Con motivo del 50 aniversario del Colegio Mayor Elías Ahúja,
de Madrid, se ha representado en él un evento teatral único. Único porque se
trataba de una sola función de un texto escrito para la efeméride. También por no
tratarse de un teatro convencional, sino de un espacio universitario, aunque escénico,
suficientemente conocido por sus instalaciones y trayectoria. Finalmente,
porque en él han coincidido tres nombres importantes: Ignacio García May, uno
de nuestros dramaturgos más solventes; Nieves Herrero,
presentadora, escritora, locutora de larga experiencia y, en este caso, intérprete, dio voz y cuerpo al texto con soltura y naturalidad; y Juan Carlos Pérez de la Fuente, una figura singular en el teatro español, como director de actores y como escenógrafo. Este último ha sido el inspirador y maestro de ceremonias de un espectáculo que parecía fácil pero que resultaba enormemente complejo en su realización, superando la falta de medios con ingenio y los imprevistos de última hora. Junto a ellos, han participado Carlos Avramoff (pianista), José Manuel Guerra (diseño de iluminación), David Torres en luces, José Daniel López en sonido y Juan Varela Toucedo (regidor) para crear una atmósfera muy elegante, sobria, dispuesta en varios ambientes.
presentadora, escritora, locutora de larga experiencia y, en este caso, intérprete, dio voz y cuerpo al texto con soltura y naturalidad; y Juan Carlos Pérez de la Fuente, una figura singular en el teatro español, como director de actores y como escenógrafo. Este último ha sido el inspirador y maestro de ceremonias de un espectáculo que parecía fácil pero que resultaba enormemente complejo en su realización, superando la falta de medios con ingenio y los imprevistos de última hora. Junto a ellos, han participado Carlos Avramoff (pianista), José Manuel Guerra (diseño de iluminación), David Torres en luces, José Daniel López en sonido y Juan Varela Toucedo (regidor) para crear una atmósfera muy elegante, sobria, dispuesta en varios ambientes.
Elías Ahúja y Andria (Cádiz, 1863- Nueva York, 1951), fue
enviado por su padre a Estados Unidos cuando contaba dieciocho años para cursar
la carrera de comercio en Boston. En Estados Unidos, en Chile y más tarde en
España, acumuló una considerable fortuna y llevó a cabo una amplísima
dedicación filantrópica en hospitales, cárceles, escuelas, cuarteles, conventos,
comedores, etc., financiando numerosas obras benéficas, en las que cabe
destacar la organización juvenil boy
scout. En España participó en política y en academias, fue condecorado y
distinguido ampliamente. Al permanecer célibe toda su vida (creo recordar que
solo tuvo una hermana, madre de un hijo sacerdote), carecemos de recuerdos y
fotos de encuentros familiares con hijos y nietos. Pero al mismo tiempo, su
enigmática figura, su riqueza, despertaron recelos y codicias en sectores del
ejército y de la Falange, así como acusaciones de pertenecer a la masonería,
cargo este del que se defendió tras marcharse de nuevo a los Estados Unidos.
Los rumores sobre una posible homosexualidad son solo eso: rumores.
La biografía de tan poliédrico personaje cuenta con escasas
fuentes y muchas sombras, al menos en España. El trabajo más notable es el
libro Biografía de Elías Ahúja y Andría
(2009), de Manuel Martínez Cordero, que García May ha tenido muy presente a la
hora de hilvanar su texto teatral en forma de seis cartas dirigidas al
director, Juan Carlos Pérez de la Fuente.
El Colegio Mayor Elías Ahúja fue el fruto de un recuerdo del personaje: desde Estados Unidos se envió el dinero para construir el inmueble, de un blanco muy andaluz, rodeado de un jardín que está considerado como el de mayor variedad vegetal de toda la Ciudad Universitaria y con un teatro que es la "joya de la corona". Sin embargo, nada queda en él de Elías Ahúja, salvo el medallón de la fachada (que no le hace justicia), y el cuadro que enviaron desde Estados Unidos, allá por 1989, con el retrato de su gran amigo Sam Carpenter, obra del pintor Andrew Whyet. Un guapo americano vestido con chaquetilla andaluza.
El Colegio Mayor Elías Ahúja fue el fruto de un recuerdo del personaje: desde Estados Unidos se envió el dinero para construir el inmueble, de un blanco muy andaluz, rodeado de un jardín que está considerado como el de mayor variedad vegetal de toda la Ciudad Universitaria y con un teatro que es la "joya de la corona". Sin embargo, nada queda en él de Elías Ahúja, salvo el medallón de la fachada (que no le hace justicia), y el cuadro que enviaron desde Estados Unidos, allá por 1989, con el retrato de su gran amigo Sam Carpenter, obra del pintor Andrew Whyet. Un guapo americano vestido con chaquetilla andaluza.
El Colegio Mayor también ha tenido el acierto de editar, muy
bien ilustrado, el monólogo epistolar, con palabras previas del Director del
centro, del Rector de la Universidad Complutense, de Pérez de la Fuente y del
propio García May. El autor del texto confiesa humildemente: “Esta estuvo a
punto de ser la crónica de un fracaso: el intento de desentrañar la biografía
de un hombre que se empeñó en no tenerla”. Y es cierto. Por algún motivo, Elías
Ahúja y Andria, como Cervantes, tuvo notoriedad pública pero su vida privada
fue celosamente guardada.
A un fantasma no se le atrapa, ni siquiera se establece
contacto con él, a no ser que uno posea la cualidad de medium. Se pueden
describir sus pasos, sus intermitentes presencias, tal vez su mensaje si es que
quiere transmitir algo. De ahí que García May se interrogue en esas cartas por
tantos temas que le hubiera planteado: el origen de su fortuna, las causas de
su filantropía, sus relaciones con los Du Pont, etc. Preguntas que al autor le
suscitan reflexiones, las mismas que al espectador. Porque el teatro, el buen
teatro, tiene que plantear interrogantes, no dar soluciones. Las cuestiones
quedan sin respuesta pues ya sabemos que un fantasma es inatrapable como las
bolitas de mercurio, inasequible como el humo de un habano, inabarcable como el
gas helio, invisible como las manos de Elías Ahúja, enguantadas en una foto
suya (“que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”, dice Jesús en el
evangelio de Mateo).
El texto de García May es el relato de un viaje físico al
Cádiz natal del “fantasma”, un itinerario que le produce frustración por dar
vueltas alrededor del objeto de su escritura. Pero también el burro de noria
gira y gira sin ser consciente del agua que vierten los cangilones. Escuchando
a Nieves Herrero cómo el autor buscaba en Cádiz la sombra fugitiva de Ahuja,
recordaba la búsqueda del amigo desaparecido en la película El tercer hombre.
En un momento determinado, la figura de San Agustín y la del
prócer gaditano parecen encontrarse: "Noli foras ire, in te ipsum redi, in
interiore homine habitat veritas” leemos en De vera religione (39, 72): no salgas de ti, permanece en ti mismo pues en el
interior del hombre está la verdad. No me resisto a reproducir el penúltimo
párrafo de la última carta: “Y al cabo,
todo se reduce a esto: lo de menos es que no sepamos quién era Elías; lo grave
es que no sabemos quiénes somos nosotros. Cuál es nuestra historia, cuál es
nuestra identidad. Qué es lo que nos precede, qué es lo que nos ha construido
como individuos y como sociedad. Cuando no hay conocimiento, no hay tradición;
cuando no hay tradición no puede haber cultura. Y cuando no hay cultura todo es
moda. Personas y cosas que tienen un gran éxito durante cinco minutos y están
olvidadas por completo otros cinco minutos después porque no han dejado nada
tras ellos. Eso explica casi todo lo que estamos viviendo.
Pero en el otro plato
de la balanza hay personas que se entregan a los demás de tal forma que se
deshacen, literalmente, como si estuvieran hechas de agua. Cuando quieres darte
cuenta ya no queda nada de ellas. Miras alrededor y te preguntas si
verdaderamente estuvieron allí en alguna ocasión, o si solo ha sido un sueño. Y
estás a punto de inclinarte por la segunda opción.
Josemaría expectaculares reflexiones como siempre. Gracias una vez más, me he trasladado a nuestro maravilloso teatro y he disfrutado como si hubiera estado allí. ! Que maravilla !
ResponderEliminarEnhorabuena, José María, algo así sólo podía salir de tu colaboración (estoy seguro). Un abrazo muy grande.
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