SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

lunes, 13 de febrero de 2017

LUTERO Y MUNDO MODERNO

(Por su interés recojo aquí el breve artículo inédito de Isaías Díez del Río, O. S. A., con permiso de su autor, pues sintetiza muy bien el significado que tuvo la Reforma Protestante cuyo centenario celebramos. Quiero pensar que, superados los siglos de incomprensiones mutuas, la Orden de San Agustín se siente orgullosa de que el Lutero agustiniano haya sido una de las mentes más lúcidas de Europa).


Es ya un tópico afirmar que Europa/la cultura europea es el resultado de los tres componentes: el nous o pensamiento griego, el ius  o derecho romano, y la crux o religión cristiana: Atenas, Roma y Jerusalem. De los tres elementos, el que más ha sido y sigue siendo objeto de variadas interpretaciones es el de la religión. Y todo, porque, durante muchos siglos, la religión cristiana, además de religión o relación con Dios, era una visión institucionalizada sobre todos los órdenes o aspectos de la realidad humana. Eso quiere decir que todo cambio en esa doctrina religiosa conlleva también un posible cambio en la visión de la realidad del mundo.

   El cambio al que aquí queremos referirnos es el provocado en el cristianismo occidental por la Reforma protestante de Lutero (1483-1546), cuyo V Centenario estamos celebrando.
   Hace algún tiempo la prestigiosa revista “Time” presentó a Lutero, junto a Jesús y a Marx, como los tres hombres más influyentes en la cultura europea. Que Lutero lo fue en el ámbito religioso, nadie lo niega. Pero ¿Lo ha sido también en otros ámbitos de la realidad? En definitiva, ¿Su doctrina religiosa influyó también en la marcha histórica de Europa? Si no lo fue intencionadamente, parece ser que sí lo fue por los efectos o reflejo que sobre el mundo profano o secular tuvo tu pensamiento religioso.
   Para vislumbrar el cambio religioso basta con solo nombrar los principios fundamentales del credo reformado: la justificación por la sola fe (sola fides),  la autoridad normativa de la Biblia (sola Scriptura), el sacerdocio universal de todos los creyentes, y la libertad del cristiano. Al permitir al individuo el contacto directo con Dios, y  prescindir de todo intermediario entre el individuo y Dios,  socava las bases tradicionales del catolicismo: los sacramentos, las indulgencias, el purgatorio, el sacerdocio, la jerarquía eclesiástica… Al poner a la Biblia como única revelación absoluta con fuerza redentora y salvadora, rechaza toda la tradición
   La emancipación de la jerarquía eclesiástica y  de su magisterio desembocó  en un acusado individualismo, cuya única luz y fuerza rectora de la que disponía el hombre en el mundo era la razón humana. Para poder ejercerse ese individualismo, era necesario contar con libertad de conciencia, tolerancia  y secularización del pensamiento.

   Parece lógico pensar que los principios teológicos de Lutero tuvieron consecuencias sociales, políticas, culturales y, especialmente, económicas. De hecho, a partir de la doctrina protestante fue surgiendo una nueva Europa con inéditos factores identitarios. Estos nuevos factores, dimanados del protestantismo, fueron modelando un mundo –el norte protestante-  distinto, cuando no enfrentado,  al mundo católico del sur. La evolución de esa nueva configuración de Europa dio, si no origen, sí la definitiva configuración del mundo moderno. De hecho, empezando por Guizot y pasando por Max Weber, no son pocos los relevantes historiadores que sostienen que el mundo moderno es hijo del protestantismo. Hasta bien entrado el siglo XX la idea prevalente era que el progreso, las luces, la civilización es fruto de la Reforma, asociada, naturalmente, a las naciones anglosajonas del norte. “Con los tratados de Westfalia (1648) , acaba de escribir Joseph  Pérez, nace la Europa moderna, compuesta por naciones que ya no comparten la misma fe, sino un ideario común cuyos elementos principales son la secularización del pensamiento, el progreso científico y técnico, la tolerancia y el liberalismo”. No hay que olvidar que los grandes vencedores  de esos tratados fueron los príncipes protestantes.
   A partir del nacimiento del protestantismo empezaron a configurarse dos mundos, si no enfrentados, sí diferentes: el mundo católico, en el sur de Europa, y el mundo protestante, en el norte. Dos mundos, por cierto, que ya venían contraponiéndose desde la antigüedad, en el enfrentamiento final  de los pueblos germánicos del norte con el Imperio/mundo romano del sur, en el siglo V. Si de Roma pudo decirse respecto de Grecia aquello de “Graecia capta ferum victorem cepit” (Horacio), algo parecido podría decirse de este cambio de papeles en el mundo moderno entre el mundo católico (naciones latinas del sur)  y el mundo protestante (pueblos germánicos y anglosajones del norte).
   Coincidencias/ironías de la historia: en el s. V los germánicos y pueblos anglosajones del norte derrotaron políticamente al Imperio romano de los pueblos del sur. En el s. XVI nuevamente el protestantismo de las naciones germánicas del norte derrota religiosamente al catolicismo de los pueblos latinos del sur. Un cambio parecido aconteció en la economía. Mientras el norte pronto floreció en brazos del naciente capitalismo, el sur siguió no poco tiempo demorándose en una economía predominantemente  medieval.  Las desavenencias hoy existentes en la Comunidad Europea entre las naciones del norte y las del sur –las irónicamente llamas PIGS-, ¿tendrán alguna relación con los desencuentros que estas naciones tuvieron en la Antigüedad?
   Aunque no hay mucha base para sostenerlo, podría interpretarse como un vestigio del pasado una anécdota de nuestro  momento religioso actual: en el s.XVI fue el Norte (Lutero) quien se separó y enfrentó a la Roma (Papa) católica. Hoy, en cambio,  es la Jerarquía católica del Norte (Cardenal Kasper) quien sale en defensa del pensamiento ortodoxo del católico Sur (Papa Bergoglio).

                                                                  Isaías Díez del Río