A UNA CALAVERA
Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que, mirándola, detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.
Aquí la estimativa en que tenía
el principio de todo el movimiento,
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh, hermosura mortal, cometa al viento!
Donde tan alta presunción vivía
desprecian los gusanos alimento.
LOPE DE VEGA
Entre los más de 1.500 sonetos que firmó Lope, se encuentra este en su obra Rimas sacras (1614). Han ocurrido luctuosos momentos en la vida del Fénix de los Ingenios. Durante julio del año anterior murió de tercianas su amadísimo hijo Carlos Félix y dos meses más tarde fallecía de sobreparto su segunda esposa, la abnegada Juana Guardo. El poeta sufre crisis de misticismo, decide ordenarse sacerdote y así acontece meses antes de editar las Rimas. El libro refleja dolor y pesimismo. El tema del soneto es una reflexión al recordar la belleza física y moral de una joven ante lo que hoy es su mísera calavera. El desengaño frente a la caducidad de la belleza, del poder, del dinero, de la vida, fue uno de los tópicos preferidos de artistas y escritores barrocos, tras la exultante invitación al goce corporal del Renacimiento. De nada sirve la hermosura cuando llega la guadaña igualadora de la muerte: toda belleza por grande que sea, se transformará "en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada", según el célebre verso de Góngora.
La estructura externa del soneto es completamente clásica en muchos aspectos formales. Uno de ellos es la distribución temática en dos partes: cuartetos y tercetos. Belleza física en los primeros y armonía espiritual en los segundos. El último terceto explica y recoge el tema.
Desde el título, casi una concisa dedicatoria, el lector queda centrado en el objeto, no por lo que es ahora (calavera) sino por lo que fue (cabeza), reducida a sobrecogedores huesos. Brutal contraste entre el ayer y el hoy.
Lope arranca el poema con el demostrativo esta, modo de apertura que los autores españoles del Siglo de Oro adoptaron de los clásicos latinos: ("Hoc quodcumque vides..."), y de los italianos ("Questa ch'a l'asta in mano..."), que llegaría a usarse por nuestros poetas del XVI ("Esta desnuda playa...), incluso a abusarse retorciéndolo con hipérbaton en los del XVII ("Estas que me dictó rimas sonoras...", Góngora).
La lectura de los cuartetos deja en el ánimo una sensación de grave estatismo por su léxico verbal: tener, estar preso, detener, estar, imprimir, entretener..., efecto opuesto al que dan palabras dinámicas de los tercetos, como movimiento y cometa al viento. También una bella oposición, entre los ojos fascinados de los admiradores y los ojos de la joven en vida, causantes del hechizo.
La descripción de los rasgos del rostro femenino era laboratorio donde fabricar ingeniosísimas metáforas. Aquí, Lope evita esa tentación por la seriedad del asunto y recurre a algo tan manido como llamar rosa a la boca y esmeraldas a los ojos. En cambio, de los cabellos -que se prestaban al oro o al azabache-, ni una palabra. ¿Por qué ese aparente descuido? Sencillamente, porque al poeta lo que más le impresiona de la calavera son sus HUECOS: carencias de la boca, de las órbitas oculares, del cráneo que albergó cerebro tan equilibrado. La mención de esos vacíos sigue un orden ascendente: boca-ojos-cráneo; una jerarquización minuciosa donde cada órgano, cada potencia, es aislado, señalado por el adverbio aquí (cuatro veces en principio de verso).
Aparecen tres signos arcaicos: el apócope destos, usual entonces; quien en singular para un antecedente plural (carne y cabellos), pues aún no se había implantado el plural quienes. Según la psicología del XVI, estimativa era la facultad del alma que juzga el aprecio de las cosas. Hoy equivaldría al "sentido común".
El último terceto comienza con un epifonema de gran valor expresivo, pues hermosura es recurrente con arquitectura (v. 2) y centro a su vez de otras simetrías colindantes respecto a los dos primeros versos: mortal=estos huesos, cometa al viento=cabeza. Aunque en los autores barrocos era lugar común el viento (=tiempo) como devastador de lo hermoso, se usaba más la flor como metáfora de la belleza efímera. De ahí lo plástico y original de cometa.
Los dos versos últimos son un logro feliz: desprecian, gusanos, aposento. Si, cuando viva la arquitectura de esta muchacha hospedó en sus cavidades boca, ojos y cerebro espléndidos, hoy los gusanos no quieren hospedarse allí. De lo más valioso y eminente (alta presunción) a lo más rastrero y subterráneo (morada de orugas). Un cierre tan macabro se justifica teniendo presente que esa muchacha, a la que todo lo bueno le sobraba, era centro de atracción. Los admiradores bullían en su torno. Hoy, que hasta los gusanos la rehuyen, está sola. Como el título anunció: una calavera. Sin más.
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