SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

jueves, 6 de diciembre de 2012

RÉGIMEN

Según mis últimos análisis, tengo un poquito elevados el colesterol, el ácido úrico y las transaminasas. No en cantidades preocupantes, pero sí el médico me ha puesto un régimen de comidas y unas pastillas. Observando las tres dietas ("tres eran, tres, las hijas de Elena, y ninguna era buena"), resulta que puedo comer poquísimas cosas, salvo verduras, pescados y frutas. O que no debo tomar ciertas cosas como carnes rojas, cerdo, huevos, mariscos, vinos tintos de crianza, bollería industial etc. Mirar en Internet esto de mis tres dietas es una locura: en cada web dicen una cosa. Es como el cuidado de mis orquídeas. En unos se dice lo que hay que regar y cómo pero no coinciden unos autores con otros. Pues igual sucede con el colesterol "malo", el ácido úrico y las transaminasas. En lo que sí se pone todo el mundo de acuerdo es en hacer ejercicio, en dar caminatas. Así que hice acopio de ropa deportiva suficiente y a caminar se ha dicho (cuando puedo) arriba y abajo de la avenida de la Ilustración, o por el vecino Parque Norte, o por la Dehesa de la Villa, trasladándome hasta allí en mi viejo R-5 color melocotón, pues aunque tiene muchos años y pocos kilómetros (está muy bien conservado, como el dueño), conviene hacer kilómetros por su colesterol. O sea, su batería.
Son muchas las personas que caminan o corren, especialmente los fines de semana. Por la avenida de la Ilustración hacen su "ejercicio" personas mayores, algunas muy mayores, unas solas o acompañadas por empleados y empleadas de rasgos iberoamericanos. Otras, en cambio, son parejas de matrimonios que viven apoyados el uno en el otro, recordándome a mis padres. Un grupo de jubilados que juegan a la petanca. En cambio, por la Dehesa de la Villa abundan más bien jóvenes corredores con mallas ceñidas, auriculares, zapatillas de marca. Algunos días se cruza conmigo la jubilada recepcionista con su enorme perro que la comprende como nadie. O el ex-ministro de corta duración, que lleva a su lado al joven amigo y, según dicen, igualmente joven amante. El político se conserva muy bien. Le favorece el cese. O el amante, vaya usted a saber. El grupo de cinco amas de casa, de mediana edad, camina rápidamente intercambiando formas de cocinar, de planchar, y hasta de eludir a la gruñona suegra. La Dehesa de la Villa es un lujo vegetal y humano, siempre interesante y diverso según las horas, según los soles.
Hace frío pero el cuerpo siente calor. Las fuerzas se han renovado y hasta tomar una pastilla se vuelve gratificante.

domingo, 18 de noviembre de 2012

MI GENTE (VII) SERGIO

Todavía lo recuerdo cuando era un adolescente y ocupaba una plaza en mis clases de Literatura. Su pupitre coincidía en diagonal con mi mesa en una esquina del aula. El en un extremo y yo en otro. Me acostumbré a ver sólo su medio rostro vertical porque, dada su timidez, se escondía detrás del compañero que ocupaba el pupitre delante de él. Por eso, cuando quería verlo, y hacerle vencer esa timidez característica, lo sacaba a la pizarra y allí, de pie, le preguntaba el tema o el comentario encargado. Después, nos fuimos del Colegio. El a otro lugar y yo a otro cargo. Pero el azar (siempre mejor que una cita), nos llevó a encontrarnos algunas veces. Él, camino de su gimnasio y yo, camino de cualquier gestión en la Ciudad Universitaria. No cambiaba su aspecto. No cambiaba su carácter. No cambiaba su sonrisa. Nuevamente la vida nos ha acercado. Seguimos siendo los mismos. No exterioriza sus emociones, pero yo las percibo. Yo exteriorizo emociones pero no todas. Su compañía es cómoda como un sillón anatómico. Su silencio es cómplice como el colega que comparte secretos no enunciados. Sus ausencias no lo son, porque "está ahí", escondido ahora en los pliegues virtuales de Internet, sin perder ni ripio de lo que digo o escribo. Sus diálogos precisan una gramática. Su gestos necesitan otro diccionario.
Una de las muchas cualidades de Sergio es su dualismo, que él hace compatible sin esfuerzo alguno. Es capaz del perdón sin olvidar. Es posible que no pierda la sonrisa escondiendo un cabreo soberano. Es probable que parezca indiferente cuando está enormemente interesado. Es verosímil que sea amante y amado a la vez. Es factible que sea sin parecer y que esté fingiendo no estar. Vive en relación con el deporte y el cultivo del cuerpo aunque tiene sed de ampliar sus sentimientos y su espíritu (por eso se mantiene joven). Sabe combinar ser marido y amante, padre y amigo, amante y amigo, empresario y empleado, patrón y marinero. Mira una obra de teatro con el mismo interés que unas zapatillas deportivas. Goza y sufre a la vez sin demostrarlo. Tiene algo de flauta estrechísima y de acordeón que se abre. Y todo eso lo consigue porque vive la existencia sobre dos ruedas. De bicicleta, claro.

miércoles, 31 de octubre de 2012

FLORES (MARCHITAS) PARA ANTONIO MACHADO

En 1912 se publicó el libro más emblemático de Antonio Machado: Campos de Castilla. Aunque no me considero un admirador incondicional de su poesía, yo esperaba noticias de este primer centenario durante todo el año pasado. Pero un clamoroso silencio, salvo contadísimas menciones, ha pesado sobre el autor y sobre su libro. Y ahora, en vísperas llegar la primavera a los campos sorianos, me viene a la memoria el cementerio de Collioure donde yacen los restos de ese sevillano cantor de Castilla. Murió el 22 de febrero de 1939, tres días antes que su anciana madre, quien le había acompañado en aquel "último viaje" del destierro: "Y cuando llegue el día del último viaje,/ y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,/ me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,/ casi desnudo, como los hijos de la mar". Esto había escrito premonitoriamente treinta años atrás. Se fue al exilio, como tantos miles de compatriotas desde los tiempos de los Reyes Católicos. Ninguna nación del mundo ha expulsado tantas veces, como España, a sus hijos "diferentes": moriscos, judíos, erasmistas, ilustrados, heterodoxos, afrancesados, liberales, demócratas, emigrantes... España no ha sido "mater et magistra", sino madrastra. "La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,/ madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes." No hay que echar la culpa solamente al dictador de turno. Está, también, en un pueblo inculto, insolidario entre sí, autodestructivo. Un hilo fratricida ha cosido los retales de la historia hispana. Es España "un trozo de planeta/ por donde cruza errante la sombra de Caín."
Durante cuarenta años, Antonio Machado fue convertido en bandera política y social de un sector "culto" de la izquierda española. El famoso disco de Joan Manuel Serrat contribuyó a divulgar algunos de sus poemas, que han pasado ya al acervo popular. Llegó la democracia, con sus elecciones, sus dos cámaras, la Constitución de 1978, la alternancia de los diferentes partidos tanto en el ámbito estatal como en el autonómico, dilatándose en el tiempo hasta constituirse (en algunos casos) casi en regímenes imbatibles, la entrada en la OTAN (justamente por parte de quienes poco antes se oponían a ello), el ingreso en la Unión Europea, la cultura del bienestar, incluso del "pelotazo"... y, paralelamente, pero en sentido inverso, el progresivo olvido de Antonio Machado, especialmente por parte de quienes se consideraban "los suyos". Y, no obstante, en Juan de Mairena dice cosas políticamente incorrectas como: "Al hombre público, muy especialmente al político, hay que exigirle que posea las virtudes públicas, todas las cuales se resumen en una: fidelidad a la propia máscara. Decía mi maestro Abel Martín [...] que un hombre público que queda mal en público, es mucho peor que una mujer pública que queda mal en privado."
Pero que no cunda el pánico. Los jóvenes de ahora, convertidos en ágrafos de humanidades, letras y arte, es decir, de raíces, difícilmente van a acceder a párrafos como los que les dedicó don Antonio: "Yo no os aconsejaré nunca el apoliticismo, sino, en último término, el desdeño de la política mala que hacen trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancia y colocar parientes Vosotros debeis hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretender hacerla sin vosotros y, naturalmente, sin vosotros."
El español de hoy tiene escasas inquietudes porque fue convenientemente anestesiado y venera a los nuevos "dioses" que le ofrecen la televisión, el fútbol, los medios digitales. Pero toda anestesia tiene un final. Y el español comienza a despertarse, indignado, con razón.
Yo, que nunca he sido un ferviente lector de los poemas de Antonio Machado, hoy quiero mirar a ese "olmo viejo" al que "algunas hojas verdes le han salido." Invito a leer sus poemas, algunos de ellos de impresionante actualidad. Siempre que haya un lector de su obra, nunca serán marchitas las flores sobre su tumba.

miércoles, 17 de octubre de 2012

EL SHOW DE KAFKA

El cambio climático, del que ahora tanto se escribe, no es otra cosa que una "respuesta" de la Naturaleza a la agresión que recibe del ser humano. La incomprensión del hombre hacia el reino animal del que procede y forma parte, en muchas ocasiones, materializan esa agresión. El animal se convierte, así, no sólo en servidor sino en víctima del capricho humano. Una mascota, un animal "domesticado", enjaulado, transgrede la libertad de ese ser que nació libre. Y es de libertad de lo que habla el Informe para una academia (1917), texto escrito por Kafka, seguramente inspirado en el monográfico "La mentalidad de los simios", de Wolfgang Köhler, que había aparecido en ese mismo año. Un simio capturado en su entorno natural es enjaulado con destino, tal vez, a la exhibición en un zoológico, un circo o en un music-hall. El simio capta que, si quiere recuperar la libertad no tiene otro camino que imitar al hombre. No "domesticado", sino convertido en un ser humano. Y él mismo expone las vicisitudes, sufrimientos, humillaciones que vive ante un docto público que aplaude ese proceso de "humanización", quizá sin ser consciente del espectáculo de verse reflejado en él. La Academia asiste impávida, aplaudiendo, al proceso de cinco años que le cuenta este simio, y hasta puede reir, por ver cómo lo imita o, tal vez, cómo pervive el simio en la raza humana. Es un espejo que devuelve una "historia", como lo haría un "boomerang".
Este texto de Kafka ha sido llevado en diversas ocasiones al escenario en España. Al tomarlo en sus manos, Juan Carlos Pérez de la Fuente da otra "vuelta de tuerca": lo interpretará una mujer y lo titula El show de Kafka, en versión libre del autor Ignacio García May. Y encomienda el papel a Luisa Martín en un dificilísimo monólogo, que precisaba eso, una actriz extraordinaria como ella. Los movimientos, los gestos (miradas, gruñidos, modos de caminar y desenvolverse, la ingesta de una botella de agua mineral sin pausa), el vestuario  sobrio y evocador... todo ello se convierte en un espectáculo digno de correr a verlo en el Teatro Amaya, de Madrid, donde se acaba de estrenar. Una escenografía muy simple, pero eficacísima, una luz, un sonido, unas proyecciones que subrayan el texto recitado sin restarle a este ningún protagonismo. Se acierta de lleno en incorporar en algunas funciones (como así ha sucedido en la noche del estreno oficial) a la Escolanía del Real Monasterio del Escorial. Las voces y la presencia de los niños cantores dan un empaque ceremonial acertadísimo hasta el mismo final de la obra. Es la primera vez (hecho histórico) en que esta escolanía actúa en un teatro comercial para colaborar en una obra de la literatura contemporánea. Mi felicitación más sincera y cariñosa al equipo artístico y técnico que nadie, interesado en el buen teatro, debe perderse.

lunes, 27 de agosto de 2012

CABARET CANALLA


Cuando yo era niño tuve ocasión de ver películas y actuaciones de variedades en el Cine-Teatro San Miguel de mi pueblo, pues mi familia tenía acceso gratuito no sólo por el puesto de mi padre (al frente de la comarca eléctrica), sino por amistad con el propietario. Por tanto, en el local cubierto de invierno y en el local al aire libre de verano (al que teníamos acceso también desde una terraza de mi casa), pude ver cientos de películas y muchísimos espectáculos de teatro. Cantaores flamencos, bailarinas de jotas, cantantes de boleros, folklóricas, volatineros, prestidigitadores llenan todavía las pupilas de mi infancia. Coristas con pocas ropas y muchas plumas en la cabeza, chotis madrileños, cuplés de letras  picantes y vestiditos sugerentes, pasodobles con castañuelas, estudiantinas portuguesas, aún pueblan las pupilas de mi infancia. Al término del espectáculo, toda la compañía interpretaba una especie de "fin de fiesta" en apoteosis donde la supervedette salía triunfante, enjoyada de bisutería a tope y alicatada de lentejuelas, sonriente y coronada de unas plumas más altas que ella misma. Con motivo de un viaje a Madrid, acompañé a mi padre, enamorado seguidor de Celia Gámez, a un café en la Puerta del Sol ("Bar Flor" creo que se llamaba), con mesas de mármol y un pequeño escenario donde unas señoras vestidas de negro interpretaban piezas de un repertorio conocido para ambientar el local. Luego, el cine resucitó muchos de aquellos números musicales (Sara Montiel, Maruja Díaz, Lilian de Celis...) y la revista después de la Gámez, decayó lentamente dejando atrás una estela de brillos diferentes (Tania Doris, Norma Duval, Lina Morgan, Esperanza Roy...) y nombres míticos como el Teatro chino de Manolita Chen. Hoy día triunfa un tipo de teatro musical clónico de los grandes espectáculos americanos. La Gran Vía se ha convertido en una sucursal de Broadway. Muchos años después, pude ver la comedia ORQUESTA DE SEÑORITAS, de Jean Anouilh, interpretada por los COMEDIANTES DE SANTELMO (1974). Me impresionó enormemente aquel conjunto de desventuradas mujeres (interpretadas por hombres vestidos con trajes negros de mujer) que formando parte de una pequeña orquesta en el restaurante de un balneario, entre pieza y pieza, se referían confidencias, se intercambiaban recetas de cocina, se peleaban, se detestaban... ante el público que lo era a la vez de un comedor y de un teatro convencional. El juego entre ficción y realidad que tanto agradaba al propio Anouilh y a Pirandello. José López Rubio, que me había hablado mucho del autor francés, me introdujo en la lectura de algunas de sus obras, varias de las cuales he visto representar. Su habilidad para pasar de la comedia a la tragedia, o de la risa a la ironía más corrosiva, las considero como una de sus mejores virtudes. Jean Anouilh no es demasiado conocido de nuestro público en España, aunque varios de sus títulos se han representado con éxito: Antígona, La alondra, Los peces rojos, Beckett o el honor de Dios, esta última llevada al cine, con aplauso de público y crítica en España cuando fue estrenada. Claro que contaba con dos intérpretes de excepción: Peter O'Toole y Richard Burton en los papeles principales. Un día lejano ya, comenté con Juan Carlos Pérez de la Fuente la oportunidad de reponer Orquesta de señoritas y me dijo que la tenía en mente. Según me fue comentando el proyecto, yo temblaba cada vez más. No sólo porque reiteraba su deseo de que los papeles femeninos de la obra fuesen interpretados por varones, sino porque comprobaba que iba dando vueltas de tuerca al montaje al tiempo que preparaba concienzudamente (como hace siempre) hasta el más mínimo detalle de la versión y de la escenografía a base de libros, catálogos, ilustraciones de la época. Iba a llevar a las "señoritas" desde el plácido restaurante del balneario al cabaret canalla de los años cuarenta de la posguerra española, en ese ejercicio de travestismo fantástico y burlesco que es esencial a la obra de Anouilh, según críticos solventes (Jacques Monférier, Jacques Brenner...). Componer un reparto adecuado fue tarea muy difícil. Actores que querían figurar en el reparto no podían por otros compromisos, actores que no se arriesgaban a hacer de mujeres precisando desenvolverse perfectamente sobre tacones, soportando corsés y altos tocados de plumas, necesitando aprender a tricotar, actores que nada comprendieron de la maqueta artística por timidez inconfesada, actores (como el malogrado Paco Valladares, que falleció cuando había aceptado...). Organizar una escenografía con material reciclable para reproducir telones y estalactitas luminosas (80.000 botellas de plástico de agua mineral), que Juan Carlos me mostró experimentando en las ventanas de su casa), un riesgo añadido. Seleccionar las piezas musicales ya era el colmo y, por si fuera poco, que con la voz humana se simularan los instrumentos musicales. Llegué a pensar que se había vuelto loco y que el proyecto caminaba a un suicidio artístico. La camisa no me llegaba al cuerpo en los varios ensayos que contemplé. Pero la noche del estreno en Santander, me quedé petrificado en la butaca. Juan Carlos y su compañía habían logrado la perfección. Eran "mujeres" interpretadas por hombres, no una exhibición de mariconeo fácil. Eran seres humanos en una posguerra española (gran acierto situar la acción en nuestros años cuarenta), en una suerte de "cabaret Chicote" madrileño: cuplés, pasodobles, melodías todas llenas de picardía, cantadas por esas mujeres subidas en tacones inverosímiles, alternando sus miserias, frustraciones, soledades y desengaños amorosos con rivalidades artísticas, recetas de cocina o manualidades caseras. En aquellos lejanos tiempos, los camerinos de los teatros resultaban oscuros, exiguos, "cutres" como se dice ahora. Todo el boato y el esplendor se dejaba para el escenario. Una dialéctica del contraste. En esta comedia, lo que pasa en camerinos y lo que pasa en escena, quedan fundidos en un mismo plano. "Real como la vida misma". Ante el espectador, un hombre y unas cuantas compañeras, van a desnudar sus almas más que sus cuerpos. Cada una de ellas es una artista frustrada que soñó con actuar sobre escenarios con orquestas sinfónicas y a su vez, cada una aspiró un día a ser simple mujer de su casa, esposa de un hombre pero, al fin, todas, condenadas a sobrevivir en una soltería o en una promiscuidad no deseada, de amante en amante. Es la lucha por la vida, usando el título barojiano, lo que ha llevado a esas mujeres a las candilejas, bajo la mirada inquisitorial de un empresario invisible y la batuta inmisericorde de una Doña Hortensia (insuperable Juan Ribó) que no les deja respiro hasta el límite mismo. Víctor Ullate Roche interpreta a una desgarrada y desengañada Susana Delicias. Emilio Gavira, bajísimo de estatura y altísimo en interpretación de una Hermenegilda inolvidable, Juan Carlos Naya posiblemente en el mejor papel de su carrera artística, borda su Pamela. Luis Perezagua en una espléndida Patricia entre lo doméstico y lo cruel, Zorión Eguileor, navegando equilibrios físicos y mentales entre tanta histérica suelta, como Leo, Francisco Rojas encarna en El pianista su doble condición de músico y de actor, en el único papel masculino de la obra.
Juan Carlos Pérez de la Fuente arrima la escenografía al mismo vestíbulo de la calle: piernas y lentejuelas, "pasen y vean", ofreciendo un espectáculo con idénticos entusiamo, calidad e imaginación con que se arriesgó en Pelo de tormenta, de Nieva, al inicio de su gestión en el Centro Dramatico Nacional. Pero ahora con mucho más mérito al realizarlo desde la empresa privada en estos tiempos también de crisis política y económica, con un horizonte de color morado y una guillotina de impuestos al teatro a cargo de un partido que prometía el oro y el moro y se quedó en moneda de cobre y polvos de purpurina. Y es que el teatro de la vida no se diferencia demasiado de la vida del teatro.
 
 

miércoles, 4 de abril de 2012

ANTONIO MINGOTE QUE ESTÁS EN LOS CIELOS


No recuerdo cuándo y dónde conocí personalmente a Antonio Mingote. Seguramente fue a través de nuestro común amigo José López Rubio. Este habitaba, en sus últimos años, un pequeño apartamento atestado de libros desordenadamante repartidos por estanterías y por el propio suelo del salón. Para ir de un lado a otro era preciso sortear montañas de volúmenes, de revistas y diarios atrasados, de cartas olvidadas sin responder. Uno de los montoncitos era el compuesto por seis o siete libros de dibujos comprados en el Este europeo cuando aún existía el bloque comunista. López Rubio me repetía: "El día que yo falte, estos libros se los das a Antonio Mingote". Hasta que una tarde le dije: "¿Y por qué no se los das en vida?". La idea le gustó, los tomé y me presenté en el piso del dibujante, muy próximo al Retiro. Agradeció mucho el inesperado obsequio de su amigo (quien años más tarde sería impulsor de la candidatura de Mingote a su ingreso en la Real Academia) y, desde entonces, siempre que lo encontré, me mostró mucho afecto. Entonces yo vivía en el Colegio Valdeluz y resultó que la papelería frente al edificio, donde yo venía comprando cuanto necesitaba, era propiedad de Tino, el hermano de Isabel Vigliola, la esposa de Mingote, su inseparable compañera. Y a través de él mantuvimos un contacto indirecto. Pero a mí no me gusta molestar, y más cuando algún conocido es suficientemente famoso. Por tanto, sólo recurrí a él cuando en los primeros años noventa, organicé el ciclo HOMENAJE AL HUMOR ESPAÑOL DEL SIGLO XX (conferencias, exposición, teatro, cine...), en el Colegio Mayor Elías Ahuja, y le ofrecí la presidencia de honor. Aceptó encantado. Le impuse la Beca del Colegio Mayor y le regalé, en nombre de los colegiales, lo que su mujer me había sugerido: un atril de madera antigua, para leer, que busqué por todo el Rastro. Nos regaló un enorme dibujo dedicado que reproduce la CREACIÓN DEL HOMBRE, de Miguel Ángel, en la cual el hombre desnudo está sustituido por un payaso. Es la CREACIÓN DEL HUMOR. Y estampó en él una cariñosa dedicatoria. Hoy adorna las paredes de la sala de conferencias de aquel Colegio Mayor, así como (en otro lugar) se luce su autocaricatura dedicada. Pocos años después, le pedí permiso para reproducir un dibujo suyo como felicitación navideña del Colegio Mayor y me lo concedió inmediatamente, comentando: "haz lo que te dé la gana". He asistido a algunos actos culturales sobre su obra, tengo varios libros dedicados por él y, sobre todo ello, el recuerdo de una persona sencilla, humilde, entrañable, encantadora. Como artista, le debo la carcajada matinal diaria al encontrarme con su viñeta en ABC. Siempre me preguntaba cómo un nonagenario era capaz de esa imaginación, esa mirada a la realidad, esa ternura y, en definitiva, esa cualidad "poética". No puedo glosar en pocas palabras su obra porque, además, otros lo han descrito mejor que yo en los diarios con motivo de su muerte. Pero sí quiero apuntar dos cosas que a él le hicieron mucha gracia cuando se lo comenté: una es que me fascinaban los personajes anónimos, secundarios, figurantes casi siempre al fondo de sus viñetas porque tenían vidas propias, y otra es que el humor de Mingote es el eslabón más directo con el de Cervantes. Esto último le hacía ruborizarse pero es una enorme verdad. Quien lea, por ejemplo, HISTORIA DE LA GENTE, uno de esos libros que deberían ser de obligada lectura en las escuelas, o se detenga a lo largo de una antología de sus dibujos, está preparado para reirse y comprender mejor DON QUIJOTE DE LA MANCHA. Tengo muchos dibujos suyos grabados en mi memoria. Aquél que representaba a Velázquez apoyado en un enorme caballete de un salón vacío, pensando: "Desde luego hay días en que no se le ocurre a uno nada". Y por la puerta del fondo entran los personajes retratados en LAS MENINAS. Es el minuto anterior a la la pintura del lienzo más universal. Ese dibujo debería ser colocado en el Museo del Prado junto al cuadro velazqueño. Otra viñeta es aquella que representa a dos damas del siglo XVI cruzando la plaza Mayor de Madrid. La una le dice a la otra: "Pues, hija, he oído decir que en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...". Y Cervantes, que cruza detrás de ellas, piensa: "¡Qué idea!". Y, por elegir una tercera, aquella que refleja la sensibilidad de Mingote a la vez que su ingenio: un grupo de desvalidos pide limosna, vestidos ellos con harapos, en la boca de una estación de Metro. En el rótulo se lee el nombre de la estación: "PROSPERIDAD". La realidad, la paradoja, el azar, juntos y revueltos.
Hace ya bastantes años, la editorial Prensa Española publicó dos volúmenes antológicos, uno de Miguel Mihura y otro de "Tono". El prólogo y el epílogo de cada uno fueron encargados a dos supervivientes de esa magnífica generación: José López Rubio y Antonio Mingote, quienes los escribieron en forma cruzada y epistolar. En el de "Tono", otra bellísima persona para quienes lo conocieron en vida, Mingote dice sobre su calidad humana: "no sé si nos lo merecíamos". Pues eso mismo pienso yo: no sé si nos merecíamos a alguien como Antonio Mingote. Su involuntario magisterio queda ahí, para mostrarnos cómo ser mejores españoles, para enseñarnos a ser mejores personas.

domingo, 18 de marzo de 2012

EL PESO DE LA PÚRPURA


El señor cardenal ordenó que llamaran inmediatamente a su vicario en aquella zona desde la cual había recibido dos cartas anónimas. Cuando lo tuvo al teléfono le ordenó que llamara la atención al párroco de Nuestra Señora de la Buena Guía y le prohibiera que se impartiera la absolución colectiva, sin confesión personal de los pecados, al comienzo de la Misa. Y, también, que se diera al pueblo la Eucaristía bajo las dos especies de pan y vino. Afortunadamente, no era una conducta habitual, sino dos ocasiones, según las cartas de esas almas piadosas sin firma. El vicario conocía sobradamente la trayectoria del párroco, un hombre de mediana edad, serio, piadoso, entregado a sus feligreses. Su parroquia destacaba por la cantidad de cursos, conferencias, acciones solidarias, atención del clero a todos los feligreses, incluso visitas a impedidos, enfermos y ancianos en sus domicilios. No es una parroquia de grandes ingresos pero tienen bien organizado el trabajo. El templo se halla en un extremo de su demarcación, limitando con un barrio y otra parroquia de alto nivel donde viven muchos miembros de un instituto seglar muy conocido, cuyos miembros están obligados a confesarse con los propios curas de su organización. Pero cuando esos laicos tienen pecados de los llamados "gordos", acuden a escondidas a Nuestra Señora para aliviar sus conciencias. El vicario sospecha que esas denuncias anónimas puedan haber nacido en el barrio lindante. Sin embargo, cuando expuso al cardenal la buena labor del párroco acusado (sin que sirviera de nada), se abstuvo de expresarle su sospecha, dadas las buenas relaciones del purpurado con esa clase de institutos.
El vicario, que es un buen hombre, tiene la esperanza (como otros muchos) de ser promovido al episcopado si el señor cardenal lo apoya, como hace con otros sacerdotes creando una tendencia de prelados adictos a su persona. El vicario no se tiene por una lumbrera, pero ni más ni menos que otros ahora en sedes episcopales. Y mientras viaja en metro para encontrarse con el párroco, recuerda sus tiempos de estudiante de teología en el seminario, cuando el ahora cardenal era su profesor de Derecho Canónico. Un hombre, doctorado en Alemania, con aureola de progresista. ¡Cómo le ha cambiado la mitra! Por otra parte, recuerda lo cuestionado entonces por otros profesores suyos: "¿tiene valor o no lo tiene el acto penitencial de la Misa? ¿perdona o no perdona los pecados, como se dice en la liturgia? si se repasan los evangelios, no se encuentra en ningún momento a Jesús perdonando los pecados con una confesión auricular previa de nadie y la lectura de la última cena del Señor muestra cómo Él mismo repartió el pan y el vino, encomendando que repitieran el gesto en memoria suya". Cómo han cambiado las cosas durante veinte siglos, acumulando ritos, complicando las cosas, volviendo la teología un laberinto de dogmas, doctrinas, tendencias, documentos, hasta asfixiar lo esencial. El señor vicario se hace cruces. Pero en esta mañana, mientras el tren metropolitano viaja por el laberinto subterráneo, no tiene que plantearse cuestiones, sino obedecer un mandato que le ha encomendado la púrpura cardenalicia.

domingo, 26 de febrero de 2012

PERSIGUIENDO A AMY

BUSCANDO EL COMPLEMENTO

Persiguiendo a Amy se me presenta como una película "de triángulo". Llamo así a aquellas en que una mujer aparece entre dos hombres, siempre que un flujo instintivo o sentimental fluya entre los vértices. A bote pronto se me ocurren los títulos de Casablanca y Más allá del bien y del mal.
La tercera película de Kevin Smith comienza en un congreso de dibujantes de cómics, en el que Holden y Banky firman ejemplares de su último éxito editorial: la "historia" de dos jóvenes tomados de la vida real (Jay y Bob), dos antiguos compañeros de instituto a quienes pagan derechos de imagen. Dichos personajes componen un díptico muy similar al tándem de caracteres de los propios dibujantes. Por su parte, Holden y Banky aparecen como dos amigos (compañeros, camaradas, casi hermanos) tópicos: el primero, creador y dibujante a lápiz de las historias, es el más inspirado, romántico, educado, sensible.
Banky, en cambio, da sombras, perspectivas y densidades a los dibujos de su amigo. Es impulsivo, simplista y simplificador: tiene las ideas claras y sabe dónde situar cada concepto y cada persona. Se mueve por etiquetas. Cree que la libertad sexual es unidireccional: el número de chicas a las que "beneficiarse".
El uno se complementa en el otro como persona y como profesional del cómic. Son como don Quijote y Sancho. El esquema de seguridades de Holden y Banky comienza a resquebrajarse con la aparición de Alyssa, también dibujante y
autora de cómics bastante edulcorados. Como autores, Holden y Banky dibujan la acción, la masculinidad tópica exacerbada, capaz de entusiasmar a esos lectores "planos" y viscerales que les demandan autógrafos. Alyssa diseña historietas rosas, cuando realmente tiene a sus espaldas un pasado bien poco inocente. Pero es la persona de Alyssa, precisamente, quien comienza a dar lecciones: al descubrir a Banky el falso mundo de tópicos en que vive (la conversación en un bar donde le diferencia los términos del acto sexual y compite con él en jactarse de aventuras, como si le dijera: "a tío no me ganas"), a Holden, rompiéndole el esquema de chico conoce a chica a su medida, se aman y ya está. Porque la aparición de Alyssa representará el catalizador de autonocimiento final de los dos varones. Eso que el refrán define como "dime de lo que presumes y te diré de lo que careces": Banky, de una virilidad de boquilla y Holden de una tolerancia de boquilla. Por su parte, Fan, el autor negro, es un representante del "black power" de boquilla. Con su perspicacia y astucia será el primero en descubrir los auténticos sentimientos de Banky por su amigo.
Holden y Banky están de ida. Alyssa está de vuelta. Por eso no quiere prestarse al ménage à trois que se le propone. Ella ya no está para enseñar a cada jovencito (aunque sea de su edad y compañero de instituto) las asignaturas que tiene pendientes consigo mismo. En esta escena, cuando Holden expone la posibilidad de experimentar los tres juntos, Alissa se niega porque, según dice, ella ya ha recorrido ese camino y ha
descubierto que ama a Holden y sólo a él. Sin embargo, ella ha experimentado en su última etapa sólo con chicas. ¿Se trata de ese motivo o de que ama a Holden sólo para sí misma? Banky se sorprende de la proposición pero hace un esfuerzo y acepta. ¿El esfuerzo es por iniciar una experiencia con su amigo o por tener
que compartirlo con la detestable Alissa?. Quizá el más honrado o consciente sea el propio Holden, personaje tolerante y abierto, dispuesto a asimilar cuanto por amor se le ponga en el camino.
Estamos ante una película con un adecuado planteamiento, un nudo correcto y un final espléndido. Un filme "de texto". El personaje "se hace" más por lo que dice que por lo que hace. Esto tiende a suceder en el teatro de "acción verbal" (¡cuántas buenas películas se han rodado sobre piezas teatrales!). Pero es que los temas de esta película precisan más palabra que acción. No obstante, tiene secuencias de buen uso de la cámara: cuando Alyssa y Holden lanzan dianas en el bar, la noche de lluvia dentro y fuera del coche...
Creo que la película no trata tanto de hetero, homo o bisexualidad cuanto de evolución hacia la madurez en el ser humano y su relación con el entorno. Más bien presenta la búsqueda de sí mismo en una sociedad de roles sociales y de
"guettos" aparentemente liberales. Como relato, no dudaría en
adscribirlo, en parte, al género (narrativo o fílmico, da igual) "de aprendizaje", sobre todo por la figura de Alyssa: aquél en el que su protagonista vive diferentes experiencias. En cuanto a los tres protagonistas, sería una película "de búsqueda": hallar la persona amada sin percibir que a lo mejor la tiene al lado, muy diferente a su imagen previa, a esa Dulcinea inexistente que
buscaba Alonso Quijano.
Al final, la película vuelve a su principio: un nuevo congreso, donde la realidad de ellos mismos ha sido convertida en el cómic "Persiguiendo a Amy". El cómic dentro del cómic. Nueva semejanza con el Quijote como novela dentro de la novela.
El cine cumple su esencia cuando aporta algo al conocimiento del ser humano. Incluso sin salir de una habitación (La ventana indiscreta). Incluso sin salir de nosotros mismos.

lunes, 16 de enero de 2012

MISION CUMPLIDA



El entierro terminó cuando pusiste un ramo de azucenas blancas sobre la tumba. Salíamos del cementerio, te agarraste de mi brazo y escuché que musitabas, para ti misma: “misión cumplida”. Habías atendido y cuidado hasta el fin a tu tía Dolores desde el momento en que no podía valerse soltera y sola en Alhambra. Ya tenías experiencia en cuidar ancianos: la tía Lola de tu marido, a Carmen, tu suegra (que te adoraba), a tu propia madre. Y, años después, sentías como un honroso e inevitable deber cumplir esa misión con tu marido: “Es ahora cuando él más me necesita”, dijiste recientemente. Pero yo temía que ibas a durar menos que él. Estabas demasiado quebrantada, sin reservas, sin fuerzas. Y aguantaste hasta pasada la Navidad para que esas fechas junto a tu marido, tus hijos, tus nietos, quedaran como un recuerdo bonito.
Eras la mujer de las contradicciones. Presumías de ser “libre e independiente”, pero tu sentido del deber te traicionaba, tu solidaridad te arrastraba impulsiva, te llevaba a vivir pendiente de los demás: en atender a tus padres, a tus hermanos, a tu propia familia, llegando siempre la primera en la ayuda. No importaba si, con equilibrios, tenías que hacer malabarismos o saltar por los aires como una trapecista sin red. Te advertíamos inútilmente de que, en la pista del circo, justo debajo de ti, no había arena, sino un foso de cocodrilos con alguna serpiente pitón. Tu respuesta habitual en esos casos era: “Bueno, ¿y qué?”. La generosidad te urgía al desprendimiento. Cuando yo te regalaba algo, siempre pensaba: “a ver cuánto tiempo dura en su poder sin que se lo dé a otra persona". No porque no valoraras un obsequio, sino porque en el mismo momento de recibirlo ya estabas pensando en alguien que lo necesitaría más. Pero como dijo aquel futbolista búlgaro, “la generosidad lleva a la perdición”.
Hubieras querido ser un personaje de novela de aventuras, pero acataste el destino de ser actriz de comedia de salón. Una primera actriz, desde luego, aunque no en una obra romántica. No estabas hecha para el melodrama, y menos aún para la tragedia. Odiabas el sainete de patio de vecindad. Te “escapabas” de la película, como el personaje de Woody Allen, para regresar finalmente al celuloide. Eras, por usar un título pirandelliano, “un personaje en busca de autor”. Resultaba desconcertante escucharte que no necesitabas cariño cuando eras, afectivamente, la persona más necesitada de él.
Allá por el mes de junio pregunté si tus hijos de América vendrían como todos los veranos. Y me respondiste que no, que en Navidad. Y añadiste en una especie de suspiro: “qué lejos veo la Navidad”. Estabas arañando días y meses al tiempo para llegar a diciembre. Y te saliste con la tuya, para bailar en Nochebuena el “Volare”, de Domenico Modugno,
con tu marido. Misión cumplida. Ahora ya no necesitas el trapecio. Ni tampoco la red. Ahora puedes volar todo el tiempo del mundo, simultáneamente, al lado de todos. Eres como una mariposa invisible. Un hada sin cuento de hadas. Puedes ir y venir, sin que nos demos cuenta, en esa ola anónima del mar que tanto te gustaba. Que yo me quedo escuchando aquella canción de otros tiempos, de tus tiempos, en la voz de Jorge Sepúlveda: "Mirando al mar, soñé/ que estabas junto a mí/ mirando al mar/ yo no sé qué sentí/ que acordándome de ti, lloré./ La dicha que perdí/ yo sé que ha de tornar/ y sé que ha de volver a mí/ cuando yo esté mirando al mar".