Alguien
dijo que no es lo mismo ser turista que viajero. Creo que fue Paul Bowles. El
primero llega a los sitios, los contempla, los retrata y se va. El segundo
llega, se impregna de los ambientes, se interesa por ese mundo, intenta hacerse
uno con los nativos, llega hasta los límites de lo desconocido y vuelve
distinto. Pero hay un tercer tipo: el fugitivo. Este huye por alguna razón que
le impulsa a dejar atrás su vida y construir una nueva identidad, desconectado
del origen. Pero el pasado pesa y siempre vuelve.
En este
último grupo habría que situar al protagonista narrador de El balneario de Tozeur (2018), la reciente novela de Ángel Marqués
Valverde. Veinte años de matrimonio con Luisa. Una vida corriente y moliente
hasta el encuentro con la pasional Olvido, el adulterio por parte de ambos y la
trágica muerte de Luisa, de la cual resulta culpable la amante, sumen a José en
la depresión hasta que un día decide romper con todo y elegir un destino
geográfico, al azar, sobre un mapa del mundo. Unas ochenta páginas previas para
justificar al lector el porqué y el adónde de la novela.
Y ese nombre
desconocido será el verdadero marco geográfico que da título al libro: Tozeur,
la pequeña capital del sur tunecino, en el corazón bereber del mapa, cerca de
la frontera argelina y en el paisaje más misterioso del país: el desierto puro
y duro, con las olas cambiantes de arena y los oasis, cuyos palmerales, ríos,
manantiales, evocan un paraíso perdido, la cercanía del lago salado Chott el
Jerid, donde es muy sencillo contemplar un espejismo (yo mismo quedé estupefacto ante una pequeña ciudad con su arboleda), la vestimenta negra tradicional de sus mujeres, las construcciones ocres de ladrillos dispuestos en formas geométricas como los diseños de sus alfombras y tapices propios de la artesanía bereber.
La
estancia de José en Tozeur se convertirá en una tela de araña que lo va
envolviendo lentamente con su propia aquiescencia o inconsciencia, su
participación activa, sin temor a los riesgos no sólo económicos sino afectivos
y vitales. Ni escucha las advertencias del solitario y viejo inglés ni escucha
la incomprendida plegaria del almuecín desde el alminar. Tal vez sea el destino
de todo extranjero en un país del norte de África, serlo siempre como Monsieur Meursault,
de Camus, como los bohemios de Bajo el
cielo protector o como el “alter ego” homónimo de Manuel Chirbes en esa
pieza maestra que es Mimoun.
Y en la medida en que el balneario local rehabilitado, el amor, la aventura del tráfico de armas se van haciendo presentes, la acción de la novela se precipita a modo de thriller psicológico y cautiva al lector. Siempre sucede algo inesperado, como en un serial de televisión, referido con brío, pasión y altísima calidad descriptiva. Se diría que José va plasmando en palabras lo que él era capaz de diseñar en sus pinturas de arena. Posiblemente el mayor mérito de la novela, en mi opinión, sea tejer la acción con la reflexión del protagonista.
Este nuevo libro de Ángel Marqués no es una guía para
turistas pero sí una obra imprescindible para viajeros, tal vez también para
fugitivos. Su lectura resulta amena, atractiva, ágil gracias a su distribución
en secuencias breves. El universo de la novela reúne en el paisaje a los cuatro
elementos: la tierra, el aire, el agua y, finalmente, el fuego. Cuando las
pasiones ardientes se desbordan no queda otra que las llamas borren un pasado
pero también purifiquen, antes de escribir un nuevo futuro, como en Cumbres borrascosas.
Y en la medida en que el balneario local rehabilitado, el amor, la aventura del tráfico de armas se van haciendo presentes, la acción de la novela se precipita a modo de thriller psicológico y cautiva al lector. Siempre sucede algo inesperado, como en un serial de televisión, referido con brío, pasión y altísima calidad descriptiva. Se diría que José va plasmando en palabras lo que él era capaz de diseñar en sus pinturas de arena. Posiblemente el mayor mérito de la novela, en mi opinión, sea tejer la acción con la reflexión del protagonista.
¡Qué bárbaro! Muy bonita. una valoración para sentirse halagado. Y así me siento.
ResponderEliminarJosé María, magnífica exposición, a la altura del maestro que eres. Muchas gracias. Un abrazo. AMV.
Muchos y merecidos alagos de José Maria a los que también me adhiero. La verdad es que leyendo el Balneario de Tozeur te ves tan inmerso en el que parece que vives con el protagonista todos los lugares, olores y sabores de esas arenas. ..
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