SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

LA FAMA

 Uno de los títulos musicales más recordados de la televisión y del cine para la juventud de los 80 es Fama. Primero fue película, dirigida por Alan Parker, ganadora de cuatro premios Oscar, tres BAFTA, tres Globos de Oro y un Grammy. Su mundial éxito animó a continuar el tema con una serie del mismo título y numerosos conciertos de sus intérpretes en todos los continentes. La versión última del producto fue el musical estrenado en Broadway en los años noventa. 



   Aparte de sus méritos artísticos, técnicos y musicales, esta obra mostraba el camino de la fama por parte de un grupo de jóvenes que aspiraban a ser artistas formándose duramente en la Escuela de Arte de Nueva York: danza, canto, literatura, interpretación. Pero, también, Fama mostraba sus orígenes familiares, sus sacrificios, sus ilusiones y sus frustraciones. La fama ansiada llegaría, si llegaba, como resultado de un trabajo continuado, de una entrega sin condiciones para un futuro incierto. 



   La Fama, como consecuencia de la celebridad ha sido conocida desde los tiempos más remotos. Incluso tiene su propia deidad en las mitologías griega y romana. La diosa Feme era la encargada de propagar los hechos o los rumores de los humanos, sin importar si eran ciertos o no, si eran positivos o negativos. Se la representaba con alas y una trompeta anunciadora. Los dioses la temían pues parece que el Olimpo también estaba lleno de cotilleos.

   Naturalmente, la fama podía ser buena o mala, dependiendo de la opinión de los demás, ya que en esta última se apoya esa corona de laurel o de espinas que puede llegar a ceñir una persona por sus éxitos o por sus delitos.



   Con la aparición del cine, de la música en discos, de las cadenas de televisión y, recientemente, con las redes sociales la consecución de la fama ha pasado de ser una consecuencia a ser un fin. No pocos jóvenes de hoy en día, con el efímero patrimonio de su belleza física o sus lazos familiares o sus encuentros eróticos con una celebridad (torero, cantante, futbolista…), buscan una fama inmediata, ya sea en la música, el cine, la televisión o las pasarelas. Una fama que les dé dinero, obviamente. Y entran en un remolino del que les costará salir si es que, al cabo de muy pocos años, la vida no los ha destrozado y sustituido por otros nuevos cuerpos más jóvenes y osados. No importan los trapos sucios de familia o de parejas que se puedan airear. Lo importante será aparecer en los platós, en los eventos de la noche haciendo posados y sintiéndose felices en el fondo de que los persigan fotógrafos y reporteros.



   Hasta aquí todo normal si consideramos que cada cual puede hacer con su vida y con su cuerpo lo que le parezca. El problema surge cuando en los medios vemos que triunfan jóvenes sin preparación que, de la noche a la mañana, alcanzan notoriedad por lo anteriormente dicho. Y la comparación o el contraste nos viene de inmediato con los cientos y miles de jóvenes que estudian para ser abogados, economistas, jueces, médicos, arquitectos… con un futuro cada día más tenebroso. Ahí tenemos investigadores jóvenes y no tan jóvenes (auténtico cimiento de una sociedad desarrollada) que perciben becas magras y utilizan instrumentos y medios insuficientes. El desconsuelo no puede ser mayor. 



   La sociedad tiene que reaccionar si no queremos una juventud de pasarela que no tiene nada que decir y menos aún que aportar. Tenemos la obligación de apoyar a nuestros jóvenes científicos, artistas, trabajadores cualificados para que la auténtica fama -aunque sea la local-, sea la consecución de unas vidas fructíferas en sus proyectos.

   Tenemos que volver al concepto más clásico de la fama, aquel que significaba el delta de una vida donde se acumulan realidades positivas. Y la imagen del río nos trae el recuerdo de las Coplas de Jorge Manrique, quien tras enumerar los triunfos de su padre como persona y como militar, termina su largo poema con los versos: “nos dejó harto consuelo/su memoria”.

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