Hoy se cumple un mes que no escribo ni una línea en mi blog. En este período he sufrido un catarro de esos que ahora duran como una pulmonía, un flemón bucal, varios problemas en el trabajo y una agenda a tope. Con la circunstancia agravante de sufrir, también, la campaña electoral para nuestros representantes en la Unión Europea. He procurado abstenerme de ella porque nuestros políticos no me interesan en absoluto, dado el nivel, las actitudes, las frases, los gestos y, sobre todo, los sueldazos que se gastan (nunca mejor dicho). Y como al Parlamento Europeo suelen enviar a los miembros de sus partidos como premio a favores prestados o a los lenguaraces e incómodos, pues menos interés aún. Mi fe en esta democracia o partitocracia se resquebraja en relación directamente proporcional al número de parados, a la desvertebración de España y a la cantidad de tonterías y estrategias que observo en nuestros líderes, a quienes sólo parece importar su trasero en la poltrona y los suculentos sueldos que se adjudican.Escuchar un buen disco, disfrutar una buena película o la lectura de un buen libro son los mejores antídotos. Desenchufemos los televisores y pasemos por delante de los kioscos de prensa sin detenernos. Seremos más felices o, tal vez, menos desdichados.
Es cierto que cada vez las campañas electorales son más tediosas, más mediocres y más decepcionantes, así como la gestión del Gobierno y la del Partido de la oposición. No cabe duda de que hemos entrado, ya hace un rato largo, en un periodo de decadencia, falta de ideas y plagado de debates fútiles y baladíes. Sin embargo, no se puede dejar de mirar al kiosco de los periódicos, ni dejar de ver los noticiarios. Nosotros, los de a pié, también somos responsables.
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