El gitano ha aparcado su furgoneta en la calle sin poner tarjeta de estacionamiento y está bajando las cajas de su puesto ilegal de frutas junto a la entrada del metro. Al lado de la furgoneta se detiene un coche de la policía municipal. "Se te va a caer el pelo con las dos multas", pienso para mis adentros. Se baja del coche uno de los dos policías. Abre el maletero. El gitano introduce dos cajas de kiwis en él. El policía lo cierra, se monta de nuevo en el vehículo, que arranca y se va. Me quedo perplejo. Más abajo, otro gitano vende en su kiosco flores desde hace tiempo. Tiene aparcada su furgoneta, también sin ficha de aparcar. La vigilante municipal sube por la acera y llega hasta el vendedor, que le regala dos rosas. La vigilante ni se molesta en comprobar que esa furgoneta carece de tarjeta de aparcamiento. Y es la misma celosa trabajadora que acude presurosa a multar coches particulares que no la tienen. La inclinación a ser corrompidos va desde el político más encopetado hasta el anónimo ciudadano.
Voy a escribir una maldad, pero me viene rondando la cabeza: yo creo que, de algún modo, robo y corrupción están relacionados con el catolicismo, donde la moral (o "moralina"), se fijó secularmente en el sexo, dejando a un lado la ética en la administración pública o en los negocios privados. En cambio, en los países protestantes, la ética en el trabajo ha sido fortísima. Y la prueba está en que los países donde se mantiene una honradez pública en política y negocios son mayoritariamente protestantes.
Sin tener que remontarnos a sesudos estudios sobre la relación entre el protestantismo y el capitalismo, en su vertiente de ética de los negocios y del comercio (comenzando por Max Weber), sí podemos recordar cómo el catolicismo (especialmente mediterráneo), se fijó más en los aspectos litúrgicos, rituales (la práctica de la Misa dominical, la confesión periódica y las devociones), así como en una moralidad de sexto y noveno mandamientos. Solía decirse de un buen hombre que era "de Comunión diaria" o de "la Adoración nocturna" o de una cofradía. Pero si era empresario, pocos valoraban su justicia o injusticia social. Incluso en la confesión, se acusaban de no ir a Misa o de ser infiel a su mujer, pero rara vez, por no decir ninguna, de estar pagando sueldo(s) mísero(s) a sus empleados. Si a ello añadimos la vertiente "picaresca" del carácter español, que produjo todo un ciclo de narrativa y de tipos populares, nos explicaremos bastante bien el panorama de hoy.
Hace unos años, subía yo por una acera hacia la entrada de la Alhambra de Granada. Por la paralela descendían un ciego y un niño que mendigaban. El chavalillo cruzó para pedirme algo. Le di una moneda de un euro. La guardó en su bolsillo y volvió hasta el ciego, que le interrogó mientras seguían bajando. El muchacho respondió: "No m'ha dao ná". Puro LAZARILLO DE TORMES redivivo, pensé yo.
Querido Magíster, esta clarividente columna te ha quedado bordada, un abrazo desconsolado por lo que hay... jaime
ResponderEliminarQuerido josemaría, enhorbuena una vez más, no se puede explicar mejor, totalmente de acuerdo de la primera letra a la última.
EliminarJavier