Acabo de leer la estadística del Instituto de Política Familiar, según la cual, durante 2007 15.395 españoles(as) contrajeron matrimonio con algún foráneo. Concretamente, 2.193 se casaron con brasileñas y 1.593 con colombianas. Por su parte, 10.659 españolas se casaron con un extranjero, de las cuales, 1.364 bodas las realizaron con varones marroquíes. Es decir, el 12,8 %. Y mientras los matrimonios entre ciudadanos españoles han descendido un 10%, la inyección de matrimonios internacionales mantiene el número total de enlaces en España. La estadística no dice, porque no es su cometido, que el fracaso de dichos matrimonios está encabezado por el de mujer española con varón árabe y/o musulmán. Esto no es racismo, que detesto. Es pura matemática. Entre hombre de educación musulmana y mujer de educación europea (sean o no creyentes los cónyuges), suelen darse demasiadas diferencias de ideas sobre el matrimonio, la familia, el papel de la mujer, la educación de los hijos, la relación con el entorno, etc. De estos matrimonios, sólo conozco uno que todavía perdura y son felices: Mustafa y Ana. Otros varios han terminado como el rosario de la aurora, incluso con secuestro de hijos llevándolos el padre a su tierra. Hasta hace bien poco, todo marroquí residente fuera de su país y casado con extranjera, conservaba todos sus derechos como cabeza de familia frente a ella. Y en caso de conflicto, llevaba las de ganar. Posiblemente, con la nueva Ley de Familia del reino alauita, las cosas hayan comenzado a cambiar allí. De momento, en España siguen teniendo fortuna los varones marroquíes a la hora de encontrar pareja. Muchas españolas opinan que el marroquí es un hombre encantador. Y yo estoy de acuerdo en el sentido más literal del término. El magrebí sabe explotar sus artes seductoras mucho mejor que el español. Pero dejemos la explicación de dicho "encantamiento" para otro día. Laila saida (=buenas noches).
Las tonterías las puedes aparcar en tu casa o dejarlas para los "debates" de la Sexta, es pertinente conocer que las parejas interaciales o interculturales están predispuestas al fracaso en cualquier país como así se demuestra las estadísticas de divorcios e incluso casos de crisis domestica y violencia familiar con una descendencia escasa e inadaptada
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