SAMARKANDA

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Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

martes, 1 de febrero de 2022

HÉRCULES POIROT, EL DETECTIVE ARTISTA

Allá en los lejanos años de mi adolescencia descubrí las novelas de Agatha Christie, gracias a la Biblioteca Municipal de mi pueblo. En ediciones individuales y en los dos tomos de sus obras completas (que no eran tales), me empapé de más de cincuenta títulos.  Y, naturalmente, el detective Poirot me resultó tan familiar que vino a sustituir a protagonistas de ficción de mis años anteriores: El Guerrero del Antifaz, El Capitán Trueno, Roberto Alcázar y Pedrín, etc. 


   Hércules Poirot aparece por primera vez en la novela El misterioso caso de Styles, publicada en Estados Unidos (1920). Su presencia circunstancial en las cercanías de la mansión donde se ha cometido un crimen, es aprovechada por su amigo, el capitán Hastings, convaleciente en esa casa de campo, Invitado por el propietario. Poirot acude, analiza los pormenores y descubre quiénes fueron los asesinos, con la presencia y colaboración de otro personaje que se hará presente en otras novelas: el inspector Japp, de Scotland Yard. Amigos desde que se conocieron en Bélgica, Hasting será, en adelante, confidente, compañero de vivienda y de peripecias investigadoras, testigo, recopilador y narrador de muchos de los casos protagonizados o contados a él por el detective belga. Así, en el volumen Primeros casos de Poirot, donde Agatha Christie recoge sus narraciones cortas, Hastings comienza afirmando en la primera de ellas:

   “Una pura casualidad impulsó a mi amigo Hércules Poirot, antiguo jefe de la Force belga, a ocuparse del caso Styles. Su éxito le granjeó notoriedad y decidió dedicarse a solucionar los problemas que muchos crímenes plantean. Después de ser herido en el Somme y de quedar inútil para la carrera militar, me fui a vivir con él a su casa de Londres. Y precisamente porque conozco al dedillo todos los asuntos que se trae entre manos, es lo que me ha sugerido el escoger unos cuantos, los de interés, y darlos a conocer.” (El caso del baile de la Victoria)

   Y pocas líneas después, en el mismo relato, el capitán narrador deja caer algunos rasgos de la personalidad de Poirot:

   “Una hermosa mañana de primavera me hallaba yo sentado en las habitaciones del detective. Mi amigo, tan pulcro y atildado como de usual, se aplicaba delicadamente un nuevo cosmético en su poblado bigote. Es característica de su manera de ser una vanidad inofensiva, que casa muy bien con su amor por el orden y por el método en general.” 



   En efecto, orden y método son los instrumentos básicos de nuestro personaje. “El Orden y el Método son sus dioses. Y les atribuye todos sus éxitos”, escribe Hastings, en El rey de bastos. El orden hasta en lo más banal. No soporta ver inclinado un cuadro de la pared, o una figurita descolocada, un tintero desplazado en un escritorio, una diminuta miga de pan en el suelo o un alfiler de corbata sin centrar, manía tan inofensiva como su alergia a las corrientes de aire…, y eso mismo le pasa con las investigaciones, hasta lograr un encaje perfecto de todas las pistas, los indicios, las coartadas. Poirot se sitúa equidistante de los tres vértices precisos de un triángulo en la investigación de un crimen: el motivo, la ocasión y el arma. Naturalmente, contando con la presencia de un cadáver.

   Hércules Poirot no deja de ser un personaje pintoresco en la sociedad británica. Algunos lo toman por francés, dado su acento y sus frecuentes expresiones en este idioma, pero él corrige inmediatamente aclarando su origen belga. Es católico (a veces reza el rosario), en una sociedad mayoritariamente anglicana, como lo es su famoso predecesor y detective aficionado: el padre Brown, de Chesterton. Y, finalmente, es bajito: “hombrecillo” lo define alguna vez su colaborador. “Él medía apenas más de cinco pies y cuatro pulgadas, pero se desenvolvía con una gran dignidad. Su cabeza tenía exactamente la forma de un huevo y siempre la ladeaba un poco hacia un lado. Su bigote era muy tieso y militar. Incluso si toda su cara estuviera cubierta, las puntas del bigote y la nariz rosada serían visibles. La pulcritud de su vestimenta era casi increíble; creo que una mota de polvo le habría causado más dolor que una herida de bala. Sin embargo, este hombrecito de vestimenta pintoresca había sido en su tiempo uno de los miembros más famosos de la policía belga.” Así lo describe Hastings en Peligro inminente (1932). 



   Cuida su bigote con igual esmero que su abundante y pulcro guardarropa. Austero en sus bebidas, solo consume tisanas y chocolates (Hastings prefiere los ponches). Se desenvuelve con absoluta soltura en todos los ambientes: aristócratas, diputados, ministros o entre los empleados domésticos de ellos. Pero acepta cualquier encargo sin importarle la clase social. Basta que se le exponga un caso que despierte su curiosidad (en visita a su despacho, llamada telefónica, carta o telegrama), para que Poirot se lance a investigar arrastrando a Hastings tras él. Sabe despertar confianza lo mismo en un lord que es un ama de casa. “Su celebridad era la causa de que toda mujer rica que hubiera extraviado un brazalete o su perro favorito recurriera a los servicios del gran Hércules Poirot. Mi pequeño amigo era una extraña mezcla de hombre de negocios y romántico idealista. Lo segundo lo llevaba a la aceptación de muchos casos sin apenas interés profesional.


   Agatha Christie construyó este personaje y le dio nacionalidad  inspirada en un grupo de refugiados belgas que se exiliaban de su país, producto de la Primera Guerra Mundial. En el relato El misterioso caso de Styles, ya mencionado, aparecía el detective alojándose en pensiones, junto con otros compañeros de su misma nacionalidad. Pero la escritora no partió de la nada para crearlo. Ella misma reconoció haberse inspirado en Sherlock Holmes, el personaje de Conan Doyle, quien a su vez también confesó su deuda con el modelo del detective ficticio francés Auguste Dupin, de Edgar Allan Poe, quien en su empleo "de razonamiento" prefigura la confianza de Poirot sobre sus "pequeñas células grises".

   Estoy seguro de que Poirot es muy aficionado al teatro pues contempla y analiza todas las circunstancias de numerosos crímenes con lo que tienen de teatral, de puesta en escena. De hecho, algunos de los casos que investiga tienen relación con actrices, obras teatrales, bailes de carnaval, disfraces etc., ya que todo robo o asesinato premeditado lleva consigo una “puesta en escena” y el asesino es un buen fingidor a la hora de parecer quien no es o de ser quien no lo parece. En esas teatralizaciones, Poirot es maestro para ver entre bastidores el revés del decorado, pues no cree sino en lo que ve o en lo que le dicen sus infalibles células grises, sin dejarse sumergir en los trucos, disfraces y escenografías del culpable. Así sucede en La aventura del “Estrella del Oeste” o en El misterio de Hunter’s Lodge. Y si se tercia el momento de ser un director de escena y escenógrafo a la vez, Poirot superaría al más experto, como vemos en Tragedia en Marsdon Manor



   No siempre se trata de esclarecer un crimen. Puede investigar el robo de unos importantes documentos, de unas acciones o de unas joyas familiares de valor incalculable. Así ocurre en Doble pista relato donde la capacidad de observación y deducción de don Hércules le lleva a fijarse en algo desapercibido para los demás: las iniciales grabadas en una pitillera. O bien, la supuesta maldición que pesa sobre una familia y según la cual, ningún primogénito heredará (con una sorprendente solución en La herencia de los Lemesurier). Pueden ser las alhajas que desaparecen de una caja fuerte en una reunión de sociedad y hasta en un vagón de tren o bonos esfumados en el camarote de un trasatlántico.

 


   En una época en que el automóvil apenas está extendido entre la población, y solamente aparece en grades mansiones o en taxis, el medio más usado por el público (incluso por la aristocracia), es el tren. Y Poirot es un habitual del ferrocarril. Conoce los horarios, las líneas, los trasbordos y esa familiaridad con los ferrocarriles le hará coincidir con la comisión de algún asesinato durante un viaje (Asesinato en el Orient Expréss, El expreso de Plymouth, El tren de las 4.50, El misterio del tren azul…). Y en un país como Gran Bretaña, donde las clases acomodadas recorrían países mediterráneos en trenes y cruceros buscando clima, aventuras, placeres y descubrimientos, Poirot no es una excepción. Agatha Christie fue una incansable viajera por todo el ancho mundo, especialmente por esos lugares que le sirvieron de inspiración para relatos: La aventura de la tumba egipcia, Muerte en Mesopotamia, Asesinato en el Nilo, especialmente a partir de 1930, tras su segundo matrimonio con el arqueólogo Max Mallowan. 


   En algún ensayo sobre novela criminal leí que el lector va sabiendo lo mismo que el detective. No estoy de acuerdo, pues con Poirot, desde luego no es así. En todo caso, conocemos lo mismo que su compañero Hastings. Las células grises de Poirot trabajan en su interior, como un alambique y el detective nos va llevando en un juego malabar, como un prestidigitador, sin revelarnos sus trucos hasta el sorprendente final. Así sucede en El asesinato de Rogelio Acroyd, uno de los títulos emblemáticos de lady Christie, considerada la mejor novela de crimen de todos los tiempos, donde quedamos estupefactos en las últimas páginas.

   El nombre de Agatha Christie quedará vinculado siempre a su personaje más famoso: Hércules Poirot, el protagonista de 33 novelas y 50 relatos cortos, mundialmente conocido por la lectura, las películas, las obras de teatro, las series de televisión. Y es el único personaje de ficción que tuvo un obituario en el periódico The New York Times tras su última aparición en la novela Telón (1975).

   Cerca de veinte veces, los casos de Hércules Poirot han sido llevados al cine ente 1931 y 2017. El esmero con que los británicos tratan sus tradiciones y a sus celebridades se hizo real en la serie Poirot, de la cadena británica ITV y emitida entre 1989 y 2013, con unos extraordinarios medios artísticos y de producción. Se emitió en casi veinte países, alcanzando seis premios y dieciséis nominaciones. Por sugerencia de la Fundación Agatha Christie, el papel de Poirot fue encarnado con gran éxito por el actor David Suchet, quien previamente se leyó todas las novelas donde aparecía el detective. 



   Cuando su autora quiso poner punto final a su personaje, lo hizo con una compleja novela cuyo teatral título es Telón. Poirot ha vuelto a la vieja mansión de Styles, donde se inició, intrigado porque en ella se alojan varias personas que tuvieron algún nexo con víctimas de crímenes sucedidos. No porque piense que ellos sean criminales sino porque, seguramente, van a ser víctimas de un asesino que sí se aloja allí. Limitado por una supuesta artritis que le obliga a permanecer en carrito de ruedas y auxiliado por un criado, Poirot pasa el tiempo intentando colocar cada pieza en su sitio para atrapar al enigmático asesino. No da cuenta de nada a Hastings pero sí le deja una cartera llena de pistas por si a él le sucediera algo. Telón es una obra maestra del género, donde todas las tramas confluyen y funcionan como en un reloj, donde la autora muestra sus conocimientos éticos, científicos y psicológicos. Igual que un don Quijote vencido y derrotado, Poirot vuelve a sus orígenes profesionales, contándonos historias de sus personajes (como las novelas interpoladas en la obra cervantina), y dejando al final a un Hastigns completamente atribulado y solo, como Sancho Panza. Pero él ha dejado detrás de sí una estela y una última representación teatral que son una obra de arte.

TELÓN. 


10 comentarios:

  1. Muy interésate. Gracias por compartirlo

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  2. Muchas gracias, José María. Muy interesante. Tengo pendiente desde hace tiempo leer alguna novela de Agatha Christie, ya que me gustan mucho los libros de intrigas detectivescas. Ya sea de Hercules Poirot o de Miss Marple, ¿cuáles me recomendarías? Espero que estés bien. Un abrazo.

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    1. Perdona, pensaba que aparecería mi nombre al publicar. Soy Miguel Molina Iniesta, antiguo ahújo entre los años 1992 y 1996.

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  3. José María en mi adolescencia me leí muchas de las obras de Agatha Christie y de Edgar Allan Poe, propiedad de mi cuñado. Por supuesto que he visto las películas que he podido.
    Me gusta mucho tu publicación, buen trabajo.

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  4. Muchas gracias Maestro, muy interesante, como siempre.

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  5. Muchas gracias por ofrecer este escrito tan pulcro en su desarrollo y preciso en tus apreciaciones. Compartí los mismos libros que mencionas en tu juventud y ahora disfruto del personaje en la serie de televisión que han vuelto a emitir en Paramount Network.

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  6. Muy interesante este artículo. Además me gusta mucho. Mil gracias!

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  7. Qué personaje más astuto el amigo Poirot. Con su cabeza de huevo y su metro sesenta y dos sigue fascinando a los nietos de aquellos abuelos a los que ya en sus tiempos se llevo al huerto.
    Me encanta el modo en que te las has compuesto para hablarnos de sus peripecias sorteando el siempre acechante spoiler (mi abuela lo llamaba 'destripado'). ¡Qué ganas de volver a aquellos viejos libros de doña Agatha! Gracias, José María.

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  8. Magnífico artículo sobre legendario personaje, gracias.

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