Cuando viajo a
Tánger acostumbro visitar ese monumento de la Amnesia Histórica Española, que
es el Gran Teatro Cervantes. Y cada vez, sintiendo la misma indignación y
tristeza. Como ir al cementerio a visitar la tumba de un pariente fallecido por
descuidos médicos. A fin de cuentas, está situado junto a otro cementerio: el hebreo.
Masoquista que es uno.
La última vez fue en compañía de Rosario Calleja y Juan Carlos Pérez de la Fuente. El Gran Teatro Cervantes parece que va a sentir de nuevo a los albañiles. El Ministro de Cultura marroquí anunció recientemente que pronto comenzarán las obras de restauración del edificio, cuya propiedad el Estado español ha cedido gratuitamente a Marruecos, tras años de alquilarlo simbólicamente a la ciudad por 1 dirham anual, que se tradujo en cierre, olvido y deterioro. Las elecciones del 20 de diciembre de 2015 y el retraso en formarse el nuevo gobierno español han paralizado las obras de restauración y la firma del acuerdo por el cual Marruecos se compromete a convertirlo en centro cultural. Así que el próximo gobierno deberá ratificar dicho acuerdo.
La última vez fue en compañía de Rosario Calleja y Juan Carlos Pérez de la Fuente. El Gran Teatro Cervantes parece que va a sentir de nuevo a los albañiles. El Ministro de Cultura marroquí anunció recientemente que pronto comenzarán las obras de restauración del edificio, cuya propiedad el Estado español ha cedido gratuitamente a Marruecos, tras años de alquilarlo simbólicamente a la ciudad por 1 dirham anual, que se tradujo en cierre, olvido y deterioro. Las elecciones del 20 de diciembre de 2015 y el retraso en formarse el nuevo gobierno español han paralizado las obras de restauración y la firma del acuerdo por el cual Marruecos se compromete a convertirlo en centro cultural. Así que el próximo gobierno deberá ratificar dicho acuerdo.
El Gran Teatro comenzó a construirse en
1911, sobre los terrenos de la huerta de Frasquito “el Sevillano”, cuando
Esperanza Orellana, española de origen también sevillano, recibió sustanciosa
herencia de un tío. Ella y Manuel Peña, su marido, fueron los impulsores, junto
con el propietario Antonio Gallego, del que llegaría a ser el mayor y mejor
teatro de África, con un aforo de 1400 butacas. Su arquitecto fue Diego Jiménez
Armstrong para una de las primeras construcciones españolas en hormigón armado,
utilizado antes que en la península. La instalación eléctrica, que contaba con más de dos
mil bombillas estuvo a cargo de Agustín Delgado, jefe del Teatro Real de
Madrid. Jorge Busato, patriarca de la escenografía española, realizó los
decorados.
El telón de boca, una maravilla al decir de quienes llegaron a verlo y hoy extraviado como tantos otros enseres, era obra del veneciano Jorge Bustato, pintor y famoso escenógrafo. Y no se escatimaron elementos de piedra artificial, forja y cerámica, así como pinturas y esculturas de Federico Ribera.
Todos los materiales fueron de procedencia española, incluidas las verjas modernistas de acceso al recinto. Desaparecieron los paneles de vidrieras policromadas, así como los ocho grandes espejos y muebles valiosos. En el vestíbulo, a pesar del polvo, todavía hoy se pueden visualizar hermosas cerámicas que representan a Don Quijote y Sancho Panza. En su construcción se mezclaron elementos modernistas y clásicos formando una joya arquitectónica de su tiempo. El coste total fue de 750000 pesetas, una fortuna para la época.
El telón de boca, una maravilla al decir de quienes llegaron a verlo y hoy extraviado como tantos otros enseres, era obra del veneciano Jorge Bustato, pintor y famoso escenógrafo. Y no se escatimaron elementos de piedra artificial, forja y cerámica, así como pinturas y esculturas de Federico Ribera.
Todos los materiales fueron de procedencia española, incluidas las verjas modernistas de acceso al recinto. Desaparecieron los paneles de vidrieras policromadas, así como los ocho grandes espejos y muebles valiosos. En el vestíbulo, a pesar del polvo, todavía hoy se pueden visualizar hermosas cerámicas que representan a Don Quijote y Sancho Panza. En su construcción se mezclaron elementos modernistas y clásicos formando una joya arquitectónica de su tiempo. El coste total fue de 750000 pesetas, una fortuna para la época.
Las expectativas para este coliseo, se
comprenden mejor en el carácter internacional que siempre tuvo Tánger (capital
diplomática del reino de Marruecos desde 1.786), pero mayor aún a partir de la
Conferencia de Algeciras (1925), por la cual el condominio era compartido entre
diez países, incluidos Marruecos y España, situación que se prolongaría hasta
la independencia del país en 1956. Una nutrida colonia de diplomáticos,
militares y políticos llegó a compartir espacio urbano con empresarios, espías,
contrabandistas, comerciantes, aristócratas, fugitivos y exiliados de todos los
bandos, pintores, cineastas, músicos, escritores, periodistas, millonarios
excéntricos... de todos los continentes. Gracias a su carácter internacional, a
su neutralidad política y libertad comercial, Tánger se convirtió en ciudad
próspera, abierta y cosmopolita.
Un universo que, aún sin mezclarse del todo con la población autóctona, sí influyó muchísimo en la manera de vivir y de pensar de los tangerinos. Bien es verdad que las crónicas de sociedad no hablan del “otro Tánger”, el de la pobreza y la marginalidad, que bien describió uno de sus conocedores, el escritor Mohamed Chukri, en El pan desnudo, y a quien me presentaron en un café de Azilah, algo sobrado de alcohol y de ligereza, pues se puso a hacer “el pino” delante de mí. La convivencia de tantas nacionalidades, etnias y religiones, al fin, produjo una convivencia interesante, sin muchas fronteras. Como se expresa la protagonista de La vida perra de Juanita Narboni, «Mira, mi bueno, gracias a Dios hemos nacido en una ciudad donde no somos ni del todo cristianas, ni del todo judías, ni del todo moras. Somos lo que quiere el viento. Una mezcla».
Un universo que, aún sin mezclarse del todo con la población autóctona, sí influyó muchísimo en la manera de vivir y de pensar de los tangerinos. Bien es verdad que las crónicas de sociedad no hablan del “otro Tánger”, el de la pobreza y la marginalidad, que bien describió uno de sus conocedores, el escritor Mohamed Chukri, en El pan desnudo, y a quien me presentaron en un café de Azilah, algo sobrado de alcohol y de ligereza, pues se puso a hacer “el pino” delante de mí. La convivencia de tantas nacionalidades, etnias y religiones, al fin, produjo una convivencia interesante, sin muchas fronteras. Como se expresa la protagonista de La vida perra de Juanita Narboni, «Mira, mi bueno, gracias a Dios hemos nacido en una ciudad donde no somos ni del todo cristianas, ni del todo judías, ni del todo moras. Somos lo que quiere el viento. Una mezcla».
En este Tánger internacional se alzaron
palacetes y mansiones, muchas de ellas en estilo hispano-morisco, como la propiedad
de la multimillonaria Bárbara Hutton en la kasbah,
cerca del antiguo palacio del sultán, uno de cuyos numerosos maridos fue Cary
Grant, donde ella organizaba extravagantes fiestas cosmopolitas o la majestuosa
del célebre Malcom Forbes y que contaba con una colección de 100.000 soldados
de plomo (edificio que pasó en nuestros días a manos regias y nada se ha vuelto
a saber de la valiosísima colección); el palacio de Maxwell Blake (cónsul
americano), la Villa Harris, que se hizo construir el famoso periodista del Times y que fue centro de reunión de la
alta sociedad tangerina, (más tarde sala de fiestas y casino), en pleno corazón
de la medina… En uno de los abundantes palacetes se cuenta que los Rolling
Stones grabaron un tema de su disco Steel
Wheels y Bob Dylan en Tánger compuso su canción If You See Her, Say Hello. Se construyeron nuevos hoteles como el
mítico Minzah, en 1930, cuyos clientes han sido Churchill, Onassis, Rita
Hayworth, Yves Saint Laurent, Cousteau, Rock Hudson, Alberto de Mónaco, Francis
Ford Coppola, Rex Harrison... ,
hotel muy bello que vino a desplazar a los más antiguos: el Continental, que había sido inaugurado por el Duque de Edimburgo en 1865 y donde se alojó un joven corresponsal de guerra llamado Winston Churchill, pero también los huéspedes Somerset Maugham, Ava Gardner y los españoles Fortuny, Antonio Gaudí, Emilio Castelar, Pío Baroja y Jacinto Benavente. Mercedes Acosta se refugió en él con una bella joven gibraltareña, tras su ruptura sentimental con Greta Garbo, pues allí también se alojaba su amiga Djuna Barnes. Y es que los hoteles de Tánger han acogido a un número enorme de celebridades: Matisse pintó dentro del Ville de France;
en el Hotel Cécil comenzó a escribir William S. Burroughs su novela El almuerzo desnudo; en el Hotel Rembrandt vivió un año Tennesse Williams. Porque estos dos nombres de la beat generation americana no fueron los únicos que aterrizaron allí. Para ellos, el gran publicista de la ciudad fue Paul Bowles, residente desde 1947 con su esposa Jane. Él fue el cicerone de estos y de otros amigos: Truman Capote, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Gore Vidal, Gregory Corso, o Cecil Beaton, e introdujo a algunos de ellos en curiosas drogas marroquíes como el majoun. Si alguien mereciera un monumento, una avenida, una biblioteca, en Tánger, ese sería el autor que más escribió sobre ella: Paul Bowles, convertido en un tangerino más durante cincuenta y dos años, hasta su muerte en 1999. Pero también las pensiones y hostales, muchos de ellos con nombres tan españoles como Fuentes, Sevilla, Valencia, Talavera, Becerra, Valentina… albergaron a clientes menos adinerados o más cautelosos a la hora de subir a un nativo a la habitación. Seguro que Jean Genet se alojaría en alguna tan sórdida como él mismo. Enterrado está en la cercana Larache.
hotel muy bello que vino a desplazar a los más antiguos: el Continental, que había sido inaugurado por el Duque de Edimburgo en 1865 y donde se alojó un joven corresponsal de guerra llamado Winston Churchill, pero también los huéspedes Somerset Maugham, Ava Gardner y los españoles Fortuny, Antonio Gaudí, Emilio Castelar, Pío Baroja y Jacinto Benavente. Mercedes Acosta se refugió en él con una bella joven gibraltareña, tras su ruptura sentimental con Greta Garbo, pues allí también se alojaba su amiga Djuna Barnes. Y es que los hoteles de Tánger han acogido a un número enorme de celebridades: Matisse pintó dentro del Ville de France;
en el Hotel Cécil comenzó a escribir William S. Burroughs su novela El almuerzo desnudo; en el Hotel Rembrandt vivió un año Tennesse Williams. Porque estos dos nombres de la beat generation americana no fueron los únicos que aterrizaron allí. Para ellos, el gran publicista de la ciudad fue Paul Bowles, residente desde 1947 con su esposa Jane. Él fue el cicerone de estos y de otros amigos: Truman Capote, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Gore Vidal, Gregory Corso, o Cecil Beaton, e introdujo a algunos de ellos en curiosas drogas marroquíes como el majoun. Si alguien mereciera un monumento, una avenida, una biblioteca, en Tánger, ese sería el autor que más escribió sobre ella: Paul Bowles, convertido en un tangerino más durante cincuenta y dos años, hasta su muerte en 1999. Pero también las pensiones y hostales, muchos de ellos con nombres tan españoles como Fuentes, Sevilla, Valencia, Talavera, Becerra, Valentina… albergaron a clientes menos adinerados o más cautelosos a la hora de subir a un nativo a la habitación. Seguro que Jean Genet se alojaría en alguna tan sórdida como él mismo. Enterrado está en la cercana Larache.
La Librería des Colonnes, en la arteria
principal del Boulevard Pasteur luce fotos enmarcadas de algunas celebridades
que pasarían a comprar algún libro, las mismas gentes que, también, podrían
encontrarse probando nuevos olores en la Perfumería Madini, degustando una
merienda en el Gran Café París,
frente al consulado francés, o un té en la terraza escalonada del Café Hafa mirando el Atlántico, tras tomar unas fotos en las cercanas y descuidadas tumbas fenicias.
Esa Librería des Colonnes, emblemática de Tánger, donde Ángel Vázquez, aún desconocido como narrador, había sido dependiente un tiempo, y donde se estrenó exponiendo sus cuadros el jovencísimo tangerino español: José Hernández. Quiero imaginar a Ava Gardner acudiendo a una corrida de toros en la plaza de la ciudad, un espacio digno de ser historiado. ¿Vería lidiar a su querido Luis Miguel Dominguín, a Jaime Ostos, a “El Cordobés” con su inseparable Palomo Linares?
frente al consulado francés, o un té en la terraza escalonada del Café Hafa mirando el Atlántico, tras tomar unas fotos en las cercanas y descuidadas tumbas fenicias.
Esa Librería des Colonnes, emblemática de Tánger, donde Ángel Vázquez, aún desconocido como narrador, había sido dependiente un tiempo, y donde se estrenó exponiendo sus cuadros el jovencísimo tangerino español: José Hernández. Quiero imaginar a Ava Gardner acudiendo a una corrida de toros en la plaza de la ciudad, un espacio digno de ser historiado. ¿Vería lidiar a su querido Luis Miguel Dominguín, a Jaime Ostos, a “El Cordobés” con su inseparable Palomo Linares?
Por los zocos de la ciudad han caminado
Delacroix, Matisse, Francis Bacon, Virginia Woolf, E. M. Foster, el pianista
Randy Weston, el actor Error Flynn, Orson Wells, Luis Buñuel, el malogrado Joe
Orton (durante casi tres meses) poco tiempo antes de ser asesinado por su
celoso amigo-amante.
Resumiendo, en Tánger podía vivirse “bajo el
cielo protector”, por usar el célebre título de Bowles.
Como he dicho, el Teatro Cervantes se
inauguró en 1913, con doble programa: la proyección de la novedosa película
muda Quo Vadis?, superproducción
italiana del año anterior, dirigida por Enrico Guazzoni, y con la compañía de ópera de Giovanini. Los
precios de aquella primera función cinematográfica fueron de 20 pesetas en
palco y plateas, butacas 3 pesetas y entrada general, 50 céntimos. Con los años
se representaron La noche del sábado, La
mariposa que voló sobre el mar y Rosas
de otoño, de Jacinto Benavente; Doña
María la Brava, de Eduardo Marquina….
En su escenario se interpretó un Otelo de Shakespeare, Saladino, de Nagib Hadded, organizada por la compañía El Haded, formada por jóvenes artistas marroquíes locales, la opereta El Mikado, de Gilbert y Sullyvan, en 1929; Juan José, de Joaquín Dicenta, El divino impaciente, de José María Pemán (quien dio una conferencia en el escenario muchos años después que lo hiciera también Benito Pérez Galdós); Los pobrecitos, de Alfonso Paso. Zarzuelas como El rey que rabió o El príncipe Carnaval, y La corte de faraón. Y ópera con el mismísimo Enrico Caruso (en 1918). Allí actuaron María Guerrero, Margarita Xirgu, Niní Montián…. Desde su inauguración, y a la sombra de un Tánger bajo administración internacional, por el escenario del Teatro Cervantes pasaron los más populares del mundo del espectáculo español de la época, desde Raquel Meller al ballet de Pilar López, Estrellita Castro, Imperio Argentina, el barítono Luis Mariano, Antonio Machín, Manolo Caracol con Lola Flores, Pepe Marchena, Carmen Sevilla, Juanito Valderrama (se cuenta que compuso en 1948, en Tánger, su célebre Copla del emigrante, y fue escrita en la factura de un hotel.
El propio cantaor afirmaba «Tánger entonces era como un París en chiquetito, era internacional. Aquello ni era de España como Tetuán, ni era de Francia como Casablanca. Tánger estaba atestado de españoles que se habían tenido que ir después de la guerra. Yo los vi llorar allí en la puerta del teatro, agarrados a mí, rodeándome cuando entraba para los camerinos por la puerta de artistas: «Juanito, que yo soy de Málaga, a ver si me dedicas un cante»»... aquello –apostillaba el cantante- no era ni de Franco ni de la República. Aquellos hombres eran de España. Eran España misma”. De algún modo, en su programación se pueden rastrear dos momentos diferentes. El primero, a raíz de su adquisición por el Gobierno español (1928), con actuaciones de artistas como la mencionada Margarita Xirgu, pero también de las glamurosas veladas, los bailes de máscaras y las fiestas de fin de año, los hombres de etiqueta y las señoras con espléndidos trajes de noche. Una segunda en los años cincuenta con un corte más popular al socaire de los 30.000 españoles residentes en Tánger, alguno de ellos llegados a la ciudad africana en patera, pero en sentido inverso al actual. Fue entonces el momento de Antonio Molina, José Luis Ozores y la copla en general.
En su escenario se interpretó un Otelo de Shakespeare, Saladino, de Nagib Hadded, organizada por la compañía El Haded, formada por jóvenes artistas marroquíes locales, la opereta El Mikado, de Gilbert y Sullyvan, en 1929; Juan José, de Joaquín Dicenta, El divino impaciente, de José María Pemán (quien dio una conferencia en el escenario muchos años después que lo hiciera también Benito Pérez Galdós); Los pobrecitos, de Alfonso Paso. Zarzuelas como El rey que rabió o El príncipe Carnaval, y La corte de faraón. Y ópera con el mismísimo Enrico Caruso (en 1918). Allí actuaron María Guerrero, Margarita Xirgu, Niní Montián…. Desde su inauguración, y a la sombra de un Tánger bajo administración internacional, por el escenario del Teatro Cervantes pasaron los más populares del mundo del espectáculo español de la época, desde Raquel Meller al ballet de Pilar López, Estrellita Castro, Imperio Argentina, el barítono Luis Mariano, Antonio Machín, Manolo Caracol con Lola Flores, Pepe Marchena, Carmen Sevilla, Juanito Valderrama (se cuenta que compuso en 1948, en Tánger, su célebre Copla del emigrante, y fue escrita en la factura de un hotel.
El propio cantaor afirmaba «Tánger entonces era como un París en chiquetito, era internacional. Aquello ni era de España como Tetuán, ni era de Francia como Casablanca. Tánger estaba atestado de españoles que se habían tenido que ir después de la guerra. Yo los vi llorar allí en la puerta del teatro, agarrados a mí, rodeándome cuando entraba para los camerinos por la puerta de artistas: «Juanito, que yo soy de Málaga, a ver si me dedicas un cante»»... aquello –apostillaba el cantante- no era ni de Franco ni de la República. Aquellos hombres eran de España. Eran España misma”. De algún modo, en su programación se pueden rastrear dos momentos diferentes. El primero, a raíz de su adquisición por el Gobierno español (1928), con actuaciones de artistas como la mencionada Margarita Xirgu, pero también de las glamurosas veladas, los bailes de máscaras y las fiestas de fin de año, los hombres de etiqueta y las señoras con espléndidos trajes de noche. Una segunda en los años cincuenta con un corte más popular al socaire de los 30.000 españoles residentes en Tánger, alguno de ellos llegados a la ciudad africana en patera, pero en sentido inverso al actual. Fue entonces el momento de Antonio Molina, José Luis Ozores y la copla en general.
Una copiosa bibliografía de ensayo y
narrativa tenemos a disposición. Por ceñirnos a libros de autor español,
seleccionaré tres de ellos accesibles: La
vida perra de Juanita Narboni, de Ángel Vázquez, en la edición y prólogo
insuperables de Virginia Trueba (Cátedra, 2000), con dos versiones en cine; El tiempo entre costuras (Temas de Hoy,
2009), de María Dueñas, cuya serie televisiva fue muy celebrada, y el ensayo
descriptivo y bellísimo de Eduardo Jodrá: Tánger
(Destino, 1993), agotado, inencontrable y que guardo como oro en paño.
La presencia española en Tánger nunca se
limitó a los espectáculos del teatro ni a las corridas de toros. De hecho, el
Cervantes resultó un fatal negocio a los primeros propietarios y, por ello, lo
cedieron al Estado en 1928. La independencia de Marruecos (1956) significó una
progresiva “arabización” de la ciudad y los europeos fueron dejándola, también
con los tiempos favorables de la paz europea y el fin de la guerra española. En
1962, el Teatro Cervantes echó el cierre. Durante el reinado de Hassan II, el
norte marroquí sufrió una evidente indiferencia del monarca, abandono que se
hacía visible recorriendo la ciudad: el
paro, la droga, la inseguridad… eran notorias en Tánger. Sin embargo, Mohamed
VI, desde que llegó al trono en 1999, demostró con hechos y estancias en la
ciudad, su interés en el desarrollo del norte del país. La construcción del
enorme puerto TANGER MED, la llegada del AVE (TGV) que conecta la ciudad con
Casablanca, nuevos edificios, empresas y hoteles… han ampliado
considerablemente los horizontes laborales, comerciales y turísticos de la
ciudad. Tánger ya no es la misma. Los tiempos cambian y, hoy día, la presencia de
España allí es mucho más eficaz con el Instituto Cervantes que únicamente con
el Teatro.
Allá por los últimos años noventa, yo le dije a un Secretario de Estado de Cultura que interesaba conservar en posesión de España dicho edificio, restaurarlo y darle un servicio, dependiente (o no) del Instituto Cervantes local. Podría ser un centro cultural de inmensas posibilidades no sólo como teatro, sino con ciclos de conferencias, cursos de verano, exposiciones, cafetería o restaurante, alquiler para bodas y eventos, con patrocinio de las muchas empresas que operan en el país vecino. No olvidemos que el Instituto Cervantes tiene siete sedes en Marruecos. Eran años de bonanza económica pero a ningún gobierno ni español ni marroquí le interesó verdaderamente su reapertura. Ni siquiera con voces de artistas y de asociaciones juveniles entusiastas pero sin medios.
Allá por los últimos años noventa, yo le dije a un Secretario de Estado de Cultura que interesaba conservar en posesión de España dicho edificio, restaurarlo y darle un servicio, dependiente (o no) del Instituto Cervantes local. Podría ser un centro cultural de inmensas posibilidades no sólo como teatro, sino con ciclos de conferencias, cursos de verano, exposiciones, cafetería o restaurante, alquiler para bodas y eventos, con patrocinio de las muchas empresas que operan en el país vecino. No olvidemos que el Instituto Cervantes tiene siete sedes en Marruecos. Eran años de bonanza económica pero a ningún gobierno ni español ni marroquí le interesó verdaderamente su reapertura. Ni siquiera con voces de artistas y de asociaciones juveniles entusiastas pero sin medios.
Parece ser que uno de los motivos del
descuido era la dificultad de que el Reino de España invirtiera la cantidad de
dinero necesaria para la restauración de un edificio propio en un país
extranjero. Me cuesta trabajo creerlo. Como me cuesta trabajo pensar que el
Reino de Marruecos vaya a invertir una extraordinaria cantidad de dirhams en ese coliseo, así, sin más.
¿Habría abandonado o cedido Francia un inmueble de esa categoría? De ninguna
manera. Manuel Rodríguez Maciá escribió: “Frente
a la imagen de la vergonzante alambrada de Melilla y de Ceuta, sería muy
oportuno oponer la imagen del rehabilitado Gran Teatro Cervantes de Tánger,
convertido en un espacio de diálogo entre ambas orillas del Estrecho. También
la mirada abierta hacia los otros pueblos, tener una perspectiva cosmopolita,
universal, nos puede ayudar a tener una visión más integradora y amplia en el
interior de nuestro propio país.”
Me temo que si “entre todos la mataron y
ella sola se murió”, va a ser aplicable al decadente y decaído edificio.
Conociendo el “percal” de aquí y de allí, mis esperanzas de futuro son precarias.
Podría acabar en manos privadas, ¿transformado en "Discoteca Amnesia"? Ya existe una con ese nombre en Rabat. Algún día el nombre de Cervantes, en el barrio español tangerino, sólo
permanecerá en la tienda de bocaditos que hay en la calle que accede a la verja.
Por cierto, deliciosos.
(Publicado el artículo, me entero de que los cuadros que lo ilustran son de la pintora Consuelo Hernández, una mujer que ha luchado mucho por la conservación del edificio. Además, es madre de Aitana Galán, directora de escena y amiga mía, a quien agradezco la información. ¿Qué mejor que incluir a Consuelo con su obra?)
(Publicado el artículo, me entero de que los cuadros que lo ilustran son de la pintora Consuelo Hernández, una mujer que ha luchado mucho por la conservación del edificio. Además, es madre de Aitana Galán, directora de escena y amiga mía, a quien agradezco la información. ¿Qué mejor que incluir a Consuelo con su obra?)
La verdad es que es una pena el abandono que ha sufrido. El artículo, como siempre, muy bueno, y rescato una frase grandiosa:
ResponderEliminar«Mira, mi bueno, gracias a Dios hemos nacido en una ciudad donde no somos ni del todo cristianas, ni del todo judías, ni del todo moras. Somos lo que quiere el viento. Una mezcla».
Gracias
Hola- soy Tangerino y siento mucha pena por toda esta negligencia.
ResponderEliminary en verdad no sé si detras de este abandono a proposito se esconden malas intentiones ...
Estoy de acuerdo contigo. Es una pena. Si me buscas en faceboock, estoy en Josemaria Torrijos
Eliminarsi claro le conosco - soy Fayçal
EliminarMi felicitación, José María, por el estupendo artículo que has dedicado al Gran Teatro Cervantes. Y te doy las gracias por incluir mi imagen y las de dos pinturas inspiradas en el Teatro. Desde el año 2001 pinto este "coliseo", como bien lo denominas; una gran pasión que aún me ocupa, y que no abandonaré hasta que lo vea restaurado. En el año de su centenario, 2013, el libro que edité junto a tres amigos, Jesús Carazo (dramaturgo), Santiago Martín Guerrero (novelista) y Mezouar El Idrissi (poeta) cuyo título es "Un escenario en ruinas-Llamamiento artístico-literario por la recuperación del Gran Teatro Cervantes de Tánger" movilizó más de una conciencia dormida. Y confío plenamente en que muy pronto el estado marroquí dará paso a su restauración. De modo que en esta previsión de futuro no estamos del todo de acuerdo.
ResponderEliminarSaludos
Incluso así, tiene su encanto. Estupendo articulo.
ResponderEliminarSaludos Jose Maria.
Cerro un poco mas tarde de 1962, yo (José María Fuentes Bueno)nací en 1963 y mi padre (Carlos Fuentes Hernández)lo tenia arrendado para hacer proyecciones de cine y veladas de boxeo, no recuerdo bien cuando fue su cierre definitivo pero creo que seria sobre 1966.
ResponderEliminarMi padre también tenia el Cine Roxy y la cafetería de igual nombre que la mantuvo hasta nuestra marcha de Tanger en Abril de 1971.