La palabra “Escorial” a todos nos trae evocaciones del monumento más importantes del Real Sitio. Pocos saben, sin embargo, que el término alude a dos municipios diferentes: la Villa del Escorial (o “Escorial de abajo”), situado junto a la estación del tren, y “San Lorenzo del Escorial”, el pueblo que fue desarrollándose en torno al Real Monasterio. Por otro lado, San Lorenzo del Escorial fue desarrollándose como lugar de veraneo con innumerables chalets, y fomentando atracciones locales, como la romería de la Virgen de Gracia (septiembre), el enorme “belén” que llena sus calles y plazas (diciembre), las varias actividades que lo nutren: el Coliseo Carlos III (teatro que edificó Godoy), los Cursos de Verano de la Universidad Complutense, el Conservatorio local, los conciertos de órgano en la Real Basílica o la intervención de la Escolanía en las funciones litúrgicas. El campo de golf, en pleno bosque de la Herrería, es otro aliciente. Al ser un lugar tan próximo a Madrid, es una excursión de un día, sin necesidad de quedarse a dormir. Tal vez por ello, el número y calidad de los hoteles es menor que el de los restaurantes, algunos de ellos, excelentes. El Real Monasterio es visitado por millones de turistas al año, muchos de los cuales olvidan acercarse a la Casita del Príncipe o a la Casita de Arriba, palacetes interesantes los dos.
Como no se trata de hacer un elenco turístico, diré finalmente que también residen en San Lorenzo dos instituciones estatales: una academia de la Guardia Civil y un centro de datos de la Policía Nacional, a las afueras, camino de Guadarrama, donde al parecer se encuentra uno de los tres ordenadores gigantes en el cual estamos encriptados todos los españoles.
La novelista Teresa Cardona ha iniciado su camino de autora en solitario (antes colaboró con Eric Damien en novelas negras) con su novela Los dos lados (2022), que en cinco meses ha alcanzado cuatro ediciones. La novela incluye dos narraciones, una sucedida en 1989 y otra en 2019. Son dos crímenes, sucedidos el 10 de agosto, festividad del santo patrón, en el barrio de Abantos donde el asesino del primero será la víctima del segundo. Se trata, por tanto, de una venganza. Hacia la mitad del libro sabremos de quién se trata en uno y otro caso pues a Teresa Cardona parece interesarle más que el “suspense” típico de la novela detectivesca (que relega a las últimas páginas la identidad del criminal), la narración exhaustiva de todo lo concerniente a ambos asesinatos. Llegamos a conocer al dedillo la vida y milagros de todos los personajes, incluso los secundarios, así como las investigaciones, los procedimientos legales, las causas psiquiátricas. En Los dos lados, somos informados, sin mucho tardar, de los tres puntos básicos de la novela criminal: el motivo, la ocasión y el instrumento. Más aún, la autora cumple con un precepto que rara vez se da en esta clase de novela: que el lector va conociendo, de primera mano, todo lo que van sabiendo los investigadores.
El título remite al dualismo que se da en la vida humana, no únicamente a los dos asesinatos, sino a otros aspectos, como es el debate entre justicia y ley, referente al trato dado a terroristas en cárceles del País Vasco (con el telón de fondo de los GAL), al dualismo que siente la teniente Blecker, debatiéndose entre sus dos amores, el brigada Cano ocultando su homosexualidad, la propia Clara en su escarceo con Rafael, aunque ama a su marido, y la propia dualidad del psicópata narcisista. Toda una lección de esta personalidad, que el lector agradece.
Si hubiera que poner algún “pero” a esta novela sería, precisamente, la sobreabundancia de información, no en lo pertinente de la investigación policial y psiquiátrica -que se agradece y es mérito de la autora-, sino en las circunstancias de bastantes personajes secundarios. Con cien páginas menos, la novela no se resentiría.
Para quienes conocemos y amamos aquel Real Sitio, nos resulta muy familiar sentirnos dentro de la novela si conocemos las calles, los barrios, los cafés y restaurantes, la fiesta patronal, el club de golf… hasta el Real Monasterio que solo se describe de pasada en un párrafo. Y esta es la mayor sorpresa: no hay ningún motivo para que la portada sea una foto del Monasterio, por muy invertida que esté para dar pie al doble aspecto del argumento. Lo interpreto como un reclamo publicitario bastante inadecuado, que puede desorientar o equivocar a quien compra la novela.
Y ahora, vamos a disponernos a la lectura de su siguiente novela.