Mario Luiso era un niño muy bueno; tan bueno era que su papá
siempre se lo quería comer.
-¡Qué niño tan salado! –decía su mamá en cuanto su papá
quería comérselo. Y eso contenía a su papá, a quien no le gustaban nada las
cosas saladas.
Mario Luiso tenía dos ojos, una boca y una nariz. También
tenía dos orejas y pelo. Aunque solamente contaba dos años, sabía ya leer,
escribir, tocar el piano y decir: un tigre, dos tigres, tres tigres…
Era la Navidad. La nieve blanca, como todos sabemos, caía
lentamente –como todos sabemos-, donde también todos sabemos. Total: que hacía
un tiempo asqueroso.
Mario Luiso era un niño rico de esos que tienen hasta los
dientes de oro. Y sus papás le daban todo lo que quería.
Tenía un tren de verdad; un tranvía de verdad: una casa de
verdad y un toro también de verdad.
Creo haber dicho anteriormente que era la Navidad; pero no
importa: era la Navidad.
Hacía frío de turrón, y la nieve, blanca como la nieve, caía
lentamente sobre la ciudad blanca.
Este párrafo me ha salido muy pronto y lo voy a repetir.
Hacía frío de turrón, y la nieve, blanca como la nieve, caía
lentamente sobre la ciudad blanca. Ya está.
Había también en aquella ciudad un niño pobre, tan pobre
que no tenía ni nombre y le llamaban Ese.
“Ese” vivía en los árboles y no comía más que pájaros y
flores. Era un tío pobrísimo.
Mario Luiso conocía a Ese y lo quería mucho. Como era tan
rico siempre estaba pensando en comprar un hospicio para regalárselo a su
amiguito. Pero a su amiguito no le gustaban los hospicios porque decía que eso
eran cosas de viejos.
¿He dicho que era la Navidad? Pues bien: era la Navidad.
La gente iba por la calle cantando villancicos, y los
caballos iban echando humo por la nariz, como unos tíos brutos. Los pavos
tomaban café en las terrazas y hablaban mal de las gallinas.
Era la Navidad. Mario Luiso y Ese, resguardados en el quicio
de un portal, esperaban el paso de los Reyes Magos, que habían ido a ver a las
Reinas Magas.
Antonio de Lara ("Tono")
Tono (Antonio Lara Gavilán, 1900 - 1978) participó en
el lanzamiento de la revista Gutiérrez y colaboró en revistas francesas
como Le Rire. Había viajado a París y de allí incorporó recursos de las
vanguardias artísticas (evidentes en la composición y en la perspectiva). En
1930 fue contratado por Metro Goldwyn Mayer para trabajar en Hollywood,
pero apenas ha quedado rastro de lo que hizo allí, pues dedicó más tiempo a
enseñar a cocinar paellas, comprar corbatas y un perro carísimo. Chaplin quedó
deslumbrado con la tarta que le regaló por su cumpleaños con la caricatura de
Charlot. Más repercusión tuvieron sus obras teatrales, como Francisca Alegre
y Olé (1949) o Crimen pluscuamperfecto (1956). Tono aplica el
humorismo puro de su maestro Ramón Gómez de la Serna, con abundantes juegos de
palabras y demostrando una gran capacidad para descubrir la comicidad absurda
en lo cotidiano. Este cuento lo publicamos una Navidad, en el Colegio Mayor
Elías Ahuja, como felicitación a las familias de los colegiales.
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