SAMARKANDA

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Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

jueves, 31 de enero de 2019

FERNANDO DE VILLENA: NOVELA DE UN LITERATO


En los primeros años ochenta del pasado siglo se editó La novela de un literato, obra en tres volúmenes de Rafael Cansinos Assens, polígrafo de origen andaluz quien realizó una amplísima labor en Madrid como autor, traductor, editor, partícipe en tertulias literarias, hasta que fue depurado por el franquismo. La lectura de esa obra me descubrió muchos pliegues y bastidores de la literatura española entre los siglos XIX y XX. Cansinos fue también un personaje poliédrico imprescindible si se hiciera una serie televisiva de aquel período.


   El reloj de la vida (Ediciones Evohé, 2017) es la última novela, por ahora, de Fernando de Villena, poeta y narrador granadino cuya obra ya consta de un buen número de títulos que le sitúan entre los nombres de más calidad en la literatura andaluza. En esta ocasión, toma la forma de “memorias” autobiográficas de un imaginario poeta, Alfonso Linares, memorias que concluyen en Guernica en junio de 1936 y que vuelve a ser editada por el profesor Antonio Moscoso Martín. Alfonso Linares sólo había publicado un libro de versos, El reloj de la vida, de forma que estas memorias vienen a cubrir un vacío sobre su persona: el humilde origen familiar en la ciudad de Ronda, su precipitada marcha a Granada, después a Madrid, donde pasará mil y una calamidades en la capital alternando tertulias y redacciones para desarrollar un alma autodidacta y creativa. La paradoja será que escriba una novela para ser firmada por otro autor de nombre. Un libro muy bien pagado. Sus albergues pasarán por todos los grados: desde la propia calle hasta una casa acomodada en Guernica, pasando por dormitorios colectivos, un zaquizamí, pensiones de mala muerte, guardillas [sic], hoteles aceptables, según sople el viento oscilante del trabajo y el dinero…. Del mismo modo, los contactos y los encuentros a veces meramente fortuitos, irán apareciendo en tertulias, diarios, revistas, etc. Francisco Villaespesa, Rubén Darío, Alejandro Sawa, Valle-Inclán, los Machado, Benavente, Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez en Madrid, y en un viaje a París, con Zuloaga, Albéniz y Rilke, al que más tarde volverá a encontrar en las calles de Toledo… y otros escritores, periodistas, poetas, editores, críticos menos recordados hoy: Emilio Carrere. Pedro de Répide, Luis Bonafoux, el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo (pareja de Mata Hari), Eduardo Zamacois, Antonio de Hoyos, Dorio de Gádex, Luis Antón de Olmet, Pedro Luis de Gávez, Alfonso Vidal y Planas, los jóvenes que compondrán la “generación del 27”. Y naturalmente, Rafael Cansinos. Todas las sombras y las luces de bohemia donde pululan los fracasados, los sablistas, los trepadores de aquella España entre siglos con tantas carencias sociales. Este caleidoscopio literario aparece en el marco político bien marcado (proclamación de Alfonso XIII, asesinato de Canalejas, guerra del Rif, dictadura de Primo de Rivera, llegada de la república…). Pero también es un recorrido por el Madrid del momento: sus verbenas, su baile de carnaval, sus cafés (el Fornos, el Colonial, el Español, el Lyon, el de Pombo…), la demoledora descripción del manicomio de Leganés o el hospital de San Juan de Dios.


   Por lo escrito hasta ahora, el lector de estas líneas podría suponer que estamos ante una novela coral. Pero no es así pues Alfonso Linares vuelca todo su caudal narrativo y afectivo en el personaje principal: Manuela, la adolescente que él descubre en una atracción de feria madrileña y de la cual queda prendado. Según van pasando las páginas, Manuela es retratada como una muchacha vendida a un feriante pederasta. A medida que la muchacha crece, su destino sigue encadenado a la única vía posible: la prostitución. La búsqueda de Alfonso no se detiene en burdeles y de modo intermitente se va tejiendo una relación correspondida por ella hasta que el destino los vuelve a encontrar siendo ella la entretenida de un hombre rico y casado. La imposibilidad de consagrar esa relación entre los dos para siempre quedará sellada por la enfermedad del siglo: la hemoptisis. Una historia de amor muy “fin de siglo”.


   Antonio Moscoso, el supuesto editor del libro, agrega en apéndice los últimos descubrimientos acerca de Alfonso Linares y de Manuela, esta última por la búsqueda del retrato que de ella pintó Julio Romero de Torres.
Conociendo el amor de Villena por la literatura, tengo la certeza de que disfrutó mucho escribiendo este libro que, también a mí, me ha entusiasmado leer.

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