SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

sábado, 14 de mayo de 2016

CUENTOS DE GUATEMALA



Tras recoger cientos de definiciones sobre el género, Camilo José Cela concluyó que “novela es todo aquel libro que, una vez publicado, bajo el título lleva impresa la palabra NOVELA”. Se refería a lo inabarcable que se ha convertido la narrativa en sus asuntos, perspectivas, estructuras, dimensiones, etc. Una novela pude abarcar lo que el autor quiera. No así el cuento, género autónomo dentro del relato que no tiene marcada su longitud sino por una sesión de lectura. Pero una sesión sin definir.
     El cuento va unido a la cultura oral. La tradición, la leyenda, los sucesos se transmiten de boca a oído, de generación en generación. Uno de los ámbitos supervivientes de este modo es la Plaza Jemaa-el-Fnaa de Marrakech. Por tanto, no nos extraña que en Oriente, en los países africanos, en Iberoamérica hayan aparecido tantas recopilaciones y tantos libros de cuentos que recopilan “historias” transmitidas oralmente. No es momento de hacer un repaso desde las narraciones breves que Sheherezade hacía en LAS MIL Y UNA NOCHES al sultán hasta los autores más conocidos hoy de cuentos o los microrrelatos, ahora tan en auge.
     El título del libro DE LA CEIBA Y EL QUETZAL, introduce en un universo típicamente guatemalteco. La ceiba fue considerada árbol sagrado en culturas precolombinas de América central y su presencia es frecuente no sólo en los paisajes sino en las plazas de los pueblos como símbolo identificador. El quetzal, posiblemente una de las aves más hermosas del mundo, es un pájaro nacional del país y simboliza la independencia de América Central de España. También es la moneda de Guatemala desde 1925.
     Por el libro desfilan personas que pertenecen a familias humildes cargadas de hijos, sostenidas con fríjoles y poco más. La lucha por la vida es una constante, donde comer, vestir, comprar medicamentos, sobrevivir a una enfermedad, contratiempo o “mordida” (multa), apalabrar una boda, pagar un entierro… pueden constituir retos insalvables. A través de sus historias conocemos sus medios de vida, sus costumbres (como la asamblea de vecinos en el salón comunal, descrita por causa del protagonista Fabio Seisdedos), a sus familiares, a sus vecinos, todos enredados como las cerezas a través de las páginas de la autora. O en “El sabor de la tierra” donde se resume la aventura de una familia palestina (los Zammar), entre emigrante y refugiada, que navegando por barcos y mares, llega a Guatemala y se instala en Cobán. Su proceso de integración es seguido por el lector, enganchado a la saga que emprende una vida (sin perder sus raíces) en el Nuevo Mundo. Uno de mis cuentos preferidos es “La ciega del otro lado del puente”, que se abre como un abanico mostrando a los miembros de una familia donde las mujeres tienen el protagonismo. También la insólita historia del Padre Telesforo, víctima de su propia generosidad y de la maledicencia ajena.
     El hecho de tener los hijos antes del matrimonio o fuera de él es visto con naturalidad. Un mundo donde nadie está seguro de que sus hermanos lo son de padre y madre. Pero donde las mujeres son protagonistas, heroínas que sacan adelante a sus hijos o a los huérfanos ajenos, víctimas de abusos precoces, del abandono de los hombres. Doña Gladys, Mérida…
     El fenómeno del marido ausente por causa de una emigración inacabable a los Estados (Unidos). A veces el regreso del marido no sucedía. Un accidente laboral o de tráfico podía acarrear un duelo sin cadáver en el pueblo dejando viudas o mujeres abandonadas por sus esposos por otras mujeres que encuentran en la América próspera. Mujeres que enferman o mueren temprano víctimas del abandono mismo o de enfermedades sin curar o incurables, como el sida. Pero la opinión pública no juzga igual al hombre que a la mujer. Ellas son las auténticas protagonistas de esas vidas azarosas donde cada día consiste en sobrevivir, como Mayra, cuya historia está llena de peripecias a cuál peor. Gran número de viudas. Mujeres que llegan a su vejez tan deterioradas física y moralmente que sólo pueden mirar al pasado desde una mecedora. Y gran número de maridos pendejos que vuelven a casa desde la de su amante o borrachos tras pasar por la pulpería. Las mujeres son mucho más emprendedoras que los hombres (como se ve en el cuento “Cooperantes”) a la hora de aprovechar los recursos naturales o los que les llegan del exterior. Los niños, la parte más débil de la sociedad, y más aún cuando son del género femenino, sufren las carencias más urgentes en educación, en sanidad, en alimentos. Desde la edad más temprana aprenden lo que es la resignación.


     En estas páginas encontramos nombres de personajes, algunos de origen castellano de pura cepa mencionados frecuentemente con los dos apellidos: Secundino Aldana Marroquín, Doña Odilia de León, Gladys Petrona Mazariegos. También conocemos vocabulario: monedas: “quetzales”, “milpa”. Alimentos: “frijoles”, “chile”, “tamal”; instrumentos musicales: “marimba” (percusión parecida al xilófono), bebidas como el “atol”, el refresco de agua de Jamaica. “Huipil” (camisa bordada de mujer).  “Platicar” por “hablar”. “Tomar” por beber, “Cédula” por carnet. “Dizque” por “Se dice que”. “Cuadras” por manzanas de edificios, “chompipe” por “pavo”. “Pupusa” por tortilla. “Patojos” por muchachos. El uso muy frecuente de diminutivos: “subiditos”, “muertitos”, “pechito”, “cerrito”, “ranchito”, “padrecito” al cura… Devociones de la metrópoli española: San Isidro, la Virgen de Montserrat, Santo Domingo, los ritos católicos de Semana Santa. Topónimos: Nueva Segovia, San Marcos, Santa Catalina. Vegetación: el Ocotal, la ceiba , el malinche…
     El narrador es alguien de ellos, como si le refiriera los cuentos a la autora, al lector, quién sabe… La identificación de este narrador resulta confusa, como suele acontecer en la novela del siglo XX tanto aquí como en la literatura iberoamericana. Por eso, se expresa con giros autóctonos que hace siglos también se usaron en España.: “no le quedaba de otra que andar más de media legua para ir al campo de la su madre”…”tenía un su campito”, “de la su vecina”. Este narrador pasa del estilo directo reproduciendo la frase del personaje, al indirecto sin transición. Así, refiere: “Él también tenía un telar, pero ya sabe usted que no se vende”. O al revés: “Según el médico la operación había sido un éxito. Doña Gladys ya no sentía aquellos dolores terribles de cabeza, pero sus ojos no más lo miraban todo negro. Su nervio óptico, sabe señora, se dañó; más bien se arruinó y ya no es posible que usted vea. Pero no se preocupe, por lo demás, podrá hacer vida normal”. O comentarios marginales entre la conversación de dos personajes nativos. En el Nuevo Mundo se dan rodeos protocolarios antes de abordar el tema principal. Así sucede entre Doña Gladys y su suegra. El narrador introduce: “Todo el mundo sabe que ir al grano es cosa de los españoles. Aquí es una falta de educación preguntar o afirmar directamente. También es indecoroso dar una única respuesta, porque ya se sabe que las cosas pueden o no ser de esta o de otra manera”. Al narrador se le escapan opiniones propias de vez en cuando: “Se casó con ella –dice de un personaje-, por lo que nos casamos todos”. Describe como un guía en el mismo escenario de los hechos: “Dizque aquí estuvo la batalla de los españoles contra Tecún Umám, rey Ki’ché, y por eso están ahí sus huesos, en ese cerrito de Doña Julia, o tal vez en otro cerrito detrás de la escuela y que se mira desde aquí, pero ¡a saber! Que hay muertitos ahí, es cierto, pero no molestan nunca. Están alegres de tener compañía de vivos. Pero ¡a saber, vos!”. Este enigmático narrador o guía del libro, unas veces se expresa como un castellano de Valladolid (en “Un error de cálculo”) y otras como un acompañante del lector, nacido en la región guatemalteca, escenario de los hechos (“El cerrito de doña Julia”).
     Paisajes de siglos a cuestas con historias y leyendas: “Cerca estaba el sitio de las glorias mayas de Qumarcaj, convertidas en cerros verdes que ocultaban las pirámides y rodeadas de pinos silenciosos y cubiertos de plantas parásitas de largos flecos, que los disfrazaban de plañideras con sus velos al viento o tal vez de viejas desmelenadas con sus canas despeinadas y reñudas”. 
     Este libro de cuentos incluye dibujos de la propia autora. Dibujos muy sencillos para una colección de cuentos que forman trece acuarelas, pues la descripción de personas y de ambientes priman sobre la narración en bastantes ocasiones. Montserrat Abumalham nos obsequia estos retratos de fotomatón. Deseo con toda mi alma que su nueva obra sea un puente entre España y Guatemala. Un puente que se concreta en el trabajo que la propia Montse y Luis, su marido, llevan a cabo generosamente en Guatemala con la Asociación Tacaná en la promoción de niños, adolescentes y jóvenes para que, en un futuro próximo, puedan ofrecer su trabajo ayudando también a los demás. Los beneficios de la venta del libro a ello se destinan.

1 comentario:

  1. Asistí a esta cita; me pareció tan interesante como realista la presentación sobre el libro, así como la exposición del proyecto de Tacaná. Deseo que la crónica de este blog llegue a muchos potenciales lectores de estos cuentos de Centroamérica. José María, Luís, Montse... sois fantásticos

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