Cuando yo era niño, en aquellos televisores en blanco y negro, salía un anuncio de brandy protagonizado por una modelo bellísima: Elena Duque. Encarnaba la elegancia, el erotismo discreto, unos ojos preciosos..., era, sin duda, la número uno. Todavía pueden encontrarse sus imágenes de entonces gracias a Google. Después pasó por varios géneros del arte: canción, revista musical, cine, desfiles... hasta que súbitamente desapareció. Alguien me dijo que voluntariamente, agotada por la sobreexposición. No lo sé. Años más tarde pude ver en los escenarios la obra Usted también podrá disfrutar de ella, de Ana Diosdado, protagonizada por mi amiga María José Goyanes. Una obra que versaba sobre cierta modelo devorada por la popularidad de un anuncio y todo lo que eso llevó consigo hasta su vida privada. Hace pocos años le comenté a la autora que, precisamente esa obra suya, me parecía una de las más actuales de toda su producción.
Los "reallity show" televisivos y sus tertulias complementarias tienen el precedente más inmediato en la prensa de papel. El Caso, allá en los tiempos del franquismo ofrecía la España real en contraste con la España oficial de la dictadura que nos proyectaba el cine en el NO-DO, y si Franco permitió ese periódico fue porque mientras el público vivía pendiente del crimen o secuestro correspondiente, se distraía de pensar en política. Una maniobra que dio su fruto.
Los "reallity show" televisivos y sus tertulias complementarias tienen el precedente más inmediato en la prensa de papel. El Caso, allá en los tiempos del franquismo ofrecía la España real en contraste con la España oficial de la dictadura que nos proyectaba el cine en el NO-DO, y si Franco permitió ese periódico fue porque mientras el público vivía pendiente del crimen o secuestro correspondiente, se distraía de pensar en política. Una maniobra que dio su fruto.
No hemos cambiado tanto como parece. Se ha disparado el número de cadenas a la caza y captura del espectador, al precio que sea. La importación de programas que pretenden emitir la vida cotidiana de los conocidos y de los no conocidos como materia de espectáculo público, ha significado un seísmo: se ha multiplicado el número de aspirantes a "famosos" (una titulación que se imparte en los platós, a base de cursos intensivos por despachos y pasillos), sin más bagaje que cuerpos de mármol tallado y cerebros de yeso en polvo, pero con ambiciones desmedidas, la proliferación de periodistas, fotógrafos, gacetilleros, tertulianos a la medida de esos programas basura. ¿Cuál es la cuerda floja? el morbo una vez más, aureolando a los propios protagonistas a los que llamamos "famosos". Van ganando dinero en proporción inversa a la conservación de su vida y estabilidad privadas. Se airean secretos de alcoba, de cocina, se abren de par en par los armarios, los baúles, se exhiben en videos todas las intimidades delanteras y traseras. Incluso se generan nuevos "famosillos" adosados a ellos por lazos familiares o de vecindad. Las parejas acaban rompiéndose, los hijos salen desmandados y ellos o ellas terminan de mala manera: al psicólogo, al psiquíatra, al juzgado, a la clínica de desintoxicación... una vez que se ha pasado por otras bodas y divorcios convenientementemente cobrados en forma de exclusivas. Ansiaban convertirse en personajes y han acabado en marionetas pero no en la cuerda del amor, como cantaba Shandie Shaw cuando ganó el Festival de Eurovisión (1967) con Puppet on a string, sino en las manos invisibles e inmisericordes de cúpulas empresariales que los abandonarán en una cuneta cuando dejen de ser carne picada apetecible para la charcutería nacional.
Bravísimo Josemaría.
ResponderEliminarJavier