Sofía Margarita Victoria Federica, princesa que fue de Grecia y Dinamanrca, reina consorte de España durante treinta y nueve años, emparentada con monarcas de casi toda Europa, ha estado expuesta mucho tiempo a la luz de los medios. Unas veces por ser la Reina de España y otras, por sucesos dentro de su propia familia no siempre agradables ni positivos. En países lejanos es querida, respetada, admirada por su labor con numerosas ONGs, pero es una casi desconocida para los españoles. Posiblemente porque nunca ha tenido más amigas que los dedos de una mano, una de ellas su hermana Irene.
La obra que lleva por título su nombre está escrita por Ignacio García May, quien tiene en su haber suficientes créditos como autor de obras originales (estrenó Alesio, su primera obra, en el Teatro María Guerrero de Madrid), versiones y enseñanzas en la RESAD, de la que fue Director. García May también es director del espectáculo, obedeciendo todo ello a un encargo de Juan Carlos Pérez de la Fuente, antes de ser defenestrado por el actual ayuntamiento. Este quería hacer hablar a doña Sofía en la sala pequeña del Teatro Español y aquél se enfrentaba a lo complejo del asunto. La obra arranca cuando Sofía ve interrumpida la lectura de un libro para saber que don Juan Carlos ("Juanito", como siempre lo llamó), ha fallecido. Pero nada tiene que ver esta función con Cinco horas con Mario. No es un monólogo de viuda, ni una entrevista en la que responde a cuestiones espinosas. Se trata nada más y nada menos que de un recorrido por el Palacio de la Memoria, formado por múltiples espacios mentales: el palacio de Tatoi de su infancia, un aeropuerto, un hotel en Ginebra, tal vez La Zarzuela... Una mujer que recuerda vagamente al personaje va recibiendo del pasado (a través de recuerdos voluntarios o involuntarios), instantes verbalizados en la voz de diferentes personajes: la propia soberana, sus padres los reyes de Grecia, Franco, Juan Carlos, anónimas cotillas aristócratas... como en las cuentas de un "komboloi" griego. Un album familiar y "profesional" en condiciones, con toda su crudeza pero, igualmente, con muchísimo respeto y delicadeza por parte del autor. Estoy convencido de que a doña Sofía le iba a gustar y conmover esta representación, si alguien la animase a acudir aunque fuera de incógnito.
El texto es bellísimo. La interpretación depende de una sola actriz en escena (salvo algunas voces en off), quien carga con el peso de interpretar la "imagen" de una figura histórica y felizmente viva, que habita a pocos kilómetros de la Plaza de Santa Ana, en un papel muy arriesgado y lleno de matices. Un gran acierto la elección de Victoria Salvador, quien en la noche del estreno recibió merecidos y repetidos aplausos y "bravos". La escenografía, austera pero enormemente versátil cuando juega con proyecciones o iluminación, ambas de Luis Perdiguero. El vestuario de Almudena Rodríguez Huertas (también autora de los figurines de la reciente Numancia cervantina) es muy sobrio, quizá lo que más recuerda al modo de vestir habitual de doña Sofía.
Finalmente, algo que no ha de escapar a este resumen: la obra es un repaso a la idiosincrasia de los españoles, que parecemos empeñados en pontificar de todo sin saber de nada, ese españolito machadiano que "desprecia cuanto ignora". Un pueblo obstinado en rehacer cada poco tiempo su Historia, como el tejido en el telar de Penélope. No olvidemos que esta también era griega.
José María, como es habitual en él, es elegante en su redacción, sabe expresar en poco espacio y con delicadeza, la síntesis de los sentimientos que le han producido ver la representación de esta obra teatral.
ResponderEliminarSus comentarios transmiten fácilmente sus emociones, entrando con soltura en ellas.
Me parece muy real su descripción del temperamento del pueblo español, por desgracia para nosotros.
ANTONIO.