SAMARKANDA

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Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

miércoles, 7 de agosto de 2013

CRISIS VOCACIONAL: CANTERAS

Como dice un amigo mío, nunca se había rezado tanto por las vocaciones en la Iglesia y nunca habían estado los seminarios más vacíos que ahora. Yo añado que no sólo se ora por esas vocaciones, sino que se escribe muchísimo y se ven poquísimos resultados. Los conventos, seminarios, noviciados y casas de formación aparecen vacíos o medianamente llenos de vocaciones oriundas de otros países. Como apenas conozco el mundo de los seminarios diocesanos (de donde salen los sacerdotes de las diócesis y parroquias), me ceñiré al universo de las congregaciones religiosas masculinas que conozco medianamente mejor. Y, concretando más, al ámbito español.
Al término de la guerra civil el panorama era desolador. Muchos sacerdotes, frailes, novicios, habían sido asesinados, la mayoría de ellos sufriendo martirio por el mero hecho de ser hombres de Iglesia. Las congregaciones comenzaron a buscar vocaciones por los pueblos, labor encomendada a alguno de sus miembros con nombramiento de "promotor", "recolector", "reclutador", etc. Su misión consistía en recorrer pueblos, en contacto con los párrocos locales y con familias de miembros de la congregación, para entrevistar a chavales posibles aspirantes. Muchos de estos niños eran monaguillos o suficientemente despiertos para que sus familias o el propio párroco les vieran un germen de vocación consistente en su buen comportamiento o en su asistencia a actos religiosos.
El sistema de captación funcionó muy bien durante muchos años. La mayoría de los padres (agricultores, ganaderos modestos, comerciantes, pequeños empleados...) veían con muy buenos ojos que su hijo fuese seleccionado para ir a un seminario de congregación religiosa. De este modo, el chico alcanzaría una formación académica, una educación en ambiente más selecto que la propia aldea o pueblo y se le abrirían horizontes profesionales futuros mucho mejores que dedicarse a las cosechas agrícolas o al cuidado de las escasas vacas propias. Por otra parte, era una boca menos por alimentar en aquellas menguadas economías de los años 40 y 50 pues bastantes de ellos eran miembros de familias numerosas. No olvidemos que las posibilidades de seguir cursando estudios (una vez acabado el aprendizaje en la escuela local) eran prácticamente nulas. El mapa de universidades y escuelas profesionales, así como los recursos para acceder a ellas, eran escasos. La formación en el pueblo terminaba en la misma adolescencia.
Los seminarios menores venían a ser remedo de las escolanías medievales pertenecientes a abadías y monasterios, en las cuales unos chiquillos (destinados al canto en los oficios litúrgicos) aprendían música y Humanidades, dejando la puerta abierta a su posible incorporación posterior a la vida conventual adulta mediante un noviciado y la emisión de votos. De hecho, algunos seminarios menores tomaron el nombre de "escolanías" y sus formandos, el de "escolanos".
En dichos seminarios menores, por tanto, los chicos aprendían materias de humanidades, especialmente de latín y de música. Y, por supuesto, no faltaban las misas y devociones diarias. Normalmente, eran edificios amplios, con suficientes espacios deportivos, una huerta capaz de aportar la alimentación que permitían aquellos años difíciles, un cuidado sanitario y médico, y con un equipo formador según permitían las difíciles circunstancias. La mayor parte de dichos centros eran gratuitos, lo cual también ayudaba a la visión positiva de las familias.
Si un "escolano" tenía que abandonar (voluntaria o involuntariamente) el internado, antes o después de terminar su ciclo académico, no había ningún problema. El "granero" geográfico podía ofrecer una nueva candidatura.
Otro modo de acceder al seminario menor era a través de los colegios de enseñanza media, tarea a la cual se han dedicado muchas congregaciones. Pero, sorprendentemente, este camino era el menos trillado. ¿Por qué? Se ofrecen varias posibles respuestas. Una de ellas puede ser que lo que hoy se llama "pastoral vocacional" de los colegios apenas existía (curiosamente en congregaciones con un buen número de colegios en su actividad), confiando en la abundancia del "granero" rural. Otra de ellas sería que, convertidos los seminarios menores en acceso de hermanos menores, sobrinos, parientes, vecinos, etc. de los propios religiosos, no se contemplara la necesidad de otros ámbitos geográficos. De este modo, se dieron curiosas circunstancias: que en las provincias o circunscripciones religiosas, la mayoría de las vocaciones fueran provenientes de regiones muy concretas, de forma casi endogámica. Un cierto nepotismo (en el sentido más aséptico de la palabra). Castilla-León, Navarra, País Vasco, Andalucía, surtieron de muchas vocaciones, marcando una idiosincrasia muy concreta de las células religiosas. Otra circunstancia fue que, si un joven de cualquier lugar de España (que no fuese la cantera ya consagrada por el uso) decidía ir directamente al noviciado, sin pasar por el seminario menor, se le mirara de reojo, como con sospecha. A veces se decía de ellos que venían "de fuera", como si aterrizaran de otro planeta. Si además no le gustaba el fútbol, ni se expresaba o comportaba de la misma forma que sus ya compañeros, resultaba un ser "sospechoso".
Con la bajada del índice de natalidad, la apertura de colegios estatales por todos los rincones de España, la cantera rural quedó exhausta. Y la posible incubadora de los colegios era inexistente.

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