La monja, cima de la poesía y experiencia místicas de la Historia, doctora de la Iglesia. La seglar, considerada hoy entre las poetas americanas más importantes de todos los tiempos. La palabra, la blancura y la iluminación son las protagonistas de este espectáculo (en la escenografía, el vestuario, la luz) que giraba sobre dos intérpretes excepcionales: Silvia Abascal (Emily Dickinson), llena de ternura y de fragilidad; Irene Escolar (Teresa de Jesús), encarnando a la mujer decidida y traspasada. Dos actrices monumentales, acompañadas por la danza de tres figuras, de una escenografía trascendente y simbólica.
LA HORA OSCURA, el otro espectáculo, ofrecia la visita imaginaria del poeta sevillano Luis Cernuda al domicilio parisino de Charles Baudelaire. Dos hombres transgresores frente a frente, dos autores cuyo sentido del amor y de la pasión, tan diferentes, se complementan desde sus propios exilios interiores. Ahora el decorado se vistió de tonos negros, oscuros, rojos, dorados. ¿Una antesala del infierno? Nada más comenzar la representación, vimos perfectamente caracterizados a José Coronado como Baudelaire y a Helio Pedregal como Cernuda. Y según evolucionaban los personajes, el diálogo se convertía en reto, floritura, encarnación física, sobre la misión de la poesía cuando toca el alto concepto del amor o el bajo territorio de las pasiones. El francés, desgarrado, tal vez decepcionado, huye a sus paraísos artificiales. El español huye a donde habite el olvido, atildado, dejando ocultas sus pasiones como un gentleman inglés, circunspecto incluso ante la imagen del musculoso y etéreo danzarín. No sería fácil encontrar a dos actores que encarnaran mejor esos papeles. La perfección era absoluta.
¿Cómo no esperar la presencia de un ángel en cada una de las dos obras? En la primera, el de alas blancas (Angel Diego Garrido) y en la segunda, el ángel tentador es un muchacho danzarín en traje de baño, que encarnó prodigiosamente Carlos López, bailarín de prestigio internacional, a quien habría de traerse a España contratado inmediatamente.
Ellas y ellos, encontrándose cara a cara en el reducido espacio de una bañera, en un sofá, en una mirada.
Ellas y ellos, encontrándose cara a cara en el reducido espacio de una bañera, en un sofá, en una mirada.
El díptico ALMA Y CUERPO es uno de los más brillantes espectáculos producidos y programados este año en el Teatro Español. Felicidades al equipo cesado por unos políticos que nada parecen comprender de teatro y sí de política mezquina. La dramaturgia de José Manuel Mora y la dirección de Carlota Ferrer han obsequiado este bombón escénico que quedará en la memoria. Las dos noches de estreno, con el teatro abarrotado, vibraron de aplausos y "bravos" como si hubiéramos subido a los cielos y bajado a los infiernos, gracias a la poesía y al buen teatro.
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