuro. De momento, me temo que el régimen marroquí se va a sentir legitimado para actuar con mano más dura en la previsibles manifestaciones venideras, con el pretexto del supuesto "islamismo" causante de esta matanza. Es posible que con ese pretexto, se acaben incluso las manifestaciones. Y si hay que preguntarse, como en las novelas policíacas después de un asesinato: "¿a quién beneficia?", la respuesta es doble o triple: a los que no quieren los cambios, ya sea de fuera del régimen (Al-Qaeda y su franquicia) o dentro del propio régimen. Si elegimos esta segunda opción, nos encontramos una estrategia también doble: la persecución indiscriminada de movimientos islamistas dentro del país (como pasó tras el atentado de Casablanca) y justificar así una mayor represión, lanzando un mensaje al mundo: "esto es obra de islamistas y por tanto, nos vemos obligados a reprimirlos para guardar las espaldas a Europa". La política del Reino de Marruecos es tan laberíntica, opaca y astuta (recordemos el incidente de Perejil y los réditos publicitarios que obtuvo) que a mí no me sorprende nada de nada. Un amigo marroquí me definió a su país diciendo: "es la cultura del simulacro" y un cónsul español en Casablanca, me comentó: "aquí nada es probable, pero todo es posible".
Finalmente, he querido acompañar el texto con una foto de la plaza, aunque lamentablemente una sombrilla tapa al café Argana, pero sí puede verse el edificio de la gendarmería, justo al lado a la izquierda.
Brillante análisis, digno de un veterano corresponsal. No solo das en el clavo sino que nos descubres los tejemanejes, políticamente incorrectos, de la opacidad marroquí.
ResponderEliminarMarruecos, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.
ResponderEliminarSe agradecen tus reflexiones que tanta luz aportan para comprender la situación tan compleja de Marruecos.
Como si se tratara de implorar el perdón mediante una confesión pública (en este caso publicada)diré que, sin duda por mi gran desconocimiento de ese país, siento un malestar profundo por todo lo que a él pueda referirse. Esto no obsta para que reconozca la valía del escrito como bello búcaro de un continente que, dicho queda, me desagrada sobremanera.¿Cuánto me gustaría adobar este comentario con expresiones como "¡Ah, es cierto! Estoy de acuerdo en este, aquel o esotro punto" Pero, con el debido respeto y el afecto que sabes te profeso, tratándose de este asunto..."mudo soy; hablar no puedo."
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