Querido Peter: Pues ya ves. Hemos enterrado el viejo y
deteriorado chándal de tu cuerpo. Aunque tú ya no andabas mucho por estos
mundos, sumergido en las circunvoluciones de tu cerebro. Nos mirabas sonriente
pero lejano y, en mi última visita, después de saludarte y decirte lo bien que
te encontraba de aspecto, me respondiste: “¿Y usted de qué familia es?”. Me
quedé hecho polvo y ya no volví a tu habitación.
Me vinieron a la memoria aquellos años 70 y 80 en que fuimos
compañeros de comunidad y de colegio. Yo no entendía una palabra de hockey (ni
de ningún deporte), como tú tampoco de Literatura. Pero me gustaba preguntarte
por el equipo: se te iluminaban los ojos. Me agradaba escuchar los relatos de
los partidos y algunas anécdotas que te pasaron en los viajes fuera de Madrid.
Como aquella vez en que a un joven jugador sevillano le tuviste que recriminar
su intento de robarte sticks de tu
equipo (que creo que eran de Pakistán). Y ya ves: ese muchacho llegó, con el
tiempo, a Presidente de la Junta de Andalucía. Ya apuntaba maneras. Me
enseñabas a solas tus premios, condecoraciones, trofeos, la foto de la plaza
con tu nombre en tu pueblo, con legítimo orgullo, como el soldado enseña la
foto de su novia en el cuartel.
También me acude al recuerdo otra anécdota tuya: allá
por los últimos años 70 sucedió un hecho grave: alguien con hábito había estado
robando dinero durante mucho tiempo, de la caja común de otras comunidades. Se
tardó en descubrirlo. El P. Provincial recorrió todas nuestras casas explicando
a cada comunidad la delicada situación. Todos guardamos el silencio del estupor
y no nos atrevíamos a preguntar lo que tú sí preguntaste con claridad
meridiana. Dejaste al P. Provincial sin respuesta y yo, muerto de risa a mis
adentros, pensando: “Toma ya, vuelve a por otra”.
Mis penúltimas imágenes tuyas en Valdeluz con tu cabeza desorientada de lugares y horarios pero acudiendo como un sabueso
a vigilar que la pista de hockey se mantuviera impoluta, dando voces a los
chiquillos que entraban en ella a jugar otro deporte.
Eras un leonés vigoroso de cuerpo y de alma. Sencillo de
costumbres y de trato. Duro y tenaz. O sea, un bloque de piedra sillar: que de
un vistazo se ven sus seis lados limpios. ¿Que se te rompió un tendón (creo que
el de Aquiles) y los médicos decían que te quedabas cojo? No, señor. Te pusiste
como una máquina a hacer ejercicio y recuperaste prácticamente toda la
movilidad para asombro de propios y extraños.
Luego vino lo del premio Blume, que el Rey Juan Carlos I
entregó a Valdeluz principalmente por el hockey. O sea, por ti. Cuando muchos
esperábamos que serías tú quien lo recogiera de manos del Rey en el Palacio
Real, o que al menos acompañaras tú al Director, no señor. Fue el delegado de
deporte. Porque esa es otra: para algunos de dentro de casa, por deporte había
que entender fútbol. Todo lo más, baloncesto. El resto eran extravagancias. Y
el hockey, una cosa de Fray Pedro. Pues sí señor: una cosa de Pedro Tapia que
llevó al aspecto formativo del deporte en el colegio hasta un grado que ningún
otro deporte ni había alcanzado ni alcanzará jamás. Y de tu cantera salieron
grandes figuras en esa modalidad. Cuando digo figuras pienso en el lado humano
global de la personalidad de chicos y chicas que han figurado en nuestra
selección, en torneos internacionales, en Olimpíadas. Ahí está tu “obra
maestra”, Nacho Cobos, para orgullo de ti y de cuantos lo conocemos. Y todo eso
sin que tuvieras ningún grado académico deportivo ni INEF ni gaitas. Eras un
trasatlántico de lujo navegando junto a barquitos pesqueros.
Tú perteneciste a la última generación de religiosos con
votos pero sin estudios teológicos ni ordenación sacerdotal, que se llamaban
“legos”, eufemismo que evitaba llamarlos criados, con hábito pero sirvientes de
los clérigos. Érais los “fray” frente a los “padres”. Cuando los aires del Concilio
último y las nuevas Constituciones de la Orden os equipararon con toda justicia
al resto, varios levantasteis cabeza cursando otros estudios, grados medios
llegando a ser buenos ecónomos, artistas pintores o deportistas como tú. Otros
se sumergieron en el ostracismo.
A tu misa funeral, ya lo habrás visto desde el otro lado del
río, acudió muchísima gente y otra tanta que, por distancias o trabajo, no pudo
acudir. Pero eran miles de testimonios que, por diferentes caminos, nos
llegaron. Tuviste el entierro y funeral que merecías. Este último consistió en
una Eucaristía concelebrada por varios sacerdotes agustinos, asistencia de
religiosos, profesores y entrenadores antiguos compañeros tuyos en la formación,
hombres y mujeres que jugaron o juegan en los equipos de tu huella, el
Presidente de la Real Federación de Hockey de España, la Presidenta de la misma
Federación de Madrid, el Presidente de la Real Federación de Fútbol de Madrid,
que fue profesor del Colegio Valdeluz. Hermosas palabras pronunciadas por unos
y otros. Hermosas flores rodeando tu retrato en las gradas del altar. Hermosos
cánticos. Hermosa homilía del P. Miguel Angel Orcasitas sobre el sentido de la
muerte y el destino fértil que diste a tu vida, quien dijo entre otras cosas:
“Fr. Pedro mostró siempre grandes cualidades, siendo
reconocido, incluso fuera del ámbito colegial, por su dedicación al deporte. Al
ser destinado al colegio de San Pablo, de la calle Valverde, siendo un joven
religioso, el director le encomendó el deporte. Ignacio Cobos recuerda así sus
primeros pasos: “No tenía preparación deportiva alguna, pero su carácter
perseverante, con una determinación y una fuerza de voluntad como se han visto
pocas veces, añadido a su humildad, su gran corazón y su enorme generosidad y
bondad personal, le llevaron a conseguir, con el paso del tiempo, lo que hoy
estamos contando” (Ignacio COBOS, “Hockey”, en Colegio Valdeluz. 50 años de labor
educativa (1967-2017), Madrid 2018, 206).
El colegio Valdeluz ha dado siempre gran importancia al
deporte, por su valor formativo, y ha tenido excelentes promotores, que
llevaron al colegio a ser reconocido por el Consejo Superior de Deportes con el
trofeo BLUME (1985) y el premio Nacional de Promoción del Deporte, consignado
en mano por S.M. el Rey. Fr. Pedro fue, sin duda, uno de los protagonistas de
estos logros. Pero recibió además premios y distinciones personales, como
fueron la medalla y placa al Mérito Deportivo de la Delegación Provincial de
Deportes, el premio Siete Estrellas del Deporte de la Comunidad de Madrid, y la
medalla de Oro de la Real Federación Española de hockey. En reconocimiento a su
labor en este campo se dio el nombre de Fr. Pedro Tapia Fernández al pabellón
de hockey que tiene en Somontes la Federación Madrileña de hockey, de la que
Fr. Pedro fue presidente durante ocho años. Gracias a su trabajo apasionado en
este campo, al hablar del colegio Valdeluz era inevitable referirse al protagonismo
del colegio en el hockey.
Pero más notorio que el reconocimiento externo es la huella
dejada en los alumnos. En todos los colegios donde trabajó transmitió a los
alumnos su pasión por el deporte. En una entrevista en El Pais, con motivo de la concesión del premio Siete Estrellas
dijo: “El deporte lo hago porque lo llevo dentro y a favor de la juventud”.
Desde esta auténtica cátedra de comportamiento promovió los valores del
deporte, marcando con su huella a los muchos jóvenes –chicos y más tarde
también chicas- a los que entrenó, inculcando la importancia del trabajo en
equipo y una insaciable competitividad. La calidad de esa enseñanza, en la que
aportaba técnicas pioneras fruto de su creatividad, se refleja en el
reconocimiento logrado por el colegio Valdeluz en este campo y por el nivel
deportivo alcanzado por buen número de discípulos extraordinarios –ellos y
ellas-, que han llegado a formar parte de las diferentes selecciones españolas
y a participar en las citas olímpicas. El cariño de los discípulos hacia Fr.
Pedro –“los niños y las niñas de fray”, como dice Ignacio Cobos- lo han
demostrado, interesándose por él en estos años de retiro, decadencia física y
mental, y enviando hoy sus condolencias al conocer su muerte, haciéndose alguno
presente aquí, para participar en esta eucaristía de acción de gracias y
súplica ante el altar del Señor.”
No te canso más, frase inadecuada pues donde estás ahora no
existe el cansancio, unido con la Luz y Energía eternas. Echo de menos tu
presencia en esta casa para que dieras alguna opinión de los últimos
acontecimientos. Sería lapidaria, sincera, sabrosa, contundente, como un gol.
Algo que ya se va haciendo raro.
Repito: te hemos hecho el entierro y funeral que merecías. Ya
sabes que España es un país de entrañables, sentidas y lucidas exequias. Estás
ya en el pórtico de la gloria. En piedra, porque Pedro significa piedra.
Entrañable semblanza de Fray, recordado.
ResponderEliminarHermosas y fraternales palabras. De nuevo, mis condolencias.
ResponderEliminarQuerido Magíster, bellísimo gorigori el tuyo. Muchas gracias por compartirlo.
ResponderEliminarAquellos años 70, que demasiado a menudo retornan a mis nostalgias, tienen protagonistas claros en mis ensoñaciones. Tú el más luminoso, faro de mis derrotas navegaciones, ofreciéndome los salvavidas más necesarios en mi existencia. Y Fray Pedro también con su limpia mirada que, junto con Gustavo, me enseñó a superarme frente a la fatiga (la enseñanza que más practico todavía, resistir)... Y varios otros, Mari Carmen, Fabián, el Titi, el padre Manrique (también él iluminó mis lecturas; hacia la filosofía, que es el único refugio que me queda), doña Nélida...
Mejores tiempos...
Un fuerte abrazo. Habría querido estar allí acompañándole, acompañándote, pero ya, como en casi todo, llego tarde... Si hubiera alguna misa más adelante, avísame, por favor... Abrazo, jaime