Aconsejo a los actuales o futuros estudiantes de Medicina que escojan bien sus especialidades, teniendo en cuenta las dolencias que se ven venir en el horizonte. Una de las que parecen tener un futuro más prometedor es la de otorrinolaringólogo. Me explico: los jóvenes de hoy disfrutan en sus oídos de una generosa cantidad de decibelios en sus oídos. No sólo en discotecas, bares y automóviles (algunos de ellos parecen discotecas rodantes), sino en auriculares y equipos de música de sus casas. A veces, en el metro, yo escucho la música que un chaval soporta en sus orejeras desde el otro extremo del vagón. Llevan en sus rostros la misma expresión que Moisés cuando recibió las tablas de la Ley en el monte Sinaí: puro éxtasis. Pues bien, esta generación que comienza a vivir, ya tiene los tímpanos tan duros como las murallas de Lugo. ¡Con la cantidad de vida que tienen por delante, al haberse dilatado la edad media del español! Y la consecuencia natural es que hablan a voces, pues no se oyen los unos a los otros. Los chicos, con unos vozarrones roncos y desgarrados como relinchos. Las chicas, con timbres gritones y nasales, de gatas paridas, tampoco hablan: chillan. Pero unos y otros con un abuso de cuerdas vocales que indican unos aparatos fonadores de urgente tratamiento. Como, además, nuestras chicas y chicos de hoy gustan de no ir abrigados en invierno luciendo camisetas ceñidas para mostrar la abundancia de senos y pectorales, con minifaldas muy subidas y pantalones muy bajados (o sea, medio en cueros), el azote de resfriados los flagela sin cesar. Si a eso se añade el uso de alcohol, tabaco y otras hierbas, en botellones por plazoletas en pleno frío invernal, no doy un euro por la duración de sus laringes. Por tanto, los "otorrinos" del futuro tienen la clientela asegurada. Gargantas y oídos precisarán sus tratamientos.
¿Y qué me dicen de los hígados? Esos órganos andan vapuleados a base de ingerir alcohol. Pero no de alcohol de calidad, sino del que se compra en "tetrabrik" en las tiendas de chinos de todos los barrios, abiertos a cualquier día y hora, con unos precios tan bajos como los impuestos que, al parecer pagan esos ciudadanos, mientras los comercios españoles (todavía cerrados en muchas ciudades los domingos, sábados, festivos...) no paran de poner el cartel de "se vende" o "se traspasa". A lo que íbamos: esos muchachos, antes de beber sin límite buscando la felicidad del fin de semana, se han atiborrado de macizas hamburguesas de varios pisos o de pizzas de oferta, tamaño familiar por 3 euros. Colesterol a tope, garantizado.
La geriatría ha venido ofertando salidas hasta hace bien poco. No creo que los castigados cuerpos de los jóvenes y adolescentes lleguen a durar tanto como sus padres y sus abuelos. Por tanto, no aconsejo esa especialidad. Sobre todo si vamos camino de eso que llaman "muerte digna" y que puede llegar a convertirse en una elegante y conmovedora eutanasia el año menos pensado. En cambio, los estudiantes de medicina no deberían desdeñar la traumatología. La cantidad de accidentes de coches y de motos, en estado sobrio o ebrio, que están pronosticados por estos vaticinios míos, seguramente facilitarán trabajo a muchos jóvenes doctores.
Es cierto que no pocos estudiantes cursan fisioterapia pretendiendo especializarse en el campo deportivo. El mercado estará muy pronto saturado, especialmente si con la duradera crisis que padecemos comienzan a cerrar sus estadios algunos equipos.
A la especialidad médica que sí le veo mucho futuro es a la psiquiatría. No hace falta decir por qué.
Muy acertado Josemaría, aunque algunas de las especialidades que comentas quizá no tengan tanto futuro, pues seguro que debido a todas esas costumbres que comentas, puede bajar considerablemente la esperanza de vida de estos jovenes. Los Psiquiatras sí, ya en la actualidad no tienen un hueco en sus consultas.
ResponderEliminarAunque todavía quedan algunos jovenes con sanas costumbres: Hacer deporte, Actividades al aire libre, Lectura, Viajar y tertulias con los amigos, con un café, o unas tapas y un par de vinos (no hace falta más para ser feliz).
Un abrazo:
Javier