SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

domingo, 16 de febrero de 2020

¿REYES EN EL ARMARIO?


El título del libro, Reyes que amaron como reinas (2020), me desanimó a comprarlo, aunque el autor, Fernando Bruquetas de Castro, catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Gran Canaria, ofrecía algo de seriedad académica. Al encontrar el libro en una librería de segunda mano, leí el prólogo y comprobé que no buscaba el morbo de este tipo de asuntos sino ofrecer una galería de personajes cuya homosexualidad, o bisexualidad, fue más o menos evidente, conocida o fundada. Así que lo compré y lo he leído.


Ya es un riesgo adentrarse por un territorio tan íntimo y, escabroso como es el sexo de personajes históricos. Más aún cuando se trata del sexo entre varones. Y todavía más, si cabe, si se carece de fuentes fiables. Las crónicas, los diarios, las cartas de ellos mismos o de embajadores, los periódicos (cuando han existido), las sátiras y coplas populares, etc. no garantizan la veracidad absoluta pues esos documentos están sometidos a muchos intereses y a valoraciones o interpretaciones subjetivas. Las relaciones de poderosos con otras mujeres distintas a la esposa han sido aireadas como dato ostentoso de virilidad indiscutible del monarca (la cantidad de reyes con hijos bastardos es inacabable). En cambio, las relaciones íntimas de dos varones, sean monarcas, presidentes de república, aristócratas o cargadores de muelle, han resultado inconfesables, vergonzosas, especialmente por el peso social de las tres religiones: judía, cristiana, musulmana. Aunque, a decir verdad, ninguna de las tres haya conseguido erradicar las relaciones íntimas entre hombres aristócratas, militares, palafreneros, artistas, camareros, obispos, pajes o pescadores. Todo ello bajo la sombra asfixiante de la Inquisición. Y como ya no existe el Santo Tribunal, el autor podría haberse arriesgado a dedicar algo de atención a algún papa, algún cardenal en proceso de beatificación o a algún santo en los altares.


La amistad entre dos varones por muy íntima y exclusiva que sea, tampoco prueba nada, ni siquiera compartiendo el mismo lecho, cosa que fue muy frecuente entre soldados, militares y hombres de todos los tiempos. Además, el hecho de haber tenido experiencias con otros varones en la juventud no coloca a ningún personaje en el lado exclusivo de la homosexualidad. Todo lo más, en la bisexualidad, especialmente cuando los reyes se han visto obligados al matrimonio y a la procreación para dar continuidad a una dinastía.


El libro abarca a cuarenta figuras de la mitología y de la Historia: emperadores romanos, reyes de Gran Bretaña, de Francia, Inglaterra, Rusia, Alemania, España, etc. Es decir, desde Julio César hasta el duque de Windsor, no sin olvidar a Aquiles y Alejandro Magno. La inclusión de Antonio Pérez, el que fue poderoso secretario de Felipe II, abre la puerta a otras figuras de la alta pirámide social: príncipes, infantes, duques, condes… Puestos a recabar fuentes y monarcas ausentes del libro, podrían ser incluidos califas y reyes de taifas españolas: Al-Mutamid de Sevilla o Yussuf III de Granada, quienes con toda probabilidad fueron más allá de la ambigüedad del amor udrí de sus poemas y declaraciones a los efebos, especialmente cristianos. Y si se incluyen personajes que fueron poderosos en su momento, aunque no reyes, no sobrarían algunos, como el príncipe ruso Félix Yussupov, amante ocasional y posteriormente asesino del siniestro Rasputín, ciertos presidentes de repúblicas, como Abraham Lincoln o Manuel Azaña, por citar dos cuyo homoerotismo fue bastante comentado en su tiempo, líderes políticos del nivel de Yasser Arafat o algún célebre cardenal ya fallecido. No en vano, la púrpura les convierte en príncipes de la Iglesia. Prácticamente, todos los personajes están muertos, con lo cual Bruquetas de Castro se evita pleitos por adentrarse en la alcoba de algún príncipe europeo reinante o de un sultán árabe actual.

Bruquetas de Castro echa mano de abundante bibliografía sobre el tema, algunos libros más citados que otros, aunque se echen en falta datos que son conocidos en torno a la vida del Conde de Villamediana, no acuda a excelentes monografías de algunos personajes, como es el caso de Luis II de Baviera, olvide que Catalina de Rusia le robó un amante a su propio hijo  o se abstenga de hemerotecas donde se cuentan las idas y venidas del ex rey Humberto de Italia con mocetones y marineros de las costas portuguesas.


El título del libro sugiere que estos personajes adoptaron un rol pasivo en sus relaciones (“reyes que amaron como reinas”), lo cual puede ser inexacto, ya que la virilidad activa de muchos de ellos (desde Alejandro Magno, pasando por Ricardo Corazón de León o de otros reyes y zares que tuvieron abundante descendencia en sus matrimonios), pone en duda la sumisión en sus relaciones.
Un libro entretenido para leer en el metro. Así nos enteramos del lío juvenil que tuvo Pablo I de Grecia, padre de doña Sofía, según la lengua viperina de Truman Capote.

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