SAMARKANDA

SAMARKANDA
Bienvenido al karavansar. No por casualidad he llamado así a mi blog, puesto que en alguna lengua de Oriente se llama de este modo a la posada, la pensión, la fonda, donde descansar antes de seguir el camino. Decir que la vida es un tránsito no es descubrir América (que también se hizo en un tránsito, pero por mar), pues ya muchos autores lo expresaron. Pero sí quiero señalar la provisionalidad, el azar, la hospitalidad, el descanso, la cercanía que produce "pasar" por un sitio desconocido a algo más seguro, que es el fin del viaje. Desde Jorge Manrique hasta Antonio Machado se ha plasmado la imagen del hombre como viajero. Y este blog pretende que nos encontremos, "ligeros de equipaje", en esta parada y fonda virtual, que no virtuosa. Hasta pronto.

jueves, 17 de diciembre de 2015

NAVIDAD SIN FRONTERAS



“Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.” (Lucas, 2, 1-8)





La secuencia de lugares mencionados resulta sugerente. El relato empieza hablando de "el mundo entero", luego de Siria, después de Galilea y Nazaret, de Judea y Belén y, finalmente, de la posada y del pesebre. Así, con movimiento de cámara de video, la narración se fija progresivamente en un único punto: desde las lejanas fronteras del universo hasta el pesebre de Belén. 
La intención es fácil de entender. Porque entre los nombres de lugares, los hay relacionados con personas. César Augusto y "el mundo entero"...; Cirino y Siria; Belén y David. Finalmente, Jesús y el pesebre. Por lo tanto, el autor hace desfilar sucesivamente ante nosotros a las diversas autoridades reconocidas por los hombres, con la indicación del campo de su poder, hasta conducirnos a aquel que posee la verdadera autoridad, el único verdadero poder: no ya César, reinando sobre toda la tierra, ni Cirino, gobernador de Siria, ni siquiera David en su ciudad de Belén, sino Jesús en su pesebre, aquel a quien hay que llamar Mesías-Señor.
En los evangelios de Mateo y de Lucas se mencionan los dos viajes de Jesús, uno poco antes de nacer (el del parto de María en Belén por el viaje de ella embarazada con su esposo, que acabamos de leer) y el de la escapada a Egipto huyendo de la persecución de Herodes, en Mateo. La familia de Jesús cumple una obligación: la de empadronarse. Aunque eso lleve consigo la incomodidad de un albergue paupérrimo. Pronto, esa familia tendrá que huir perseguida por los poderes del gobierno para salvar su vida, por motivos políticos. Serán refugiados. La fidelidad al propio destino trae consecuencias negativas y hasta peligrosas. El designio de Dios se cumple en el nacimiento de un hombre. Pero de un hombre muy pobre, un niño que tendrá que ser exiliado en otro país nada más nacer. Parece que Dios escribe con renglones más torcidos de lo que imaginaban quienes esperaron un mesías caudillo, coronado de oro y vestido de terciopelo. Ninguno de los dos autores pretende escribir una crónica, una biografía de Jesús. Escriben catequesis para presentar a Jesús como el Mesías de la estirpe de David, oriunda de Belén,  o bien perseguido por Herodes como lo fue Moisés por el faraón, apareciendo Jesús de este modo como el Mesías que guiará a su pueblo a la salvación, a una nueva tierra prometida desde su propio desvalimiento. Por tanto, no podemos leer el evangelio como si fuera la biografía del Cid Campeador. La intención pedagógica del evangelio precisa leerse a la luz de la fe, a la luz de los acontecimientos de nuestra propia vida. Y a la luz de la fe se nos muestra al Mesías como alguien indefenso y fugitivo ante el poder. Este niño nos suscita benevolencia y compasión. Desde el primer momento, Jesús hace visible la proximidad de la presencia de Dios. Y esto, en el Año Santo del Jubileo de la Misericordia, es un reto tal como el Papa ha señalado repetidamente. La raíz del olvido de la misericordia está en la omnipresencia del propio egoísmo, un cáncer que expande sus metástasis cuando nos olvidamos del mensaje de Jesús. Y el egoísmo conduce al miedo al otro, a levantar fronteras: administrativas, económicas, familiares, laborales, raciales, religiosas, sexuales. Alambradas de pinchos para seguir enquistados en nuestro propio yo.
Celebremos, pues, una Navidad sin aduanas de egoísmo: que las familias distanciadas se acerquen, que los pobres reciban nuestro apoyo y nuestra ayuda, que los marginados sean aceptados como hermanos nuestros, que ningún refugiado se vea atrapado en las fronteras, que ni un cadáver más flote en ese cementerio del mar. La celebración de la Misericordia necesita la gasolina del Amor, del perdón, de la reconciliación. Destruyamos los muros de nuestros miedos y nuestros egoísmos comenzando por nuestro particular entorno. El Mesías está más cerca de nosotros de lo que parece, tras los alambres de nuestra autodefensa. Os deseo a todos una Navidad plena de amor sin fronteras.

domingo, 16 de agosto de 2015

LA CALAVERA (II)

SONETO -SIN SINALEFAS- ANTE UNA CALAVERA
 QUE TUVE,  COMO HUÉSPED, VARIOS DÍAS EN MI CASA

 Esto fue vida, terrenal latido;
hoy, sarcástico gesto belicoso.
Por defender su tuétano gozoso,
¿con qué furor habrían embestido

sus frenéticos dientes el tejido
del gusanil ejército viscoso,
si pudieron triunfar del poderoso
demoledor martillo del olvido?

 En mi casa vivió la tan callada,
dándome su lección fatal y cierta
como mejor no pueden los más sabios.

 En tanto que la tuve de prestada
-y porque viva fue su boca muerta-,
le puse flores donde fueron labios.

SAGRARIO TORRES


 Este soneto de Sagrario Torres apareció por vez primera en su libro Esta espina dorsal estremecida (1973), obra que mereció elogios como el de Gerardo Diego: "Pertenece por ese lado a la raza de Lope, que firmaría entusiasmado no pocos de los sonetos de este libro" (ABC de Sevilla, 16-I-1974). Ya escrito el poema, la autora descubrió que carecía de sinalefas y, sorprendida de la casualidad, emprendió una búsqueda entre miles de sonetos en castellano sin hallar ninguno que careciera por completo de ellas. Y le pareció curioso sugerir esa anomalía desde el propio título. Frente al laconismo de Lope en su soneto "A una calavera", Sagrario rotula su texto con una larga frase de dos incisos; más cercana, por tanto, a la línea de Quevedo quien gustaba de epígrafes como: "Signifícase la propia brevedad de la vida, sin pensar, y con padecer, salteada de la muerte."
 Cierta calavera, que ha sobrevivido a los accidentes naturales, deviene lección aprovechable para la autora, quien le muestra su agradecimiento. Tema, como se ve, menos patético que el de Lope e, incluso, con un leve matiz de afectuoso humor hacia el silencioso huésped. Ello se percibe en el verso segundo donde se abriga tan corto sustantivo como gesto (bisílabo) entre dos adjetivos tetrasílabos. Y leídas las tres palabras juntas se contienen resonancias fonéticas muy musicales (-asti, -esto, -oso).
 El comienzo del poema con un demostrativo, en este caso neutro (esto), arrima el soneto a la línea de sus predecesores barrocos. Pero Sagrario Torres se aparta de ellos al no describir ni imaginar el físico de esa persona cuando viva. Probablemente no sabe su nombre, su sexo, su edad, sus cualidades. Tampoco le interesan. Que vivió y murió se despachan en dos versos. Lo importantes es que, tras vivir ha logrado sobrevivir. En otro soneto del mismo libro, la poetisa comienza: "Soy importante sólo porque vivo". Esta calavera, como un yelmo de hueso, ha salido victoriosa en la pugna contra sus enemigos: los gusanos y el olvido. De ahí el léxico tan cargado de connotaciones guerreras: belicoso, defender, furor, embestido, ejército, triunfar... La supervivencia se enfatiza mediante el inusual número de palabras esdrújulas, cuatro en sólo ocho versos: sarcástico, tuétano, frenético, ejército con abundancias de sonidos en -eo de las tres últimas. El lector es llevado, casi sin respiro, a través de la meditación de la autora en forma de larguísima oración interrogativa y encabalgada. Una pregunta sin otra respuesta que el silencio, justo cuando el soneto frena ante ese salto que supone pasar al segundo apartado: los dos tercetos. En el aire sólo queda la burlona sonrisa de la tan callada. Es fácil imaginar a la escritora mirando frente a frente a su anónima invitada, devanándose los sesos (nunca mejor dicho), como un Hamlet de hoy, para obtener la sucinta respuesta del silencio.
 Los tercetos comienzan ambos con la preposición en pero con diferente uso sintáctico circunstancial: lugar, el primero, temporal el segundo. Si nos fijamos, en los dos cuartetos la calavera parecía presente (esto fue vida... hoy...) pero en los tercetos se contempla como en pasado (hospedaje, lección, premio... con verbos indefinidos vió, tuve, puse, de aspecto verbal cerrado, acabado.
 Los tercetos, a su vez, tienen unidad y correspondencia uno del otro: el segundo es consecuencia del primero. La anónima profesora, la calavera, se ha ganado el regalo -tierno y coqueto-, de unas flores donde fueron labios.
 Sagrario Torres ha elaborado un texto en plena sintonía con la tradición, tanto en su tema, la certeza y universalidad de la muerte, como en varios detalles de su forma: mención de los gusanos, asociación labios-flores..., pero dando a su poema un toque personal, afectuoso, delicado, femenino. El ser humano puede aprender a morir -ars moriendi-, si descifra que sus antepasados suponen una sucesión de lecciones heredadas:
       "Muchos murieron porque yo tuviera
      en veintiséis peldaños -y almenada-
      esta  espina dorsal estremecida".

 Así lo afirma en otro soneto del mismo libro, una torre con nombre de sagrario.

lunes, 10 de agosto de 2015

LA CALAVERA (I)

A UNA CALAVERA

 Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que, mirándola, detuvo.

 Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.

 Aquí la estimativa en que tenía
el principio de todo el movimiento,
aquí de las potencias la armonía.

 ¡Oh, hermosura mortal, cometa al viento!
Donde tan alta presunción vivía
desprecian los gusanos alimento.

                      LOPE DE VEGA

Entre los más de 1.500 sonetos que firmó Lope, se encuentra este en su obra Rimas sacras (1614). Han ocurrido luctuosos momentos en la vida del Fénix de los Ingenios. Durante julio del año anterior murió de tercianas su amadísimo hijo Carlos Félix y dos meses más tarde fallecía de sobreparto su segunda esposa, la abnegada Juana Guardo. El poeta sufre crisis de misticismo, decide ordenarse sacerdote y así acontece meses antes de editar las Rimas. El libro refleja dolor y pesimismo. El tema del soneto es una reflexión al recordar la belleza física y moral de una joven ante lo que hoy es su mísera calavera. El desengaño frente a la caducidad de la belleza, del poder, del dinero, de la vida, fue uno de los tópicos preferidos de artistas y escritores barrocos, tras la exultante invitación al goce corporal del Renacimiento. De nada sirve la hermosura cuando llega la guadaña igualadora de la muerte: toda belleza por grande que sea, se transformará "en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada", según el célebre verso de Góngora.
  La estructura externa del soneto es completamente clásica en muchos aspectos formales. Uno de ellos es la distribución temática en dos partes: cuartetos y tercetos. Belleza física en los primeros y armonía espiritual en los segundos. El último terceto explica y recoge el tema.
  Desde el título, casi una concisa dedicatoria, el lector queda centrado en el objeto, no por lo que es ahora (calavera) sino por lo que fue (cabeza), reducida a sobrecogedores huesos. Brutal contraste entre el ayer y el hoy.
 Lope arranca el poema con el demostrativo esta, modo de apertura que los autores españoles del Siglo de Oro adoptaron de los clásicos latinos: ("Hoc quodcumque vides..."), y de los italianos ("Questa ch'a l'asta in mano..."), que llegaría a usarse por nuestros poetas del XVI ("Esta desnuda playa...), incluso a abusarse retorciéndolo con hipérbaton en los del XVII ("Estas que me dictó rimas sonoras...", Góngora).
 La lectura de los cuartetos deja en el ánimo una sensación de grave estatismo por su léxico verbal: tener, estar preso, detener, estar, imprimir, entretener..., efecto opuesto al que dan palabras dinámicas de los tercetos, como movimiento y cometa al viento. También una bella oposición, entre los ojos fascinados de los admiradores y los ojos de la joven en vida, causantes del hechizo.
La descripción de los rasgos del rostro femenino era laboratorio donde fabricar ingeniosísimas metáforas. Aquí, Lope evita esa tentación por la seriedad del asunto y recurre a algo tan manido como llamar rosa a la boca y esmeraldas a los ojos. En cambio, de los cabellos -que se prestaban al oro o al azabache-, ni una palabra. ¿Por qué ese aparente descuido? Sencillamente, porque al poeta lo que más le impresiona de la calavera son sus HUECOS: carencias de la boca, de las órbitas oculares, del cráneo que albergó cerebro tan equilibrado. La mención de esos vacíos sigue un orden ascendente: boca-ojos-cráneo; una jerarquización minuciosa donde cada órgano, cada potencia, es aislado, señalado por el adverbio aquí (cuatro veces en principio de verso).
Aparecen tres signos arcaicos: el apócope destos, usual entonces; quien en singular para un antecedente plural (carne y cabellos), pues aún no se había implantado el plural quienes. Según la psicología del XVI, estimativa era la facultad del alma que juzga el aprecio de las cosas. Hoy equivaldría al "sentido común".
 El último terceto comienza con un epifonema de gran valor expresivo, pues hermosura es recurrente con arquitectura (v. 2) y centro a su vez de otras simetrías colindantes respecto a los dos primeros versos: mortal=estos huesos, cometa al viento=cabeza. Aunque en los autores barrocos era lugar común el viento (=tiempo) como devastador de lo hermoso, se usaba más la flor como metáfora de la belleza efímera. De ahí lo plástico y original de cometa.
 Los dos versos últimos son un logro feliz: desprecian, gusanos, aposento. Si, cuando viva la arquitectura de esta muchacha hospedó en sus cavidades boca, ojos y cerebro espléndidos, hoy los gusanos no quieren hospedarse allí. De lo más valioso y eminente (alta presunción) a lo más rastrero y subterráneo (morada de orugas). Un cierre tan macabro se justifica teniendo presente que esa muchacha, a la que todo lo bueno le sobraba, era centro de atracción. Los admiradores bullían en su torno. Hoy, que hasta los gusanos la rehuyen, está sola. Como el título anunció: una calavera. Sin más.


viernes, 31 de julio de 2015

MUJER ANTE EL ESPEJO

Hubo un tiempo en que el hombre se preguntó si sus conocimientos a través de los sentidos serían auténticos o bien, un engaño. Si un genio maligno le mostraba fantasmas irreales (Descartes) o si la vida era sólo un sueño (Calderón) o si la realidad era simplemente el reflejo de un azogue, como Velázquez parece representar en Las meninas. Desde la fabulosa madrastra de Blancanieves hasta el derrotado Max Estrella de Luces de bohemia, sin olvidar la aventura de Alicia en el país de las maravillas, un espejo ha servido para que el hombre intente conocerse mejor. Empeño inútil porque la verdad, la última verdad es inaprehensible: "Ahora vemos en un espejo, un enigma. Entonces veremos cara a cara (San Pablo, I Cor 13, 12).
  En tanto que llega ese momento, la mujer se siente halagada contemplando o mejorando su belleza natural. En el cuadro de Rubens vemos a esa robusta Venus de espaldas, en su tocador, mientras Cupido le sostiene el espejo y un esclavo negro comprueba la fidelidad del reflejo. Ignorante de que otro la está mirando: el espectador del cuadro.
  La realidad ante el espejo (Velázquez, con su Venus y sus meninas, siempre en el recuerdo), pero, en este caso, la mujer se mira ante el objeto que le devuelve su belleza, uniendo a dos figuras contemporáneas quienes, muy probablemente, llegaron a conocerse: Lope de Vega y Rubens. 

QUEBRÓSE A UNA DAMA EL ESPEJO CUANDO IBA A TOCARSE, Y ESCRIBE DE VERAS PORQUE NO LA RIÑAN (ESCRIBE CON MUCHO TIENTO)

  Si al espejo venís a enamoraros,
romperse es fuerza para no ofenderos,
o porque en muchas partes podáis veros
y él pueda en otras tantas retrataros.

  Si a vuestros ojos no buscáis reparos,
no podréis de vos misma defenderos;
que el veros tan hermosa puede haceros
el daño que resulta de envidiaros.

  La estampa de que fuísteis imitada
rompió, cuando os formó, Naturaleza,
acción de vuestro espejo reiterada.

  Quebrarse fue lisonja y sutileza,
porque con ser de vos, ni aun retratada
pueda tener igual vuestra belleza.

          LOPE DE VEGA

Los artistas barrocos gustan de captar la belleza femenina sirviéndose de episodios triviales, instantáneas al descuido, anécdotas cotidianas, como si quisieran eternizar en su obra (sea de palabra o de pincel), a modo de una cámara de fotos por inventar la belleza de aquel minuto para siempre ido: tempus fugit. De modo muy particular, cuando ese instante les sirve para la exaltación de la hermosura femenina.
  El soneto de Lope se contiene en su libro Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (1634); pertenece al ocaso del poeta, quien moriría pocos años más tarde, y casi veinte años después de que Rubens pintara su VENUS ANTE EL ESPEJO. El largo título explica el motivo (incidente de la rotura de un espejo) y su actitud al referirlo ("de veras", o sea, en serio). Pero por si no quedaba claro, añade debajo: "Escribe con mucho tiento", un subtítulo nada infrecuente en los autores barrocos y en el propio Lope. Ni el título ni el poema aclaran la causa de que el espejo se haya roto, pero al aludirse a la probable riña a la protagonista, apunta a un posible descuido de ella, incluso a su juventud y atolondramiento. ¿Sería un espejo de mano, de rico puño y forma redonda u ovalada? ¿Sería Antonia Clara, hija predilecta del autor, secretaria suya por entonces, joven, guapa y despierta, según se sabe por otros poemas que le dedicó en esos años, la destinataria de estos versos?
  Sea como fuere, el poeta compone un título casi del todo ceñido al tema aparente del texto: consuelo a una dama frente a la inoportuna quiebra de su espejo.
  En una primera lectura, percibimos el juego fonético de las rimas de los cuartetos en -aros, -eros, así como la llamativa presencia de oes en los tercetos, como sucede en el verso 10: "rompió cuando os formó...", vocal a veces reforzada con tildes. Abundancia de redondeces que nos puede evocar las del rostro y del espejo.
  Sintácticamente, cada una de las cuatro estrofas es una oración gramatical, aunque los cuartetos (puede constatarse a simple vista) son dos oraciones condicionales encabezadas por "Si". Y en los cuartetos se produce otro fenómeno: el segundo es un calco, un reflejo, un espejo del primero. De modo que podemos advertir: 1) Cuartetos: VOS/ESPEJO; 2) Tercetos: NATURALEZA (Belleza)/ ESPEJO. Es un soneto de ida y vuelta en la estética establecida entre mujer/espejo del modo siguiente: A) La Naturaleza creó tu hermosura a imagen de un modelo (=estampa) que luego ella misma rompió después para que no hubiera otra igual. Lo que el proverbio popular expresa con "se rompió el molde". Así reza el primer terceto o viaje de ida en el tiempo. B) Tú te miras en un artificio (=espejo), con lo cual él comete la osadía de crear un doble tuyo que la Naturaleza no puede tolerar. Por eso es destruido. Se dice en el final del segundo terceto. Es el viaje de vuelta.

  Claro que conceptos tan metafísicos no iban a consolar inmediatamente a una muchacha desolada por el percance. Por eso, el poeta, en un alarde de galantería, comienza recabando su atención al señalar el punto flaco de ella: su belleza. Cuarteto 1º: El espejo se ha partido en trozos para que así te veas más veces: Cuarteto 2º: Eres tan bella que podrías enamorarte de ti misma, como el bello Narciso mitológico. Terceto 1º: La Naturaleza rompió el molde al crearte. Eras única y un espejo se atrevió a recrearte, usurpándole el puesto a la Naturaleza. Terceto 2º: En consecuencia el espejo ha merecido el castigo de romperse. Queda en interrogante quién ha sido el responsable: si la Naturaleza, el Azar, el Destino... aunque el instrumento ejecutor haya sido la mano de la joven. El tema del soneto no ha sido la anécdota, sino la fragilidad de las cosas ante la cual siempre triunfa la belleza femenina. Ay, Lope... galán irredento!.