Leo en el periódico que la policía dejó escapar al principal fugitivo del 11-M, Daoud Ouhnane, a pesar del seguimiento que llevaba tiempo sobre sus espaldas. Otra chapuza policial más en un sumario que resulta altamente sospechoso para ese cuerpo. Cada vez que me topo con una noticia sobre aquella masacre, me entran ganas de vomitar. Es cierto que, con los pocos mimbres que había, el juicio y sus condenas parece que se ajustaron a derecho. Pero los días y semanas posteriores al 11 de marzo están tan llenos de silencios, huecos, extravíos, contradicciones, casualidades y lagunas, que los interrogantes durarán bastante tiempo. Y algún día, si no toda la verdad, sabremos mucho más. Eso me produce un inevitable escalofrío.
Recuerdo que, al comenzar las primeras detenciones, uno de los atrapados (Jamal Zougam) no daba la imagen de un islamista, sino de un latin lover o arabe lover, típico magrebí integrado en las costumbres de Occidente. Un islamista no bebe alcohol, no va de discotecas y, menos aún, utiliza un bañador minúsculo en la playa. Al poco de llegar a la presidencia el señor Rodríguez Zapatero, de nombrar su equipo y rellenar todos los altos cargos gubernamentales, me chocó que quien había sido Director General del CNI (o sea, el máximo responsable del espionaje en nuestro país), fuera cesado e inmediatamente nombrado embajador de España ante el Vaticano, cancillería deseada por todo el cuerpo diplomático, dado el poco trabajo que tiene y el magnífico palacio romano que disfruta. Es algo así como un premio. Que un cargo nombrado por Aznar fuera premiado por Zapatero era completamente inusual. (Hoy día es el embajador del Reino de España ante Washington, pues el gobierno “retiró” a su famoso alcalde de La Coruña elevándolo a la misma embajada vaticana). En mis años mozos me empaché de novelas de crímenes. Y un principio elemental era averiguar a quién beneficiaba un asesinato para esclarecer la autoría. Pido a Dios que ilumine a los investigadores que todavía rastrean. Y encuentren, si no todas la piezas del “puzzle” (cosa imposible por demás), sí las suficientes. Se lo debemos a las víctimas muertas y a las vivas, supervivientes y familiares, de aquel horror.
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